Capítulo 40

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Un cascaron vacío.

Así es como me he estado sintiendo desde que desperté en el hospital hace dos días.

Cuando abrí mis ojos, estaba confundido. Mi madre lloraba a cantaros y mientras intentaban apartarla de mi para que el doctor pudiera revisarme, los recuerdos llegaron y desee haber muerto.

—No puedes seguir con esta actitud, Jayden. Tienes que hablar con nosotros. — sigo mirando hacia la ventana, luchando contra el dolor en mi pecho. —¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿Por qué?! — la pregunta es dicha en un grito de dolor imposible de ignorar. Muevo mi cabeza un poco a la derecha encontrando el rostro de mi madre. —Necesito una explicación. — suplica entre lágrimas. —¿Por qué lo hiciste?

—¿Por qué me mentiste? — conteste con una pregunta. Mi voz en ronca y baja, pero por su expresión confundida sé que me escucho. —Yo... — trague saliva y obligue a mis siguientes palabras a salir. —Yo lo mate. No tu.

Las respuestas a todas sus preguntas son aclaradas y nuevas aparecen, pero me adelante.

—Lo recuerdo. Lo que sucedió ese día. — siento mis mejillas humedecerse y sé que es debido a las lágrimas. —Soy... como él. — mi labio tiembla al igual que mis hombros. —Un monstro. — sollozo.

—¡No! ¡No eres un monstro! — sus brazos me rodean y cuando me sacudo intentando apartarla, se aferra con más fuerza a mi cuerpo. —No eres como él. No lo eres, Jayden.

—¡Mientes! ¡Soy...! ¡Soy un asesino!

—Ja...

—¡Yo lo mate! ¡Mis manos están manchadas de sangre! ¡Soy peligroso!

—¡No lo eres!

—¡Aléjate! — grito y me sacudo con más fuerza. —¡Soy peligroso! ¡Aléjate antes de que te haga daño!

—¡No! ¡No te soltare! — sigo luchando por apartarla hasta que me rindo y en su lugar lloro. Lloro como si fuera un niño pequeño asustado. Estoy tan jodidamente asustado de lastimar a las personas que amo, que lo único que quiero es morir.

Solo así estaré seguro de que no los dañare. Yo tengo que morir.

Empujo a mi madre con fuerza, papá estaba solo a unos pasos atrás y logro atraparla. Salgo de la cama y corro hacia la ventana, la abro y tengo una rodilla apoyada en el borde cuando unos brazos me rodean la cintura y me alejan.

—¡Suéltame! — peleo por liberarme, pero entonces escucho pasos y voces acercarse. Ahora son tres personas las que intentan someterme, pero sigo peleando por apartarlos hasta que siento un pinchazo en mi muslo izquierdo y poco a poco voy perdiendo mis fuerzas hasta que todo mi cuerpo se adormece.

Al volver a abrir mis ojos, estoy acostado en la cama con las muñecas amarradas a los barrotes de esta. No hago ni un movimiento y tampoco digo nada. Mi madre se mantiene a mi lado todo el tiempo, y a pesar de que estoy desconectado logro escuchar cómo se disculpa cientos de veces. Justo cuando lo dice de nuevo, la puerta se abre y solo cuando se colocan frente a mi campo de visión, se de quien se trata.

—Hola, Jayden. — saluda Daniel con su característico tono calmado. El mundo podría estar en llamas y él seguiría usando ese tono. —Veo que has tenido complicaciones. — sonríe, pero no se está burlando. Esta intentado crear un ambiente agradable, como suele hacerlo en cada una de nuestras sesiones. Mira a mi derecha con una sonrisa y en ese momento mi madre se acerca y besa mi frente.

—Vuelvo en un momento, hijo. — no la veo salir, pero si escucho la puerta cerrarse. Entonces solo somos mi psicólogo y yo en una habitación de hospital.

La flor más hermosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora