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La cafetería se fue vaciando a lo largo de los minutos y en el local solo había pocas personas sin acompañantes, siendo ellas solas los que bebían en un gran vaso cerveza, volviendo todo el ambiente algo pesado para lo que era esa tarde de invierno.

Mientras algunos desahogaban sus penas y dolores en alcohol y cigarrillos, la pareja permanecía en silencio, jugando con las tazas de café que habían pedido hacia más de media hora, únicamente viendo la espuma por encima del café.

Tras las últimas palabras de la azabache, permanecieron mudos, con los ojos cristalizados y un mal dolor de pecho, sus lobos sin embargo ni se veían. La Alfa ya estaba suficientemente herida después de abandonar a su Omega como para tenerle nuevamente, no era dolor lo que sentiría, era impotencia al dejarle sola y no poder hacer nada. Por otro lado estaba la Omega, con un lazo roto, cuidando débilmente de su cachorrita y aguantando a duras penas para mantenerle a ella bien, podía dar su vida si su cachorra enfermaba nuevamente y regresar con la Alfa podría sanarle, pero no podía asegurar que fuera para siempre.

La cabeza de ambas era totalmente diferente a sus lobos, pero compartiendo ellas el mismo pensamiento.

—¿Van a ordenar algo más? Estamos a punto de cerrar... -El chico de cabellos rubios se inclinó dejando un pequeño recipiente para que colocaran el dinero, viendo a ambas preocupadas atinó a quedarse en silencio.

—Nos iremos ya... -Contestó la Alfa dejando unos billetes, algo decaído se puso de pie y comenzó a caminar dejando a la Omega aún cabizbaja con la taza de café entre sus dedos, podía fácilmente saber que el camarero estaba en una incómoda situación al verle llorar pero no pudo controlar sus lagrimas.

Unos minutos después tomó varias servilletas y secó rápidamente los restos de lágrimas, salió de allí con el ramo de flores aplastadas en una de sus manos, no estaba controlando a su Omega y éste estaba dispuesta a rebelarse contra la Alfa de la mayor.

La azabache le esperaba en el mismo lugar donde se encontraron, con la mirada fija en el suelo y sus manos en los bolsillos, por un momento Sana se sintió mal, tuvo que tomar unos segundos de aire para tranquilizar a su lobo.

—¿Lo vamos a dejar? -Inquirió con la voz rota, dos lagrimas bajaron por sus mejillas, relamió sus labios dirigiendo su mirada a la Omega.

La castaña tragó duro, su pecho ardió, impulsándola a llegar hasta la más alto, sin desconectar sus ojos negó suavemente.

—¿Quieres? -Respondió en un tono lastimero, crispando sus labios se fijó en las flores de su mano- Mi Omega te necesita, Alfa...

—No quiero hacerte más daño... Y-yo... he cometido muchos errores... Pero dejarlo no es una opción para mi, Omega...

—Tzuyu... -Parpadeó unas cuantas veces haciendo que saldas gotitas bajarán por sus mofletes rositas, dejó caer el ramo de su mano.

Varias flores se desprendieron de las demás, quedando esparcidas por la acera, algunos pétalos aún volaban cuando el resto yacía en el suelo, dando a entender su respuesta.

Los ojos tristones, caídos y melancólicos de la Alfa le observaron con atención, no creyéndose lo que sus luceros acababan de presenciar.

—S-Sana... -La culpabilidad o tal vez la verdad le recayó sobre sus hombros, el herir a la personas que dio todo por ella, que luchó y aguantó sus tratos en estado de gestación, que sacó adelante a una cachorrita aún si tenía que sacrificar su sueño, si gastaba hasta el último centavo de su cuenta, Sana había hecho todo lo que ella jamás podría hacer en tan poco tiempo.

La faceta de su Omega que no conocía era esa, una en la que se demostraba mucho más fuerte que ella, en donde daba igual su raza, le ganaba igualmente.

Mientras que su Alfa, con las orejas gachas y escondida, demostraba a su alma gemela que todo aquello que había hecho por estar cerca de ella en el embarazo y nacimiento de su cachorra no sirvió de nada, que por más que se muestre lo fuerte que es por ser de la raza dominante no le vale para esto.

—L-lo siento, Tzuyu... -Susurró relamiendo sus labios una vez más, sus luceros expresaban con claridad el dolor en su corazón, la cicatriz de su marca en su cuello ardió- Tal vez más adelante...

—¿Más adelante? ¿Cuándo Minju tenga diez años? -Su preocupación se remarcó en cada una de sus palabras, teniendo la necesidad de estrechar a la castaña en sus brazos, de llenarla de su aroma y volver a ser esa familia unida que habían sido por pocos meses.

—Cuando me sienta preparada... —Sana tragó duro alzando sus manos, el temblor que las sacudía le impidió tocar el rostro de la mayor.

—Te juro que te cuidaré, te protegeré y te querré aún si muero... -Sana dejó salir una corta sonrisa, deshaciéndola a los dos segundos- Te esperaré...

La castaña asintió, dando dos pasos hacia atrás lentamente, deseando grabar ese momento en su memoria para recordarlo cada vez que se esté hundiendo, tal vez la imagen de su alma gemela le reconforte en sus peores momentos, o tal vez solo le traigan más dolores de cabeza.

—Tzuyu... -Susurró lo más bajito que pudo, sintiendo como su corazón se rompía nuevamente- Te amo...

Tzuyu sonrió, aún si por dentro estaba cayéndose a pedazos, observando a la Omega marcharse de su lado, destrozándola un poco más.

—Yo te amo más...

Fin

Sana's BabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora