Extra II

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La pequeño Minju se colgó del cuello de la mayor, su pequeña y recién conocido lobita reconoció aquel aroma maternal que emanaba el cuerpo contrario restregando su naricita en la mejilla de la azabache y entrecerrando sus ojitos por el vivo sentimiento que en su pecho sentía, su lobo reconociendo y asociando a una figura materna desconocida hasta el momento. La felicidad de la pelinegra no era poca, las comisuras de sus labios se extendieron pero de sus ojitos se desbordaron unas cuantas lágrimas.

—M-Minnie... —Sin embargo la Alfa no podía darle una mejor imagen que aquella, tristón y eufórico abrazándole con fuerza. Una parte de ella volvió al cargar a esa pequeña cachorra que le veía expectante con lagrimitas en sus ojitos y una enorme sonrisa en sus labios, aquella geométrica sonrisa que heredó de Sana.

No era capaz de describir todo lo que se rompió dentro de ella por tener la oportunidad de sostener entre sus brazos a su cachorrita, era tanta culpabilidad junta que llorar por años no llenó el vacío que ocupaba antes su Omega y su bebé. Ese feo recuerdo de Sana llorando en la puerta de su casa con una Minju de apenas tres meses de edad entre una manta azul, ajena a los sentimientos rotos de Sana y a la cobardía de Tzuyu.

Clasificó aquello como la peor manera de morir, una voluntaria. Porque acepta y se arrepiente de haber sido tan cobarde.

Minju era una niña tan parecida a ellas que llegó a preguntarse cómo fue tan frío para abandonarla.

Y esa vocecita fina e infantil, algo tímida y con un timbre tan alegre le mataba de diabetes.

Sus ojos ahora viajaron a la Omega, Sana no le recibía la mirada, el suelo era mucho más interesante, ni siquiera enfocaba con claridad por las gotitas saladas que se acumulaban.

Sentía mucha impotencia de no poder complementar ese vacío que sentía su pequeña cachorrita, porque no soporta verle llorar por Tzuyu, que llegue ilusionada a su lado hablándole sobre lo que hará cuando mamá Tzuyu regrese. La rabia se cumula en su corazón, pero aún si siente tantas cosas que le hacen replantearse volver o darse otra oportunidad con la azabache, su loba y sus sentimientos le recriminan lo contrario.

Por Tzuyu ha sentido un amor puro, correspondido y potenciado, la mayor le ha hecho tan feliz en tantos aspectos que le debe mucho, tantos recuerdos bonitos y felices que jamás va olvidar. Como aquella vez que la pelinegra se quedó embobada observando a Minju dormida en la cama entre ellas, sus ojitos brillando y casi llorosos, una mirada tan llena de ternura y amor hacia su pequeña. O cuando se quedó cuidándole durante los últimos meses de embarazo, tantas cosas graciosas que hizo solo por verle alzar las comisuras de sus labios en una particular y linda sonrisa.

—Mamá Tzuyu debe domi —Aseguró la azabache palpando con sus manitas sus propias mejillas y de esa forma deshacerse de las lágrimas, sonriendo hizo lo mismo con su mamá, quien se mordió el labio viéndole.

—¿Solo yo? —Cuestionó derritiéndose de ternura cuando la menor alzó una ceja viéndole obvio.

—Mamá y yo dolmimos en la talde, antes de jugal —Comentó y la castañita atrás se permitió soltar una carcajada ante lo dicho por su retoño.

—¿Así? —Inquirió nuevamente y Minnie asintió segura de sí misma, removiéndose entre sus brazos para que le dejara en el suelo, Tzuyu le vio caminar hasta Sana como una pequeña pingüina por su gran abrigo y por su forma de andar.

—A laval los dientitos, ponelse el osito y mimil —Dijo nuevamente alzando uno de sus deditos, indicándole a Tzuyu lo que debía de hacer al llegar a casa, inocentemente tomó la mano de ambas y les empujó un poco para que comenzaran a andar.

Tzuyu buscó nuevamente la mirada de la menor, que mantenía un color rojizo en sus mejillas, cabizbaja pero con una pequeña sonrisa en sus finos labios.

Sana's BabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora