Confesiones

79 14 2
                                    


Y te amo tanto

que no puedo despertarsin amar

-Luis Alberto Spineta



Se levantó temprano al otro día, su cabeza se encontraba en mejores condiciones y su padre se había levantado de buen humor, al parecer el medicamento le estaba haciendo el efecto deseado, decidió que era correcto que se levantaba un poco de la cama y lo acompañaba. a tomar el desayuno en la cocina.

—¿Irás hoy a ver a los hermanos Ri, hijo?

—No, seguramente me quedé aquí. Ayer... Hubo algunos incidentes en la fábrica de los Durin, por lo que no sé cómo seguirá la huelga.

—¿Incidentes? Pero tú fuiste a preguntar por el médico ¿pasó algo grave? ¡No me asustes Bilbo!

—No, nada de lo que preocuparse —mintió Bilbo, mientras sostenía una sonrisa falsa en su rostro—. Mientras yo estuve todo se mantuvo en calma, es algo que me enteré luego. Pero estoy seguro de que tanto el señor Oakenshield como su familia están bien. Tú sabes cuánto apreció a los jóvenes Durin, si algo les pasara pondría el grito en el cielo —Bilbo no mentía sobre eso, Fili y Kili se habían vuelto sus protegidos, si hubiera tenido que pelear con doscientos empleados furiosos por ellos, lo hubiera hecho sin dudarlo.

Al finalizar el desayuno, Bungo decidió ir a la biblioteca a leer y revisar sus papeles, con tanto ajetreo por culpa de la huelga, hace mucho que no le dedicaba tiempo a la lectura ya su edad era importante para él mantener andando el cerebro. Por otro lado, Bilbo se vistió y salió a enviar la carta de Frederick con a la excusa de comprar algunos alimentos para el día, por suerte no tardó mucho en las calles, ya que, si bien después de los incidentes había un revuelo mucho mayor. , no había vuelto el ruido y la gente de un día laboral normal.

Cuando regresó a su casa se encontró con algo que no esperaba: el señor Oakenshield estaba parado frente a su puerta, con un libro en una mano y una canasta de frutas en la otra. Se veía hermoso, pero Bilbo rápidamente descartó ese pensamiento que era propio de semanas antes, cuando había podido bailar y reír con él, antes de que fuera lo suficientemente estúpido como para contratar irlandeses y abandonar a sus trabajadores.

Acomodó sus hombros hacia atrás, arregló mejor su ropa y peinó su cabello, enredando unos rulos con su dedo, antes de acercarse.

—Señor Oakenshield, buenos días. ¿Qué lo trae por aquí tan temprano? ¿Vienes a ver a mi padre?

—No... ¡Digo sí! O no —el hombre se veía en extremo nervioso y Bilbo levantó una ceja ante su indecisión —Vengo a verlo a usted, pero traje esta canasta de frutas para su padre, espero que se encuentre mejor de salud.

Bilbo notó el color rojizo de la cara de Thorin y rogó a Dios, que por favor no esté pasando lo que creía que iba a pasar.

—En ese caso, pase usted señor Oakenshield. Mi padre se encuentra en la biblioteca, pero podemos hablar en el salón, si así lo prefiere —Rogaba que no sea así.

—Si por favor, preferiría hablar con usted a solas.

Bilbo suspiro e insulto internamente, pero siguió con su sonrisa falsa mientras guiaba a Thorin hacía el salón. Sus manos ya habían empezado a transpirar y estaba pensando en todas las formas posibles en las que la próxima conversación podría ser interrumpida. ¿Dónde estaba Bofur cuando lo necesitaba? A él seguro se le ocurriría algo totalmente disparatado que evitaría esta situación.

Norte y Sur: un viaje inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora