La mañana siguiente, del día anterior, Meggie se encontraba sentada frente a su espejo, totalmente hundida en sus pensamientos y en los recuerdos de una noche llena de pasión que había tenido lugar en la pequeña cabaña de su tía, junto con Jude. Aún recordaba como los dedos largos y sensuales de Jude recorrían su piel de una manera íntima y su boca se aventuraba por todo su cuerpo logrando arrancarle varios gemidos llenos de placer y gozo. Su sangre hirvió por dentro y se sonrojó ligeramente al recordar como Jude se encontraba metido entre sus piernas, una escena, en cierta forma, exageradamente escandalosa para cualquier norma del decoro. Sin embargo, con todo eso, Maggie no se había sentido avergonzada o arrepentida de la noche anterior, es más, su manera de pensar o creer había cambiado de cierta manera, ya que no se sentía ignorante en aquella parte que tan ajena y alejada estaba para las jovencitas debutantes de la alta sociedad. Se sentía bien al tener cierto conocimiento de los sentimientos que experimentaba el cuerpo cuando llegaba al límite; esa misma sensación placentera que había hecho vibrar hasta la parte más recóndita de su ser.
Anoche había experimentado el placer en carne propia. El placer de dos amantes. Jude se lo había mostrado, le había hecho sentir tantas emociones juntas que al recordar, no podía evitar sentir leves cosquilleos en el medio de entre sus muslos; ese rincón tan íntimo que Jude se atrevió a explorar.
Te haré el amor, pero de otra manera. Esta noche descubrirás otras formas de brindar placer.
¿Había más acaso?, se preguntó mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas pálidas.
Pues, debía reconocer que para brindarle aquel placer, Jude no tuvo la necesidad de desnudarse o desnudarla a ella, siendo que la escena que había presenciado en la casa de la señora Taylor era totalmente distinta. El hombre poseía a la mujer de una manera tan salvaje y arrebatadora, y también, la mujer estaba completamente desnuda delante de él; así mismo lo recordaba. Sin embargo… Anoche ella no sintió en ningún momento que Jude había sido así de salvaje o brusco con ella, de hecho, él había sido gentil y paciente, y por supuesto, también había sido sensual y seductor, desde luego, sin embargo, no la había tomado de esa manera tan violenta.
Pero… ¿Qué se sentiría ser reclamada de esa manera tan arrebatadora, y además, que el hombre quien lo hiciera fuera Jude?
Y de solo pensarlo, sus cachetes se prendieron fuego y su temperatura empezó a aumentar considerablemente.
Tranquilízate, Maggie, tranquilízate, se alentó de alguna manera para acallar su mente aventurera.
Ya era demasiado suponer e imaginar de esa manera.
Maggie continuó contemplando su figura frente al espejo, cuando, sin darse cuenta, ya que su mente solamente se reducía a la noche de ayer, su doncella Emily entró en su habitación sin provocar mucho ruido. Por otra parte, Emily notó a Maggie tan concentrada y reflexiva que ni siquiera tuvo la decencia de voltear a mirarla.
Su doncella, un poco molesta por su evidente desatención, carraspeó ligeramente para atraer su atención y que giré para verla. Ella al percatarse de su presencia, giró, algo sobresaltada por haberle tomado desprevenida con uno de esos pensamientos un tanto pecaminosos, y no pudo evitar balbucear como una niña que apenas aprendía a comunicarse y a sonrojarse hasta quedar como una manzana de roja.
—E-Emily, n-no te he escuchado entrar —dijo, sobresaltada.
Emily, aun con expresión algo molesta, puso ambas manos en sus caderas.
—Desde luego que no lo has hecho. Muchacha, estás tan perdida allá arriba en las nubes que ni siquiera te percatas de lo que sucede a tu alrededor. ¿Qué es lo que ocurre?
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La apuesta de un vizconde.
Ficción históricaMargaret McLaren, o Maggie, es tan aburrida y tan corriente para todos los caballeros apuestos de Londres que no capta la atención de ninguno. Esta sería su sexta temporada buscando un pretendiente, y Emile, su hermano mayor, está dispuesto a casarl...