Capítulo 16:

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Al día siguiente, Emile se encontraba subiendo la escalera de Belmont House con la finalidad de darle una grata visita a su mejor amigo. Aunque a decir verdad, también había acudido a la casa del vizconde por pedido de su hermana Lesley, que le había informado que esa misma mañana no tendrían ensayo, puesto que Maggie se había marchado horas más tempranas de la mañana para visitar a su querida tía Judith, por lo tanto, el ensayo se iba a aplazar para el siguiente día. Y en virtud de que Emile no era de preguntar ni indagar demasiado en los asuntos que no le incumbía, no le había parecido extraño que Maggie se marchara a la casa de su tía, dado que siempre acostumbraba ir a visitarla, y en estos últimos tiempos, lo había hecho con más frecuencia. 

Por otra parte, él imaginaba que a Maggie le agradaba pasar el tiempo con su tía. Ambas siempre se habían llevado de maravillas. 

Cuando se posicionó frente a la gigantesca mansión, fue y tocó la puerta con tres pequeños golpes secos y a los pocos segundos, fue recibido por el mayordomo de Jude. Un hombre algo pequeño de estatura y con el pelo cubierto de canas. 

También, al igual que Joseph, su mayordomo, el hombre ya conocía a Emile debido a sus frecuentes visitas a Belmont House. 

El pequeño hombre levantó la mirada para poder contemplar a Emile que se encontraba frente al umbral de la puerta con una de sus sonrisas típicas y dichosas. 

Una sonrisa totalmente despreocupada y a la vez cautivadora para cualquier damisela desesperada por la atención de un caballero. 

Emile ladeó la cabeza ligeramente a modo de un saludo cordial. 

—Buenos días, vengo con la intención de ver a su señoría. ¿Sería posible poder coincidir con él esta mañana? —preguntó mientras le entregaba su chaqueta y su sombrero al mismo tiempo al mayordomo, y éste lo agarraba con suma delicadeza y paciencia. 

El mayordomo indicó que sí con un mínimo movimiento de cabeza. 

—Desde luego, señor McLaren. Su señoría se encuentra ahora mismo en su despacho ocupándose de ciertos asuntos que requieren su atención. Por aquí, por favor, le guiaré hasta él. 

Le hizo una seña con el brazo para que lo siguiera por uno de los pasillos de la elegante y antigua casa. Emile obedeció ante su gesto y lo siguió mientras se mantenía detrás del mayordomo en silencio. 

Más tarde, se detuvo frente a una de las habitaciones en donde Emile supuso que se trataba del despacho de su mejor amigo. 

El mayordomo se paró frente a la puerta con las manos detrás de su espalda y una postura recta, y le dio un pequeño espacio para que éste ingresara dentro del cuarto. 

—Lord Belmont lo atenderá con mucho agrado, señor. Su visita y su compañía siempre son bien recibidos en esta casa. 

Emile asintió con afabilidad mientras con una mano rozaba el picaporte con la intención de abrir la puerta. Pero antes, le dirigió una última mirada al mayordomo que seguía de pie ahí con una postura intachable y educada. 

—Espero encarecidamente no ser ninguna molestia para él. No desearía interrumpir a lord Belmont en su trabajo. 

El mayordomo negó con lentitud en un movimiento de cabeza y le hizo otro gesto para que Emile entrará dentro del cuarto. 

—Para nada, señor McLaren. Nunca será una molestia para lord Belmont. 

Al escuchar aquellas palabras, él le obsequió una de sus sonrisas complacientes y decidió finalmente entrar. 

—Gracias —manifestó, antes de despedirse totalmente del mayordomo. 

—Para servirle, señor McLaren. —Éste le ofreció una ligera reverencia, para luego, retirarse por donde había venido. 

La apuesta de un vizconde. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora