CAPITULO III

2 1 0
                                    

Los chicos en el trabajo insisten en que desperdicio mis días libres. Me dicen que debo salir más, relacionarme más. Verlo para mí es suficiente, hablar con él es suficiente. Cuando necesito más tengo a mis amigos, y si necesito aún más me tengo a mi mismo y mis sueños. Ellos no lo entenderán, así que cuando les digo que estuve en casa o en casa de algún amigo ayudándolo con algo siempre ponen los ojos en blanco en señal de reproche. No tengo mucho tiempo para preocuparme por eso, tenemos dos pedidos especiales para este fin de semana. La jefa me pidió que acudiera al evento más importante –unos quince años- de este sábado. Quiere que esté al pendiente de las mesas dulces, que no falte nada. No tengo problema con eso, por lo general los domingos estoy en la iglesia –soy parte del grupo de adoración; si, aunque no lo crean-, pero este domingo no habrá actividades, puedo trasnochar el sábado.

El evento del sábado es importante, Jorge lamenta que no lo hayan enviado a él, dice que pierde la oportunidad de conocer chicas. Es el cumpleaños de la menor de las hijas de un importante comerciante de la ciudad. Se ha gastado una fortuna en la fiesta y no ha escatimado en las mesas dulces, tienen de todo: desde mini-cupcakes, hasta mini pies de limón, pasando por barras de caramelo cubiertas de chocolate, las clásicas trufas, de todo. Personalmente no me entusiasma ir, pero el deber es el deber. Tengo cierta fobia controlable a los lugares muy concurridos, los grupos de personas me asustan. Me siento expuesto y sin defensa a cualquier circunstancia incómoda que se pueda presentar, me da ansiedad.

-Mamá este fin de semana no estaré en casa –le digo mientras ayudo a preparar la cena-. Tenemos un evento el sábado y estaré desde la tarde armando todo, lo más probable es que llegue el domingo ya bien entrada la mañana. Una vez se acabe la fiesta tengo que asegurarme de que todo lo de la pastelería se guarde y llevarlo al local.

-No te perdono que no me traigas torta –me dice entre risas.

-Tratare de hacerlo –nos reímos-. Por cierto, después de cenar iré a casa de Leonardo.

Recientemente Leo terminó con su novia. La cosa es que están separados y no terminaron en muy buenos términos, por extraño que parezca para ustedes fue ella la que metió la pata: Leo es increíble ¿ya se los dije? No vale la pena ahondar en detalles, es su vida personal. Yo sabía que tenían algo incluso antes de que me lo dijera, reconocía en él y en ella mis síntomas de enamoramiento –los mismo que yo alguna vez tuve hacia él-, pero lo verdaderamente complicado de todo es tener que apoyarlo, ayudarlo a sorprenderla en las fechas especiales; y ahora que están peleados, a hacerle entender que no está bien romper en malos términos, porque creo que los dos sentían algo real. Aunque le digo que no se apresure, los dos son jóvenes y tienen tiempo de sobra para madurar y saber qué es lo que quieren.

Sé que soy algo egoísta al sentir celos, pero no pueden juzgarme. Es normal, creo. Quiero decir; si amas, así no sea recíproco, no se puede evitar sentirte desplazado, así sea de un lugar que nunca fue tuyo. Se corre el riesgo de llorar un poco cuando te han domesticado. Algo así va esa gran frase de El Principito; y por desgracia a mí me han domesticado sin querer hacerlo en lo más mínimo.

-¿Cómo te fue hoy? –pregunto mientras nos sentamos en la sala.

-Tuve un prueba –me dice con una de sus acostumbradas sonrisas despreocupadas-, fue un desastre –se ríe un poco.

-Creo que la intención es volverlos locos –argumento entre risas-, por lo menos a algunos de ustedes. Solo les queda estudiar aún más. Así es la universidad, un campo de batalla.

Está pegado al teléfono, es normal en él. Aunque siento que hay algo más últimamente. Tal vez estoy simplemente imaginando cosas, o es mi intuición diciéndome algo, aún no sé; pero el tiempo me lo dirá. Bendito sea Alex –el vencido del frente de Leo- me llamó desde su casa. Necesito distraerme un poco de estos tontos pensamientos.

-¿Qué fue? –me saluda cuando cruzo la calle y chocamos los puños.

-Todo bien –miento cuando le respondo.

-¿Cómo está todo?

-En la lucha por la locha –respondo sonriendo.

Demos gracias a Dios por los amigos guapos y sexis. En ocasiones distraer con los ojos al alma de sus preocupaciones es necesario. Alex es un amigo desde hace años –debería comenzar a buscar amigos feos para ser yo el guapo-, siempre que me necesita (como buenos amigos) estoy allí y él igual para mí.

-¿Qué harás más tarde? –me pregunta.

-No sé, ahorita ayudo a Leo con unas cosas para la universidad.

-Si te desocupas temprano pasa por aquí, necesito que me ayudes con unas cosas.

-Dale –le digo, la distracción fue muy poca.

Vuelvo a casa de Leo y nos sumergimos en mi computadora para terminar todo definitivamente.

-Este fin de semana no estaré en casa, tengo trabajo –le digo despidiéndome.

-Nos vemos el lunes entonces.

-Vale. Voy a casa de Alex a ayudarlo con algo. Nos vemos.

Le doy la mano para despedirme y cruzo la calle. Saludo a Jhon -el vecino perfecto: hermoso, alto, sexy, atleta- vive al lado de Alex, pocas veces he visto seres tan perfectos como él. Llamo a Alex con un grito. Responde con otro desde dentro y me hace saber busca las llaves para abrir.

Cuando estoy ya por fin en mi cama pienso en muchas cosas. Hablando con Alex me contó algunas cosas –que no tengo porque mencionar-, pero me hicieron pensar: ¿Por qué será que Dios –bíblicamente hablando que es la única forma en la que se puede conocer a Dios en las religiones monoteístas cristianas y sus derivadas y/o corrientes parecidas- no aprueba la homosexualidad? Lo explicare así: Un persona homosexual tranquilamente puede cumplir las leyes y doctrinas bíblicas –soy un ejemplo de ello- aún más que alguien heterosexual. Muchos jóvenes heterosexuales van a iglesias y repiten los comentarios homofóbicos de sus líderes, pero ellos "en secreto" hacen –por voluntad propia- muchas cosas en contra de los principios bíblicos que supuestamente predican; y aun así se creen con derechos de condenar a los homosexuales, que somos lo que somos no por decisión. ¿O realmente se prohíbe la homosexualidad, o era algo mas pero pro traducciones convenientes a lo largo de la historia se introdujo esa palabra?

Vale, no pretendo ser aquí portavoz de la comunidad homosexual. Es cierto que cada quien vive su vida como quiere y algunos lo hacen de una manera poco decorosa ¿pero acaso no lo hacen muchos heteros también? Me parece una absoluta falta de respeto decir que los homosexuales no tenemos derecho para hablar de moral. Pues, no quiero pecar por falta de humildad, pero yo la tengo. Hablaré por mi caso, mi único pecado es ser quien soy. A diferencia de ellos –que voluntariamente fuman, se emborrachan, mienten, no aman a su prójimo, critican y hacen un sinfín de cosas-, yo trato celosamente –y vaya que lo hago- de cumplir con todo, ser una buena persona. Pero eso no tiene ningún valor, quiero decir: yo seré condenado por algo que soy de forma involuntaria y que no puedo cambiar, algo que nació conmigo. Seré juzgado igual que cualquier otro que voluntariamente elige transgredir las normas.

-Sé que no soy quien para contradecirte –creo que hablo con Dios aunque nunca ha estado muy dispuesto a responderme en algunos asuntos muy vitales para mí-, pero no entiendo tus reglas de juego.

Me obligo a dormir, estos pensamientos suelen deprimir me mucho. No se puede ser homosexual y servir a Dios; algo tienes que sacrificar por el servicio, ese sacrifico es más grande del que cualquier otro heterosexual pueda hacer. Como también aplica a la inversa, no se puede vivir plenamente la homosexualidad y querer servir, sientes que no eres digno de hacerlo. En cualquiera de los casos sacrificas algo: tu paz espiritual. Los homosexuales no ganamos con las religiones, todas nos restan y nos rompen por dentro.

Dentro del ClosetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora