CAPITULO VII

3 1 0
                                    

No ha sido nada fácil esta semana. No sé por qué, pero cuando paso por una de esas crisis existenciales mis oídos están más atentos a cada comentario homofóbico -la vida se empeña a agudizar la crisis, o no quiere que la supere- o las personas parecen estar más a la defensiva con el tema y hacen comentarios llenos de ignorancia y malicia. Tal vez una combinación de las dos cosas: las personas comentan más y yo les presto el doble de atención. La cosa es que desde mis padres y hermana en casa, hasta mis amigos, compañeros de trabajo. Todo el mundo parece tener algo que opinar sobre un tema del que ni puta idea tienen.

José ha sido mi salvación esta semana. Su tranquilidad me contagia y me gustaría poder verlo más seguido, por desgracia –por nuestros horarios y donde vivimos-, no podemos vernos muy seguido. Creo que también me gustaría poder abrazarlo y llorar cuando lo necesite, pero creo que es pedir mucho a un hetero. A pesar de mi crisis existencial acepté salir con Simón el lunes en la tarde y saben, no me arrepiento. Es un chico increíblemente atento y educado, es bello por fuera y por dentro.

Me entere de que es bisexual, que no estaba en el país y hace ya casi dos años volvió. En una noche de farras conoció a la mamá de su hijo. Pasó lo que pasó y ella quedó embarazada, lo dejó con el niño pues ella no quería tener hijos en ese momento. Creo que eso me pareció hermoso, nada de aborto, nada de abandono, nada de que lo crie la abuela. El decidió quedarse y criar él a su bebé como padre soltero. Otra muestra de que en la sexo-genero-diversidad puede encontrarse nobleza de espíritu, cosa que algunos hombres heteros no tienen. No crean que esto es una manifestación en contra de la heterosexualidad; no, nada de eso. Solo es mi grito de desahogo espiritual, nada social, sólo espiritual. Sé que socialmente no hay diferencias conductuales entre gays, heteros, bisexuales y demás; solo somos personas tratando de vivir de la forma en que sabemos y creemos correcta.

Mi grito es espiritual, un grito de reclamo desahogado al Creador: allí está Simón, eso abominable delante de ti, quedándose para amar y dar amor a un ser inocente y vulnerable. Ese es mi grito en medio de mi rabia y dolor, en medio de mi frustración con la vida. Creo que después de hablar con Simón lo admiro más, lo respeto más, y lo deseo más. Creo que su ejemplo me muestra que en el mundo solo hay personas, algunas con más virtudes y otras con más defectos; pero al final de cuentas, personas. Fuera de toda espiritualidad o concepto religioso todos somos iguales, todos merecemos respeto, todos merecemos ser felices y que nuestra felicidad sea respetada, respete a otros, y aporte luz al mundo.

Me levanto temprano, este domingo si toca ir a la iglesia. Soy parte del grupo de adoración, toco la guitarra. La iglesia es como mi vida, una relación llena de contradicciones. Explicarla es complicada: un chico gay que sirve a Dios en medio de reclamos existenciales que él cree justos, y más aún viendo la conducta de los miembros de las iglesias, de esas que se hacen llamar hijos de Dios. Una lucha entre sentirse tan digno como otros de servir a Dios porque otros al igual que él fallan, y al mismo tiempo de no sentirse digno porque a diferencia de él, los demás hacen el pecado y él es el pecado. No sé porque comienzo a referirme a mi desde afuera, creo que por si hay alguien lee esto y se identifica, no lo sienta ajeno a sí mismo, ese "él" puede ser cualquiera que así se sienta.

Leonardo está aquí. Ya les dije que nos conocimos en la iglesia verdad. Pues como muchos de mis grandes amigos, a varios los conocí en mi infancia en esta misma iglesia. Aquí estoy rodeado de personas que para nada ven la homosexualidad con buenos ojos, pero aun así –y aunque me lastima- puedo aceptarlo, ya nada tiene que ver lo social en esto, todo esto es meramente espiritual y ortodoxo a la iglesia y la sana doctrina que predican. Debí salir tranquilo de la iglesia, lleno espiritualmente; y no es tan así. Cuando toco y canto puedo separarme, salir de mi mismo, solo soy yo y la fuerza creadora de Dios. En ese momento estoy en ese puente espiritual entre Dios y el hombre. Pero de nuevo alguien ha hecho comentarios cargados de desconocimiento sobre la homosexualidad, cuando salgo solo eso recuerdo con amargura y dolor.

Dentro del ClosetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora