CAPITULO II

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Llego a casa y estoy cansado, lo mejor será dormir. Pongo al tanto de mi día a mis padres mientras comemos en medio de con una conversación animada, vemos un momento la televisión y después de darme un baño me voy a mi cuarto. Allí está mi cama, demoniacamente tentadora. No resisto, la carne es débil así que me lanzo sobre ella. Nunca he sido de las personas que se duermen fácilmente, envidio a las personas sin crisis existenciales. Esos que tocan una cama y duermen enseguida. Yo debo antes poner en orden mis pensamientos y callar los gritos de mi interior, solo entonces consigo poder dormir. Además tengo el sueño muy ligero, es detestable eso de que cualquier cosa te pueda despertar. Gracias al cielo fue un largo día, estoy cansado y siento que me quedo dormido rápidamente.

La vida en casa comienza desde muy temprano. Es imposible dormir hasta muy tarde, por lo menos para mí lo es. Después de reunir fuerzas salgo de la cama, creo que estoy aun dormido cuando les doy los buenos días a mis padres y me meto al baño para darme una ducha y despertar. Algo queda de un tratamiento para el cabello que me estoy aplicando, me lo unto y me pongo un gorro térmico. Esos minutos de espera me servirán para pensar qué hacer. Es un día festivo: 24 de julio. En Venezuela celebramos el natalicio de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Concepción Bolívar Palacios –mejor conocido como Simón Bolívar: el libertador-. Es un día muerto: sin trabajo, sin clases, todo cerrará temprano y a menos de que te gusten las salidas nocturnas no hay más nada que hacer. Cuando salgo del baño escucho que alguien me llama fuera de la casa.

-Voy –grito desde la ventana, es Leonardo.

-¿Qué haces? –me pregunta acercándose.

-Salía del baño, me daba una ducha.

-Vamos a mi casa –me dice sin importar si tengo planes (me conoce también que sabe que no los tengo, o que para él, siempre estaré disponible: es mi mejor amigo)-. Necesito que me ayudes a hacer una presentación en PowerPoint para la exposición.

-Dame veinte minutos y estoy en tu casa.

Me sonríe y se aleja hasta montarse en su moto. Lo veo alejarse y me voy corriendo a mi cuarto. A Leonardo lo conozco de toda la vida, bueno, casi toda mi vida. Creo que yo tendría unos nueve años cuando lo conocí. Desde entonces, aunque no constante en presencia, siempre he estado con él. Es como ese hermano que nunca tuve, es mi mejor amigo y, he de confesar: fue mi primer y gran amor. Obviamente en secreto, jamás se lo dije, teóricamente soy heterosexual a los ojos del mundo; más aún a los ojos de él. Quizá siempre será mi gran amor imposible, solo espero encontrar a alguien como él en algún momento.

A Dios gracias porque somos vecinos y no tengo que elegir mucho la ropa. Algo bien cómodo, meto la portátil en el bolso y después de despedirme de mis padres cruzo la puerta para irme a la calle. El exterior; que cosa más intimidante para mí, nada como la seguridad de esos lugares a los que puedo llamar refugio: mi casa, la casa de mi abuela, la casa de Leonardo y antes, la iglesia (si, soy alguien muy espiritual). Son lugares donde me siento a gusto y cómodo, en la calle me siento expuesto.

-Leo –grito desde la acera frente a su casa y escucho que su mamá me responde.

-¿Cómo estás? –me pregunta mientras abre la puerta para que entre.

-Todo está bien –la saludo con un abrazo y un beso, su madre es como mi madres, su familia es como la mía-. ¿Los muchachos cómo están?

-Están bien gracias Dios –me dice mientras entramos a la casa-, ayer los vi. Leonardo, es Miguel –le gritó.

-Voy –fue la respuesta, estaba en su cuarto.

Como siempre muy ordenado. Tiene todo listo cuando llego, está la mesa y sobre ella están todas las guías, está su computadora y sus apuntes. A veces me gustaría ser la mitad de ordenado de lo que él es. No se hagan la idea de que soy un desordenado, no; pero soy solo un poco más ordenado que la media promedio. Él es un poco obsesivo con él orden, aunque nunca se lo he dicho así.

-¿Qué fue? –me saluda dándome la mano.

-Todo bien –le respondo estrechando su mano con la derecha, y dándole unas palmaditas en su brazo con la izquierda. Quisiera fundirlo con un abrazo, pero eso no tiene nada que ver con esta parte de la historia.

-Tenemos la expo mañana, y aun no realizo la presentación –este semestre ha estado bastante presionado-, necesito que me ayudes con las diapositivas.

-Conecto la portátil y nos montamos en eso.

El tiempo que paso en casa de Leo –que es mucho, a veces más del que estoy en mi propia casa-, lo disfruto mucho. Su familia es como mi familia, disfruto mucho estando allá y compartiendo con su familia -cuando están allá en su casa-. Los considero familia, y esta es por elección.

Creo que hay más valor en eso que en solo aceptar la que te toco porque sí. No crean que no amo a mi familia, yo amo ciegamente a mi familia, es más, creo que más de lo que es sano y no lo sabia hasta ya muy tarde. Pero no a todos –sí, lo dije- no pongan esa cara que ustedes también sienten lo mismo. Que no tengas las agallas para decirlo no es mi problema. Es un error si creen que uno debe aceptar y amar ciegamente a alguien solo porque es familia. ¿Qué es la familia si no un grupo de personas que tienen vínculos de sangre o legales?, eso no nos obliga a hacer esos vínculos afectivos. Ya me desvíe del tema principal. Lo que quiero decir, es que cuando hay una persona tóxica no importa si es familia, debes alejarte y sacarla de tu vida.

Les decía que disfruto mucho estando en casa de Leonardo y con su familia porque los considero mi familia. Últimamente he pasado mucho tiempo en su casa ayudándolo en algo para la universidad o simplemente hablando de la vida. Tenemos muchos puntos de vista en común sobre temas, y otros muy diferentes, pero de estos últimos ni hablamos. Se mucho de su círculo de amigos íntimo de la universidad –aunque no los conozco a todos en persona porque son diferentes a los míos-, sé sobre su vida familiar, sé sobre cómo va en las clases. Una relación de mejores amigos sana, como debería ser. Aunque no sé si él me considera su mejor amigo, para mí lo es. Tenía un tiempo que no compartía con él, desde que me había ido de la ciudad para hacer unos cursos extra matriculares.

Solía verlo en la iglesia, pero hubo un tiempo en que dejé de ir. No cabe explicar motivos por ahora. Después me fui de la ciudad, cuando volví un día me invitó a ir a la iglesia –hizo trampa porque era una actividad para llevar un amigo- fui y desde entonces nunca más la he abandonado (ya han sido un par de años desde eso). Ahora no solo compartimos en la iglesia, sino que vuelvo a estar en su casa; como antes, cuando éramos más jóvenes y su presencia la disfrutaba tanto como me atormentaba. Tanto compartir recientemente me ha hecho darme cuenta de que mi cariño hacia él no ha cambiado. Creo que es cierta la frase de esa canción: "...empiezo a pensar que el amor verdadero es tan solo el primero...empiezo a sospechar que los demás son solo para olvidar.". Otros chicos han llamado mi atención a lo largo del tiempo, me he enamorado; pero creo que nunca se siente lo mismo que se sintió durante el primer gran amor. Así nunca haya nacido y vivido, con solo pre-existir en una de las partes ya es intenso y eterno.

-El semestre es una locura –me dice mientras terminamos las diapositivas-. Queda casi nada y aún faltan muchas unidades por evaluar, nos quieren volver loco.

-¿Los muchachos cómo van?

-Sobreviviendo –me dice con una sonrisa-, todos estamos sobreviviendo.

Salgo de su casa y son casi las diez de la noche. Quedamos en vernos mañana en la tarde después de sus clases -y después de mi trabajo- en su casa, como siempre. Voy camino a mi casa sonriendo como un idiota –y vaya que eso es raro porque muy pocas veces lo hago-, caminado al ritmo de una canción muy alegre que mi corazón entona cuando estoy ridículamente feliz.

Dentro del ClosetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora