CAPITULO IV

2 1 0
                                    

Llegó el sábado. Tengo que vestirme un tanto elegante para la fiesta pero lo haré después, antes tengo que ir a llevar las cosas, montar las mesas y creo que lo mejor será con el uniforme. Carlos es uno de los encargados de hacer las entregas en la pastelería, quedamos en que pasaría a buscarme a las ocho de la mañana para ir a la pastelería y buscar todo para llevarlo al lugar evento. Al final me coloque un short blanco y la franela blanca con el logo el vinotinto de la empresa. Es lo más cómodo que puedo usar para trabajar, más aun si estaré cargando y moviendo cosas.

Como me arregle rápido me fui directo a la pastelería y le dije a los chicos que a las ocho nos veíamos allá. Son las ocho, ya estoy en la pastelería -puntual como siempre- y ni Carlos ni Jorge –que le pedí venir para ayudarme a montar y desmontar todo del camión- han llegado. Estoy un poco fastidiado y detesto estar esperando, más si lo hago sin hacer nada. Mis quejas existenciales contra las reglas del creador de anoche me están jodiendo el humor, tomo mis auriculares y decido escuchar música bien disfrutable.

-Nadie es digno –me riño a mí mismo-, no te pongas tú de espiritual y comiences a torturarte. Que los que juzgan y critican no se torturan a sí mismos por actuar como una mierda.

Un mensaje me corta la inspiración musical, tengo un WhatsApp: "Buenos días. Me olvidaste..."

Es José, un chico al que tengo muy poco conociendo pero tenemos mucha confianza entre nosotros, como si nos conociéramos de toda la vida. No se pongan creativos, estamos construyendo una relación de amistad. Aunque es cierto que tiene muchas características que me atraen de un chico: es alto, mucho más alto que yo –pero eso es normal cuando se mide un metro con sesenta y cinco-, usa el cabello largo, tiene muy buen gusto para vestir y tiene muy buen sentido del humor, además es cariñoso y amable al trato; pero sobre todo, me corrige sin miedo a que yo me moleste.

-"Hola. Buenos días. ¿De verdad lo crees?

-"No, solo quería hacerme la victima jajaja."

-"Hasta ahora se activan mis datos, no sé qué le pasa a la cobertura."

Me hacía falta hablar con alguien como él en este momento. La conversación fluye, no hay preguntas como tratando de obligarla a que se dé, no hay pausas incómodas donde ninguno tiene nada que decir. Estoy whatsapeando y ni cuenta me doy que Carlos ya está abriendo la pastelería, es Jorge el que me trajo de vuelta al mundo real con una palmadita en la cabeza.

-Toc toc –me dice cuando me quito los auriculares-, tierra llamando a Miguel.

-Lo siento, no te escuche.

-Estás enamorado.

-¿Qué dices? –pregunto cómo asqueado.

-Mira esos shorts –está examinando me-, ¿estás tratando de pescar a alguien en la fiesta?

-Un suggar daddy o una suggar momy no estaría mal, necesito salir de la pobreza.

Cuando llegamos al local donde será el evento lo primero es descargar las mesas, manteles, decoraciones y las neveras para los postres fríos. Creo que mi silueta delgada y mi pequeño tamaño hacen que las almas caritativas se compadezcan y se ofrezcan para ayudarme a bajar las cosas. Un chico alto y rubio se acercó, tiene su brazo izquierdo lleno de tatuajes, se ve tan rebelde y sexi.

-Hola –me dice-, ¿necesitan ayuda con eso? –señala el camión.

-Un poco de brazos extras no nos caerían mal.

-Soy Simón –me dice extendiéndome la mano-, soy el hermano mayor de la cumpleañera.

-Mucho gusto –estrecho su mano y un golpe de estática nos golpea y nos hace apartar las manos-. Estamos llenos de energía al parecer –le digo con una sonrisa –sus ojos verdes brillan mientras se ríe y me miran.

-¿Por dónde comenzamos? –pregunta Jorge acercándose.

-Jorge, él es Simón –se estrechan las manos-, es hermano de la cumpleañera. Simón, él es un compañero de trabajo de la pastelería.

Lo primero es bajar las mesas y las neveras. Ya casi toda la decoración está lista así que le pregunto a la encargada donde quiere poner las mesas, además de que necesitaré un lugar con electricidad cercano para las neveras. Cuando me ubican comienzo a decirles a los chicos como colocaremos todo. El trabajo fluye entre risas y conversaciones amigables y divertidas.

-Jorge –le digo cuando ya todo está en su lugar-, necesito que vayas con Carlos a la pastelería y traigan los postres. Yo me quedaré aquí sacando los manteles, las bandejas, las fuentes y todo para tener todo ordenado y para cuando ustedes lleguen solo colocar los postres.

-¿Cómo sé que debo traer?

-Tengo una lista –le digo buscando en mi bolso-, le tomaré una foto y te la haré llegar por WhatsApp.

-Vale –me dice alejándose.

Simón está a mi lado observando. Por alguna razón me siento intimidado.

-¿Necesitas ayuda con algo?

-Creo que no –le digo aunque me gustaría que se quedara, así sea solo para contemplarlo-, pero si necesito ayuda te aviso.

-Solo tienes que gritarme y estaré aquí de inmediato –por alguna razón siento que me coquetea, y me gusta-, o mejor, ten mi número –me extiende una tarjeta.

-Asesor de imagen y estilista –leo la tarjeta y vuelvo a observarlo. Demasiado masculino pensé, de nuevo pecando por juzgar apariencias y caer en tontos estereotipos-, no lo imagine.

-Soy ingeniero civil –me dice-, pero me dedique a la barbería que es otra cosa que también me gustaba, de allí evolucione un poco al estilismo en general pero solo de caballeros.

-Yo soy ingeniero petroquímico –le digo feliz de tener cosas en común-, pero me dedique a la pastelería y ahora míreme –hay un momento de silencio y me mira aunque no estoy seguro de que forma-, bueno me pondré a trabajar.

-Te dejo, nos vemos al rato en la fiesta.

-O antes, si te necesito para que me ayudes –le digo, yo también puedo coquetear; él sonríe y me levanta un pulgar mientras se aleja.

Cuando Jorge llega con Carlos y traen los postres ya todo estaba esperando. Los que necesitan ser conservados fríos los acomodamos en la nevera, el resto en sus fuentes debidamente tapados. Tengo todo listo justo a tiempo para cuando los padres de la chica llegan. Les explico detalladamente el menú de postres y parecen complacidos con las muestras que les di a probar. Les digo que necesito irme a cambiar de ropa para estar acorde al evento pues yo personalmente estaré para atender a los invitados que quieran algo del menú de postres. La madre de la chica –una señora muy guapa y arreglada, de ella sacó los ojos Simón-, me dice que no hay problema que ella dejará a alguien al cuidado de todo mientras yo no estoy. Me despido de ellos salgo del lugar.

-¿Te vas? –es Simón que bajaba de una escalera, colgaba unas lámparas afuera. Sin camisa el espectáculo es aún mejor.

-Necesito vestirme acorde al evento –le digo tratando de no bajar los ojos a sus brazos o pecho fuerte, sino mantenerlos en sus ojos-, más si hay un asesor de imagen que estará pendiente de los asistentes a la fiesta.

-Te estaré esperando para examinarte –me dice con una sonrisa de esas que desarman.

-Espero estar a la altura de sus exigencias –le digo mientras me alejo ya que Jorge y Carlos esperan en el camión.

Lo veo antes de subirme al camión, y por el retrovisor mientras nos alejamos y salimos del lugar. Él no se movió de allí hasta que cruzamos y nos perdimos de vista.

Dentro del ClosetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora