Una mezcla de sudor, sangre, lágrimas y vergüenza escurría de mi rostro. Siempre dijimos que la libertad tenía un precio, que no toda victoria se logra sin sacrificar algo... Pero ésto no era una batalla, era un suicidio.
¿Qué fue lo que falló?
¿Acaso la preparación que hicimos no fue suficiente?
Teníamos el oro negro, las armas enanas, los amuletos mágicos de las sirenas, totems de los farmlander, la bendición de los pyromorfos...
Pero nosotros no éramos suficientes, solo éramos humanos con ligeros aires de grandeza, pero volamos demasiado cerca del sol. Todo esto fue una inconmensurable perdida de vidas y recursos.
— ¡Demokratos!
Gritó una voz conocida, notablemente cansado y estresado, era mi viejo amigo Adam.
— ¡Aquí!
Me moví débilmente e intente recobrar la compostura. La visión se me nubla y no puedo distinguir bien a mi compañero, pero por fortuna él se acercó para ayudarme a levantar.
— Perdí a Leopoldo, no puedo encontrarlo.
— Adam, lo siento...
Dije, para acto seguido toser algo de sangre y resentir el dolor en mi interior.
— No hables ahora, debemos retirarnos.
Él me servía de muleta, a pesar de que ambos estábamos experimentando el mismo dolor.
Mi compañero sacó de su bolsa un pergamino y con sus ojos brillando en amarillo empezó a quemarlo, supe de inmediato que se trataba de un portal.
— Traje esto como último recurso, debemos volver con Jonathan... Mierda.
Maldijo Adam, mientras a lo lejos una figura deforme y negruzca, cuya aura de color violáceo parecía tragarse la luz alrededor. Sus ojos brillantes prácticamente apagaban la voluntad de vivir en la mayoría de seres, y su grito retumbaba en lo más profundo de tu conciencia.
— Espera, Adam, hay que correr antes de que esa cosa nos atrape.
Él solo me miró con una sonrisa, y con un chasquido abrió un pequeño portal en el pasillo de la fortaleza, para después empujarme sin más.
— ¡ADAM N-...
No pude completar la oración, hasta que me vi cegado por ese haz de luz mágico.
...
Desperté en un bosque bastante alejado del Urok, el monte dónde los Titanes guardaban su base de operaciones. Veía a lo lejos las columnas de humo y estragos que pudimos causar, pero honestamente no hicimos nada significativo.
Intenté levantarme, tenía algunas costillas probablemente rotas, mi hombro izquierdo dislocado, y bastantes heridas.
Tuve que arrastrarme hasta que pude apoyarme en un árbol.
Mi collar de sanación estaba roto, las espadas cortas que traía conmigo probablemente seguían allá, y mi armadura estaba cayéndose a pedazos, esto último era bueno, así no tendría que cargarla todo el tiempo, ni morir por intentar quitarla.
Cojeando tomé rumbo hacia la base, debía alcanzar a Jonathan antes de que este evacuara por completo nuestro cuartel.
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Athreia
FantasyEn los rincones más profundos de Athreia, donde los árboles susurran secretos y las estrellas guardan memorias ancestrales, dos hermanos, Robert y Ken, se embarcan en una travesía que los sumergirá en las sombras olvidadas. Aislados de su hogar, a l...