Capitulo 5 (Robert) - Sombras en el atardecer

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—Robert, debo irme...—

Aquellos ojos verdes estaban mirándome con la suavidad y calidez de una brisa de verano. Mi corazón latía de manera pesada y melancólica, las palabras se esforzaban por escapar de mi boca pero sencillamente no podía articular ninguna oración, sentía mi pecho colapsado y sin aire. Registré rápidamente el entorno y era el bosque tras la granja, estiré mi mano intentando alcanzarla; pero la chica pálida y pecosa sólo se alejaba, mientras se giraba para darme la espalda. Intenté alcanzarla pero tropecé estúpidamente, mientras el sentimiento de ahogo se hacía más fuerte.

Lentamente veía como ella se desvanecía en la oscuridad, empezando por sus cabellos azabaches ondeando en la fría tempestad que se formaba, fue entonces cuando desperté alarmado y agitado.

—Vaya...— Quisiera decir más, pero ya no vale la pena patear al caballo muerto.

Me levanté de mi cama, mientras me estiraba sin querer Longinos voló hacia mi mano, la lanza me movió un poco por el retroceso del vuelo. Siento que será un largo camino hasta que pueda perfeccionar el reflejo, pero, es raro... Se siente como si a veces viniera por cuenta de algo más. Gracias a esa pesadilla mi piel de gallina y corazón acelerado debieron llamar involuntariamente a la lanza, al menos eso quería pensar.

Abrí las cortinas del cuarto y fui cegado por mi triste ambición de querer tomar aire fresco, el sol efectivamente se encontraba brillando.
Decidí entonces tomar un cinturón de mi desordenado armario y colgar la lanza en él, así evitaría destruir algo en la casa, tampoco sabía la fuerza o inteligencia con la que el artefacto podría dirigirse a mí. Quien sabe, quizá acabaría atravesando una pared o algo ¿Sabe al menos decidir una ruta o solo toma un camino recto?

En fin, terminé de vestirme y bajé al primer piso, la casa estaba silenciosa así que asumí que todos se habían ido, me preparé un emparedado con algo de jugo de naranja en la nevera y empecé a comer sin mucho apetity. Pensé en la noche anterior, Papá había estado echando un ojo a Longinos conmigo y me felicitó bastante por el trabajo, aunque se sentía incómodo el hablar con él gracias al tema de la granja. El reloj de la cocina marcaba las 10:12 a.m y el sonido de sus manecillas me hizo quedar en cierto trance pensativo.

—La granja...— Sacudí mi cabeza en el instante —Debería dejar de hablar sólo.—

Una vez más, mi día estaba siendo arruinado por el menor inconveniente. Seguía sin explicarme cómo de la noche a la mañana Ken y yo debíamos soltar todo lo que teníamos aquí solo por el capricho del viejo. Digo, no era mucho, pero aquí crecimos. Era natural guardar cariño por aquello que en un momento representó un hogar, no?

Quiero a papá, y confío en él, pero no sé si esto sea recíproco. Nos había dejado sin voto a nosotros en una decisión tan abrupta, sin ninguna explicación y sólo se sostenía a la defensiva, no hacía sentido.
Tal vez un té después de trabajar ayudaría a los nervios.

Pasé unas buenas horas limpiando a los animales y poniendo todo en el rancho en orden, hasta que papá llegó ciertamente apurado. Supuse que no tardaría en venir la gente de Toffel por lo que ahora es de ellos. Por ahora podía ocultarlo, pero la sangre me hervía de solo pensarlo.

—Hey, Padre ¿Apurado para deshacerte de la familia? — Le comenté con sarcasmo mientras llegaba al pórtico trasero de la casa, lleno de tierra y sudor.

—Ahora no, Robert. — Me fulminó con la mirada, y sentí la necesidad de retroceder. Papá solo siguió sin más.

Suspiré y miré al cielo, quizá un baño me ayudaría con todo esto. Sinceramente era una situación desoladora, una tragedia siempre es peor cuando no puedes evitarla.

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