Una semana había pasado desde que Subin se quedó en el hospital, una semana en la que las visitas del azabache no faltaron y con sus visitas venía algún obsequio; Subin no le tomaba cuidado, pero si sentía agradecimiento de que al menos quisiera esforzarse por llevar una buena relación con ella.
Müller entro a la habitación mientras ella colocaba sus últimas pertenencias en el maletín, Müller observó la cesta de fresas que estaba junto a un pequeño ramo de rosas rojas. Su rostro cambio a uno de desagrado, tomó las fresas y las tiro al bote de la basura.
–¿Aún no le dices? –Subin la miró confundida– Eres alérgica a las fresas y odias las rosas.
–Al menos se esforzó –alzó los hombros con indiferencia–. ¿Qué sucede? No creo que hayas venido a despedirme.
–Para nada, solo vine a darte esto –le entregó una bolsa llena de medicamentos y vitaminas, con sus respectivos horarios–. Síguelo al pie de la letra y por favor –la miró con desagrado–, no vuelvas por aquí, odio ver a tantos hombres de traje y tu abuelo me pone de los nervios.
–Hare lo posible por no regresar, pero ya sabes cómo es –guardo la bolsa en el maletín y dió un suspiro–. Nunca sé cuándo intentarán matarme de nuevo.
Müller quiso acercarse y darle unas palmadas de aliento, pero no pudo, ellas no eran amigas y a penas rozaban el sentimiento de camaradería. No obstante, la conocía lo suficiente como para saber que muy pronto la tendría de vuelta.
Müller era unos años mayor que Subin, cuando ella estaba haciendo sus prácticas en el hospital, una chica de unos catorce o quince años hizo acto de presencia asustando a todos.
La pequeña estaba cubierta de sangre de los pies a la cabeza, una de sus manos tenía un cuchillo y en cuanto intento dar un paso se desplomó en el suelo, en ese instante nadie fue capaz de moverse a excepción de ella que sintió la necesidad de hacerlo.
En cuanto la examinó su rostro se lleno de temor, 'una niña así no debe tener estás cicatrices', pensó y rápidamente una camilla fue llevada.La puerta sonó trayendo a ambas a la realidad, Heeseung asomó la cabeza y la menor solo ignoro su presencia, Müller le explico lo de los medicamentos para que se lo notificara a sus padres; sí, ella conocía lo suficiente a Subin.
–¿Nos vamos? –Subin se puso de pie y tomó su maletín– Deja de ponerle quejas, no es mi papá.
–No se preocupe doctora, yo les diré –tomó el maletín–. No te preocupes yo lo llevo.
Por un instante Heeseung miró el cesto de basura y vio las fresas en él, su semblante cambió a uno mas serio y eso no paso desapercibido por ellas.
–Como sea –dijo él–, nos vamos.
–Por cierto, felicidades por el compromiso –les dio una sonrisa, Subin podría jurar que era la primera que veía en ella–. Vayan con cuidado.
Ambos salieron de la habitación sin decir ni una palabra, mientras cruzaban por el pasillo las miradas que las mujeres le daban a Heeseung fueron tan obvias que fue difícil pasarlas por alto, en esa semana el único tema de conversación había sido sobre el tipo apuesto que visitaba la habitación #119.
Heeseung tomó la mano de Subin hasta que llegaron al auto, se sorprendió que ella no quisiera pelear por eso; pero la verdad era que, Subin no tenía los ánimos de discutir con alguien que no entendía de razones.
El recorrido en auto fue igual, nadie dijo nada y ninguno busco un tema de conversación, por su parte Mikael sentía un terrible sudor helado bajando por su espalda ante tal incomodidad. ¿Enserio iban a casarse esos dos?
ESTÁS LEYENDO
Orgullo, temor y amor
FanfictionEn un mundo en el que un matrimonio arreglado es la única solución, un mundo en el que los que se odian se sacrifican, un mundo en el que... En el que podrás expirementar el primer amor. Ese es el mundo en el que Lee Heeseung y Park Subin viven, ese...