"El Rugido del Yale"

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El lunes, que había sido tan agitado como un mar en tempestad, se acercaba a su final. En el patio, la noche se extendía como un manto de seda oscura. Sin embargo, en el corazón del bosque encantado, una pequeña rubia, se encontraba bajo la sombra del sauce más grande, como era su costumbre, visitando a sus diminutas amigas que habitaban en ese árbol centenario.

Al llegar, Moon notó algo extraño. El bosque, que usualmente bullía de vida, se encontraba inusualmente silencioso. No había rastro de las habituales melodías de los pájaros ni el susurro de las hojas al viento. Intrigada, se acercó y levantó la vista. De repente, una pequeña hada emergió de un hueco en el tronco, su rostro reflejaba una mezcla de desesperación y miedo. El hada, con movimientos frenéticos, intentaba comunicar algo que Moon no lograba entender. La pequeña hada descendió hasta donde estaba y la empujó suavemente, como instándola a abandonar el lugar.

La rubia, desconcertada, les aseguró: "Está bien, regresaré otro día". Pero en ese preciso instante, un estruendo resonó en el bosque, parecía el rugido de una bestia. El hada, presa del pánico, voló rápidamente hasta la cima del árbol. Moon, aún sin comprender la situación, sacó su varita, preparándose para defenderse. Observó cómo los arbustos comenzaban a moverse, como si algo o alguien se acercara.

El cabello dorado y desordenado danzaba al compás del viento, y sus ojos grises se abrieron de par en par, reflejando sorpresa y miedo ante la intimidante presencia que se acercaba. Quedó boquiabierta al observar a un gran animal que parecía una cabra, pero del tamaño de un gran caballo. Tenía unos cuernos puntiagudos y móviles que parecían tener vida propia. Aunque sentía miedo, la curiosidad y fascinación se apoderaron de ella, manteniendo su mirada fija en la criatura.

La bestia, con un aspecto amenazante, se acercaba rápidamente a ella, apuntándola con sus enormes cuernos y emitiendo un ruido gutural, lo que la dejó paralizada. A pesar de tener la capacidad de defenderse, no quería lastimarlo.

De repente, un fuerte hechizo iluminó el bosque, atacando a la criatura. Moon abrió la boca en sorpresa y giró para encontrarse con Dracon, cuyo aspecto era tan amenazante como la bestia. Su cabello platinado se movía a la par con cada movimiento de su varita, y en sus ojos azules se reflejaban los destellos verdes que su varita emitía.

lo observo confundida preguntandose que hacia ahi aquel arrogante rubio, luego nego con la cabeza, sacando esos pensamientos y advirtio; "¡No lo lastimes! Es una criatura fascinante llamada Yale", exclamó, mostrando su asombro y confusión.

Dracon la miró con el ceño fruncido, claramente consternado. "¿Estás loca? Es peligroso, retrocede", le advirtió, sin apartar la vista del animal, que lucía aún más furioso.

El rubio lanzó otro hechizo que hizo volar a la bestia unos pocos metros lejos de ellos. Moon observó la escena con preocupación, las pequeñas hadas del árbol encantado revoloteaban, aterradas por la presencia de la bestia. Dracon, aunque parecía dispuesto a lanzar otro hechizo amenazador, en su rostro se reflejaba un rastro de miedo. Moon comprendió que, a pesar de su fascinación por la criatura mágica, el tenía razón y se encontraban en una situación peligrosa. Cerró los ojos, se enderezó y movió su varita en un gran círculo, recitando con voz suave pero firme: "Protego Totalum", haciendo aparecer una gran barrera invisible que los protegía a ellos y a las hadas del ataque del Yale.

El animal, furioso, embistió la barrera con sus cuernos una y otra vez, intentando romperla. Dracon, asustado, tomó con fuerza la mano de ella y la empujó en dirección a la salida del bosque. "Vamos, antes de que pueda romper la barrera", instó. Ella asintió, preocupada y con un poco de duda. "Tenemos que informar a la dirección. Los animales del bosque están en peligro", terminó por decir.

Con el corazón latiendo a mil por hora, Moon y Dracon iniciaron su frenética carrera hacia Phoenix. A medida que avanzaban, los sonidos del bosque se intensificaban. El canto de los pájaros nocturnos llenaba el aire, mezclándose con el susurro del viento entre las hojas. Pequeños destellos de luz emitidos por luciérnagas iluminaban su camino, guiándolos a través de la oscuridad.

Sin embargo, no todo era paz y serenidad. A medida que avanzaban, podían escuchar el crujido de las ramas rotas y el estruendo de los arbustos siendo aplastados a su paso por el furioso Yale. El animal dejaba una estela de destrucción a su paso, desgarrando la vegetación y dejando tras de sí un rastro de caos. Dracon, con su altura y fuerza, llevaba la delantera, arrastrando a Moon tras él.

Luego de que el hechizo se desvanecio, Los sonidos de la furiosa criatura y el crujir de las ramas al romperse bajo su peso llenaban el aire, haciendo que el miedo se apoderara de ellos.

Moon, con sus piernas cortas, luchaba por seguir el ritmo de Dracon. Cada vez que miraba hacia atrás, veía al Yale acercándose más y más, su furia se reflejada en sus ojos brillantes y sus cuernos giratorios destruyendo todo a su paso. Sin embargo, las pequeñas hadas, valientes y decididas, creaban obstáculos en el camino del Yale, haciendo crecer ramas del suelo en un intento desesperado por ralentizarlo.

A pesar de su miedo, Moon no podía evitar sentir una punzada de admiración por las hadas. Su valentía y determinación eran verdaderamente inspiradoras. Sin embargo, sabía que necesitaban ayuda. Con un rápido movimiento de su varita, conjuró una serie de fuegos fatuos, pequeñas bolas de luz que se dirigieron hacia Phoenix, sirviendo como una señal de socorro.

Dracon, al ver la señal de ella, asintió con aprobación. A pesar de su miedo, sabía que tenían que seguir adelante. Con un último esfuerzo, apretó aún más la mano de Moon y aumentó su velocidad, llevándolos a ambos hacia la seguridad de Phoenix.

Mientras corrían, podían escuchar el rugido furioso del Yale y el crujir de las ramas al romperse. Sin embargo, también podían escuchar el murmullo de las hadas y el brillo de los fuegos fatuos, recordándoles que no estaban solos.

Finalmente, vieron a lo lejos las luces de Phoenix, un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Con un último esfuerzo, llegaron al castillo, exhaustos pero a salvo. Aún asustados por el suceso, y con las manos unidas, se quedaron jadeando en la entrada, esperando haber dejado atrás al salvaje animal.

Phoenix✨ Dracon Y Moon✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora