Katya Petrova
— Llegamos — anunció Lissa, saliendo del auto.
La seguí, observando atentamente el exterior de Golden School, la institución en la que anteriormente Cailin se encontraba estudiando.
Era un lugar común y corriente, pintado de color blanco y rojo, con puertas de madera e hierro. Todo se veía normal, muy normal.
Me estiré un poco mientras suspiraba, el cuerpo lo tenía entumecido gracias a las horas que me encontré sentada en el asiento conduciendo. Todo el camino fue reducido a un largo silencio incómodo que de vez en cuando era roto gracias a la constante pregunta de Lissa:
«¿Ya llegamos?»
Miré de reojo a la castaña, tenía una camisa holgada y un short de color blanco junto a unos zapatos deportivos. Aún con ropa casual se veía genial.
Estúpida.
Por otro lado, yo llevaba una camisa de vestir blanca y unos pantalones largos a medida de color beige, en mi brazo izquierdo llevaba mi saco del mismo color que el pantalón, sin contar que unos tacones de punta de aguja acompañaban mi vestimenta.
Antes muerta que sencilla.
En parte el dolor que tenía en los pies eran por los tacones, pero vamos a omitir ese detalle.
Suspiré, acomodando mi largo cabello que caía en cascadas por mi espalda, sin dirigirle mirada alguna a Lissa pregunté:
— ¿Vamos a entrar o nos quedaremos aquí viendo fijamente sin hacer nada?
Pude escuchar un bufido por parte de la ojiazul.
— Tu decides, querida.
Rodé los ojos, encaminando me al interior de la pequeña estructura. Toqué la puerta con mis nudillos, luego de hacerlo me limpié estos contra mi pantalón.
Al pasar de unos minutos alguien abrió. Era una mujer de como unos cincuenta años, su cabello canoso se encontraba amarrado en una coleta despreocupada, sus ojos color miel se encontraban detrás de unos lentes que de seguro usaba para ver mejor.
La mujer alzó una ceja, repasando nos a Lissa y a mí. Me crucé de brazos, mirándola con burla.
— Ustedes deben de ser Lissa y Katya — mencionó con desagrado, como si solo respirar le fastidiará. Sentí el ojo empezar a moverse de manera inconsciente, sintiendo un sabor amargo en mi boca solo porque haya dicho el nombre de Lissa antes que el mío.
— Petrova e Ivanova — le corregí.
— Usted debe de ser Margaret, es un placer conocerla — pude oír la suave voz de Lissa a mi lado, esta le extendió la mano a la de ojos mieles que se la aceptó con una sonrisa pequeña.
Maldita.
— Pasen — soltó, caminando delante de nosotras.
La señora caminaba como si el mundo fuese suyo, como si fuera únicamente intocable. Iba a soltar una risa de no ser por la voz de Lissa que evito que la llevara a cabo.
— Al menos trata de ser amable.
—¿Quieres qué mienta? — le pregunté, viéndola por primera vez en todo el viaje—. Pensé que no te gustaban las mentiras.
Ella se quedó callada, provocando una sonrisa triunfal de mi parte.
— Ni para mentir sirves — murmuró la castaña. La miré con recelo, apretando mis dientes de manera inconsciente.
— Por aquí — nos señaló Margaret una puerta—. Pueden pasar y sentarse, yo voy a buscar a el director.
Las dos asentimos entrando a la pequeña sala, Lissa se sentó en uno de los sillones de color megro desgastados, por otro lado yo me quedé parada de brazos cruzados, rogando internamente que este momento terminara lo más rápido posible.
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KUZNETSOV [Borrador]
Mistério / SuspenseMentiras y secretos abundan en ese lugar. Caras perfectas pero con pasados y presentes totalmente corrompidos buscarán la manera de encajar en ese mundo perfecto. Eso es lo que se vive en el internado KUZNETSOV. Miles de millonarios, empresarios, fa...