hacía el tren

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-¿y si nos vamos mañana?- dijo el Americano mirando entre los apañados lentes a la mexicana.
-¿mañana?, no lo sé Estados Unidos... Que haré con mi papá?- dijo la chica preocupada y viendo hacia el suelo.
-le puedes dejar una carta, por favor México, acaso no seríamos más felices en otra parte?, ¡piénsalo! Que nos queda aquí?-
-nuestras familias...- dijo la chica con pesadez

El Estadounidense se quedó callado, quizás no había pensado bien, pero que era más importante, Ser feliz o quedarse estancado.
Para él la respuesta era obvia.
Si bien el americano no tenía una relación mala con su familia, si sentía que le cortaban las alas poco a poco, él quería ser feliz y sabía bien que la única manera de serlo sería irse de ahí.

-México... Los dos sabemos que si nos quedamos aquí ninguno será feliz, realmente te quieres casar con Yugoslavia?- dijo tomando las manos de la chica
-no...-
-¡Vámonos de aquí! Ven conmigo por favor-
-Estados Unidos... Tenemos responsabilidades que atender aquí! Somos jóvenes pero no tontos, no estoy segura de que sea una buena idea, además no tenemos dinero ni destino- dijo la chica con los pies en la tierra.

-México... Tenemos que luchar por nuestra libertad! Nuestro sueño! No quieres cumplir tu sueño?-
-mi sueño... Es imposible-
-¿Cuál es tu sueño México? ¿Cuáles son tus anhelos?- dijo apretando las manos de la joven.

La chica lo vio a los ojos con ojos cristalinos, y la mirada suplicante.
-mi sueño es volver a ver a mi madre, ¡tener una familia unida! Y no tener que casarme con Yugoslavia- suspiro - yo también anhelo libertad, pero no es así de facil- dijo para soltarse de las manos del chico.

Era evidente las diferentes perspectivas que tenían los dos enamorados, el joven parecido a su padre era optimista y soñador, pero su mente estaba en las nubes, no media bien sus acciones ni sus consecuencias.

Por otro lado estaba la mexicana quien estaba más aterrizada en la realidad, quizás solo un poco más negativa que su amado pero sobrepensaba demás lo que conllevaba salir del pueblo hacia un mundo que no conocían.

La mexicana camino hacia el monte persiguiendo a la luna, inclinando su cabeza hacia arriba para recibir los rayos lunares. Mientras tanto el chico se quedó viendo la tumba de Don Serafin, no entendia porque la mexicana había cambiado de parecer si ya habían acordado que se irían, ¿porque cambiar a último momento? Estaba bloqueado.

-necesito tiempo para pensar- dijo la chica sin verlo
-¿Cuánto tiempo?- dijo viéndola
- no lo sé -
La chica empezó a bajar la colina que había subido, sin voltear a ver al de rayas, mientras tanto el chico no sabía si debía seguirla o dejarla ir, al final solo se quedó parado viendo cómo se marchaba.

El Estadounidense se sentó en el pasto del cementerio, ya se había acostumbrado a ese lugar y cada vez que lo veía se acordaba de ella.
No estaba enojado, para nada, solo estaba confundido y triste, primero se muere su confidente y después la chica que amaba lo había abandonado.

Se quedó un tiempo meditando lo que había pasado ese día y después se marcho a su casa.

En ese lapso la chica caminaba por todo el cementerio sin dejar de pensar, no podía dejar de pensar ¿Que se supone que tenía que hacer ahora? Irse con el amor de su vida y escapar de todo, o enfrentar las responsabilidades de su vida.

Las dos conllevaban un peso moral para México, una dualidad muy difícil. Siguió caminando hasta que se tropezó con una tumba, al levantarse solo la aprecio y empezó a llorar, sentía que la situación se le iba de las manos y no podía hacer nada para que todo fuera como ella quisiera.

No quería dejar esperando mucho tiempo a Estados Unidos para darle una respuesta pero no sabía que hacer.
La chica después de un rato se levantó, se secó las lágrimas y se fue a su casa a descansar aunque sea una hora.

Los días pasaron

Estados Unidos iba al cementerio para ver a la mexicana, pero está no estaba, no la encontraba por ningún lado, era raro pasar por eso. Ya no tenía ese apoyo que le daba Don Serafin, seguramente si aún estuviera le hubiera dado un buen consejo pero no estaba.

Se sentía tan perdido

El chico no recibía ninguna noticia de la chica por días, hasta que un día en el pueblo se la encontró, hicieron contacto visual, la chica llegó con él y sin dirigirle la palabra le dió una carta.

El Estadounidense se quedó parado sin hacer nada y abrió la carta que decía:
"Nos vemos en el cementerio está noche"
El chico volteo hacia donde se había ido la chica, pero está ya no estaba. Se quedó viendo hacia la multitud por un tiempo hasta que decidió irse a su casa.

El Fantasma enamorado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora