El Valcesito De Don Serafín

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Dos semanas después de la conversación de nuestros jóvenes, la tragedia llegó.

Un domingo en la Plaza de Hoomren, la muerte llegó de visita para llevarse a Don Serafín.
Fue en la tarde donde toda la gente, feliz, bailaba con las canciones del viejito, entre esa gente nuestros dos enamorados. Todos felices disfrutaban del Vals de la Orquesta que podía tocar hasta el amanecer.

Y ahí estaba Don Serafín con su acordeón disfrutando cada nota, viendo a la gente disfrutando de sus vidas, y justo después de terminar su solo, ocurrió.

Toda la gente corrió hacia el Señor, quien con una sonrisa había dejado este mundo. Los más alarmados fueron sus compañeros de Orquesta y por supuesto Estados Unidos y México.

Los dos Jóvenes apartaron a toda la gente, México estaba impresionada y le podía mucho lo que le paso a Don Serafín, pero el más destrozado era Estados Unidos, quien abrazo al Cadáver con lágrimas.

Don Serafín era como un abuelo para el, además de que le había enseñado a tocar el Violin y el Acordeón, especialmente el Acordeón...

Poco después se llevaron el cadáver a la Morgue. Tenían que preparar el cuerpo para el funeral, que sería en unos días después, pero por mientras la ciudad ya se había enterado de lo ocurrido.

Ya había caído la noche y Estados Unidos se fue a su casa, estaba destrozado, le podía mucho pero al menos tenía el consuelo que se había ido feliz.
El chico dio un suspiro antes de abrir la puerta.

-Que son estas horas de llegar Jovensito- dijo enfadada la Francesa. El Inglés sólo veía desde atrás.
El de lentes la miró con los ojos cristalinos.
-h-hijo... ¿Que ocurrió? - dijo preocupada la madre
-Don Se-Será-seráfin Murió... - dijo Rompiendo en llanto el menor mientras se cubría el rostro.
Su madre se acercó a Estados Unidos dándole un acogedor abrazo.
Inglaterra volteo la mirada y se fue.
-no te preocupes hijo... Ya está en un lugar mejor, iremos a su funeral para que te puedas despedir mejor ¿de acuerdo? - dijo tratando de consolar a su hijo.
Estados Unidos no dijo nada.

México llegó a su casa algo chokeada por lo ocurrido, entró a su casa y vio a su papá que ya estaba sentado en una silla.
La muchacha se acercó a su padre y se sentó enseguida de él.
-por lo visto tengo más trabajo-dijo casual el Español
La Mexicana se quedó pensativa.
- ¿todo bien hija? -
-si... Solo que fue algo impresionante... No me esperaba que muriera tan derrepente, todos sabían lo que iba a pasar, pero no tan pronto... - dijo la chica viendo el suelo
- así suele suceder hija mía, a veces sabes lo que sucederá tarde o temprano pero jamás estas preparado, a veces la muerte no avisa y llega de sorpresa -
México se quedó callada y reflexionando sobre las palabras de su padre.
-bueno, es una lástima... - dijo el español para retirarse.

La noche llegó y México fue al cementerio como de costumbre esperando al Estadounidense.
Finalmente eran las 12 de la madrugada pero el Estadounidense no llegó.
La chica decepcionada regresó a su casa, imaginando porque el Estadounidense no había llegado.

Pasaron los días y el Estadounidense no quería salir de su habitación, hecho bolita en su cama lloraba sin parar.
Francia tocó a la puerta y entró.
-Es hoy hijo...- dijo con lástima su madre
-... -
-te esperamos abajo hijo, tomate tu tiempo - dijo la Francesa para luego salir de la habitación.
El chico tardó un poco en animarse y cambiarse para ir al funeral de Don Serafín.
Se vistió y bajo con la cabeza agachada, no quería ver a nadie, solo quería volver a ver a ese viejito tocar de nuevo sus canciones.

Todo el Pueblo estaba reunido en la Plaza, esperando la Misa de la Catedral, todos reunidos, sin excepción, rogando por el alma del difunto.
Todos acercándose a ver el cuerpo maquillado y arreglado del fallecido, dando el respeto hacia Don Serafin.
Estados Unidos se acercó al feretro, soltando lágrimas sin parar, no podía verlo así, le lastimaba, le dolía pensar que ya jamás lo iba a poder ver; rapidamente salió de la Iglesia sin dejar de llorar.
Se sentó en una banca de la Plaza a observar el cielo que poco a poco se volvía un atardecer.

México fue a la misa y vio al Estadounidense pero prefirió darle su tiempo, quizás era lo mejor.
Cuando el Estadounidense salió de la Iglesia México lo siguió quería hablarle pero sentía que aún no era el momento adecuado, así que decidió marcharse hacia su lugar preferido.

Las horas pasaron y los hombres del pueblo cargaban el ataud de Don Serafín al cementerio para finalmente enterrarlo, detrás del ataud el pueblo lo seguía entonando el famoso Vals de Don Serafín.
Estados Unidos los escucho de lejos y decidió unirse a ellos.
Todas las voces unidas para recordar al viejo Don Serafín. Todos tenían una anécdota con él, pero nadie se podía comparar con la historia de Estados Unidos con el viejo.

Desde chiquito se había vuelto un buen amigo del Señor, eran amigos incluso se podía decir que eran familia. Como abuelo y nieto.

Ya iban llegando al cementerio todos reunidos para ver el entierro del ataud, expectantes del lúgubre ambiente del cementerio.
La tumba de Don Serafín había quedado muy cercana al viejo Árbol donde los dos enamorados se reunían, y justo en ese árbol estaba México quien se oculto atrás del tronco.

La canción que cantaba el pueblo había terminado, poco a poco la gente se marchaba a sus casas.
Antes de marcharse un amigo de Don Serafín le habló a Estados Unidos quien le dio el hermoso acordeón del difunto
-n-no puedo aceptarlo-dijo el chico
- él me dijo antes de morir que te lo diera-dijo el mayor entregando el Acordeón para luego despedirse.

Ya no quedaba nadie, solo la tumba, él y ese acordeón.
México se asomaba lentamente de detrás del árbol curiosa de lo que haría el de lentes.
El chico cerró los ojos y empezó a tocar una melodia que le había enseñado su maestro. La chica lo veía con los ojos iluminados por tan bella melodia, poco a poco se acercaba para apreciar mejor el sonido de la música.

El joven finalmente había terminado, con lágrimas en sus ojos y un sentimiento de tristeza pero calma; volteo hacia un lado ya que sentía la mirada de alguien.

-eso fue hermoso-dijo acercándose al joven
El chico la vio con los ojos cristalinos, dejó el acordeón con cuidado en la tumba y se abalanzó hacia ella con un  abrazo, llorando a cántaros; la chica lo recibió y lo abrazo con todas sus fuerzas dándole caricias en el cabello para tranquilizarlo.

-ya se fue... - dijo el americano sin dejar de llorar
-a donde haya ido, creeme que hará de ese lugar un lugar mejor - dijo la chica sin dejar de acariciarlo.
Estuvieron así un rato hasta que el americano se calmo y vio a la mexicana a los ojos.
-y si... ¿Nos vamos mañana?

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