Neo estaba de pie en la cima de la montaña absorto, donde una vez, esperó morir. Recordaba ese día con toda claridad. La puesta del sol seguía siendo la misma sombra de ópalo de fuego.
Por Mark, había depuesto las armas y resignado al castigo de Zeus. Hoy, no podía pensar en un lugar mejor para declararse ante él que éste, el mismo sitio donde todo había comenzado.
Giró para encontrarlo a su lado, con un vaporoso traje blanco y flores prendidas en su claro cabello. A pesar de que las diosas y dioses no tenían bodas parecidas a las humanas, quería hacer algo especial para él.
—Tú me has devuelto mi vida —dijo mientras lo tomaba de la mano. Mark le besó los nudillos lastimados.
—Me parece justo puesto que no hubiera tenido absolutamente ninguna si no hubieras encontrado tu corazón y me hubieras salvado.
¿Quién hubiera pensado alguna vez, que un simple acto de bondad le llevaría por este camino?
¿Llevarle hasta él?
Incapaz de decirle lo que estaba en su interior, se puso sobre una rodilla.
Mark estaba embelesado por las acciones de Neo. Cubierto con su armadura negra, levantó la mirada hacia él con esos duales ojos coloridos. Con su blanco cabello despeinado por la brisa, era increíblemente guapo.
—No tengo mucho que ofrecerte, mi Señor. Pero me comprometo a ti. Siempre.
Las lágrimas nublaron sus ojos.
—Eso no es verdad, Neo. Tienes mucho que ofrecer.
—¿El qué?
—Todo lo que es bueno en mi vida es por tu causa. Y yo juro por tu madre Styx, que nunca te lastimaré. Que nunca te traicionaré.
—Y yo juro por mi madre que cada día que vivas sabrás lo mucho que significas para mí.
Mark sonrió.
—Bien, porque ha sido bastante difícil sobrevivir a este cortejo. Me estremezco al pensar lo que tendría que soportar al enamorarme de alguien más.
Él arqueó una ceja ante eso.
—¿Disculpa?
—Me oíste. —Se arrodilló frente a él—. Ahora dame un beso y muéstrame tu sinceridad.
Una risa profunda salió de la garganta de Neo.
—Señor, llévame hasta tu cama y te mostraré mucho más que mi sinceridad.
—Bueno, en ese caso... —Mark los llevó de regreso a su habitación donde podrían estar desnudos en la cama.
Después de todo, los votos no significan nada sin consumación.
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Nonnie hizo una pausa cuando entró en las oficinas de Kao. El Oneroi estaba solo, observando por las ventanas, hacia el mar.
—¿Necesitas algo? —preguntó sin volverse hacia ella.
