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Capítulo 7

El despertar de la Magia.

....

Salto de tiempo.

Las relaciones y los lazos iban en progreso. Cada día y cada semana era una brecha concisa para Harry, que a pesar de no ser el hablador que todos esperaban, jugaba entre la indiferencia y extrema delicadeza con la cual encantaba a los estudiantes.

Habían noches particularmente pesadas donde lo único que rondaba por su mente eran las memorias de su otra vida. La consecuencia de aquello era la baja en sus horarios de sueño. Y en días como hoy, que solo quería dormir un poco más, estaba algo más afectado.

—Harry.

El nigromante suspiró, sin abrir los ojos desde la comodidad de su cama. La insistente voz de Draco se filtró en su cabeza una y otra vez, hasta que, con un pequeño respingo, cedió y abrió un ojo, interrogando en silencio.

—Dijiste que hoy practicaríamos vuelo. —Sonaba impaciente.

Se hundió más en su almohada, lamentando el día en que Lucius Malfoy decidió que regalar escobas a niños de PRIMER año era una idea genial. Y ahora, a las cinco de la mañana, Draco estaba decidido a volar.

Malditos los Malfoy.

—Draco, son las cinco de la mañana. —Gruñó adormilado. —Duérmete.

Pero Draco estaba ya contaba con otros planes parado en los pies de su cama; tan erguido y motivado que terminó perturbandolo.

—Es la hora perfecta para montar una escoba —declaró, y antes de que pudiera protestar, Kai se unió al alboroto, arrastrándose desde el escritorio y siseando palabras de aliento.

Entre los dos, lograron arrancar a Harry de la cama y, con una promesa de resolver "unos asuntos", lo empujaron hacia la aventura matutina.

—Si Albus o McGonagall nos descubre, diré que es tu culpa. —Amenazó, acomodando su suéter.

El bosque prohibido era frío en las mañanas, fue inteligente venir con ropa de este estilo. Por otro madl, a paso muy lento lo seguía Malfoy, temblando y castañando los dientes.

—¿Deberíamos empezar? —Draco intentaba ocultar su entusiasmo.

Aún siseando, comenzó a instruir al rubio. Enseñó lo básico primero; Accio escoba, arriba, y la escoba de Draco obedeció, elevándose con gracia. Las instrucciones eran claras y precisas, y Draco, con la habilidad innata de un Malfoy, seguía cada paso a la perfección.

—Ahora intenta seguirme el paso. —Se elevó en su propia escoba.

Draco lo siguió, dudando unos segundos antes de estabilizar el equilibrio de la escoba. Sonreía espléndidamente.

—Oye, Potter. —Llamó altanero. — ¿Qué tal una carrera a la torre?

Harry frunció el ceño.

—No empieces con tus estupideces.

La negativa rozaba lo insano, aunque una parte de él anhelaba ceder a la tentación de la competencia. Hace años no sentía el placer de volar competitivo. Tristemente, se le pasó en menos de un minuto cuando vio que Draco ya estaba en movimiento.

—¡El último en llegar debe juntarse con los leones!

El corazón de Harry s aceleró por la carrera y el temor repentino que lo embargó al ver al joven mago despegar sin precaución, como un halcón en picada.

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