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Capítulo 8

Piedra filosofal.

...

Tic.

Tac.

Tic.

Tac.

—Estás fallando miserablemente en esto—, susurró su fiel amigo, su tono quebrado por la decepción.

—No digas nada apresurado. —Replicó apenas.

Observaba, con una mirada que traspasaba las paredes y una posición erguida, el grupo célebre del niño que vivió. Jóvenes intrigantes que desafiaban el destino con su mera existencia y su gran pavoneo.

Ese no era su destino. No fue aquel que dibujó en un camino lleno de espinas, sangre y sudor. No estaba tomando una personalidad moldeable, no era alguien fácil de manipular. Su marioneta no estaba dando la talla que esperaba. Era un ser con voluntad propia; que a cada decisión inesperada, lo implicaba en un mar de consecuencias.

Se equivocó.

Alteró sus acciones hasta el punto de volver sus planes irreconocibles. Sin pies ni cabeza. Sin una hilacha para aferrarse y seguir trazando una historia. El tiempo estaba contra él, y pronto, muy pronto, el mundo también lo estaría.

—¿Qué harás con el Mocoso, Albus? —El hombre comenzaba a perder la paciencia.

Se separó del umbral, susurrando más palabras irracionales entre dientes; gruñendo y maldiciendo, tan angustiado que apenas era consciente del desliz en su personalidad.

—La piedra filosofal. —Dijo de pronto, estancando su propia respiración para dar paso a la oración.

—¿Albus? —Masculló.

Albus habló resuelto, firme, como si ese simple objeto fuese capaz de unir todas las grietas en sus planes.

—Oh sí, es excelente. Harry volverá al lado del bien. Lo juntaré con esa Muggle, Hermione, y el Weasley. Sí. —Albus giró sobre su eje con una elegancia y caminó a su oficina.

Moody miró en muchas direcciones, su único ojo mágico girando frenéticamente, buscando en su paranoia si alguna alma estaba siendo testigo de su conversación. La sospecha y el temor eran sus eternos compañeros, y en ese momento, su presencia era casi palpable.

—Debemos hacerlo rápido, Albus. No te queda tiempo. —Recordó, señalando el pecho de Albus con un dedo tembloroso.

Allí residía una gran mancha negra, profunda como una cortada de espada, y podrida como la de un cadáver andante. La maldición lo estaba asesinando lenta y dolorosamente, y cada latido era un recordatorio de que su tiempo se agotaba.

—Hoy mismo, Harry Potter conocerá su verdadero propósito.

...

—¡Shht! —Harry escondió su cara en la bufanda.

—Harry, deberías tomar alguna poción antes de que resfries más. —Pansy miró preocupada al menor.

A veces tenía el comportamiento de un héroe, siempre anteponiendo a todos antes que a sí mismo.

Harry negó, y una sonrisa torcida adornó su rostro.

—No estoy resfriado, Pans. Solo es el polvo de estos viejos libros.

—Has estado así todo el maldito día. ¿Dirás que es el polvo también? —Draco sentía que una tercera cabeza la energía desde el hombro. Estaba que explotaba de la irritación.

TeethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora