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Capítulo 15

Fin de las petrificaciones.

—Tom. 

La silueta apenas visible del joven apareció en el salón de pocionesi. Severus bufó.

—Harry... ¿Sev? —Murmuró incómodo.

—Riddle.

Ambos magos oscuros se miraron durante largos minutos, inspeccionando y reconociendo los cambios. Claramente uno más hastiado que el otro, y con mayor resentimiento.

Para nada era Severus.

—Haz.. cambiado.

—¿Eso importa? Te llamaron para pactar un plan, no para recordar el pasado.

Tom guardó silencio sabiamente. El pocionista siempre fue el Mortífago más disciplinado y fuerte de sus filas. Retarlo ahora es, en efecto, la peor decisión.

—Ya tengo el diario, Tom. —Llamó Harry, cambiando el tema.— Terminaré los ataques de Erza. Su última víctima será Granger.

Severus alzó una ceja.

—¿No es tu amiga?

—Lo es. —Corroboró. —Pero tengo unas... sospechas que debo aclarar. Digamos que es por un bien mayor.

Silencio.

Uno que se prolongó durante minutos.

Demasiado, quizás.

—No digas eso, Harry. —Protestó Tom. —Nunca más.

Esto es incómodo.

—Dices eso una vez más y yo mismo te doy un cruciatus. —Severud sintió leves temblores bajando por su espalda.

El verdadero efecto mariposa era Harry. Decía y hacía cosas cuestionables que sólo ellos comprendían. Pero ser una mini versión de Dumbledore no era precisamente bonito.

La frase célebre del mago jamás debió posicionarse en los labios de Harry. De eso ni hablar.

—Solo hice un comentario. —Se quejó, sonriendo entre dientes.

De alguna manera tenía que romper la tensión, y al parecer, sólo la aumentó. ¿Por qué nada le sale bien? Si te dan un limón, has limonada, decían.

Se comió el limón y quedó con gusto amargo.

—De todas formas, ya encontré una manera más efectiva de cesar las réplicas de la petrificación. —Acotó Tom. —Más efectivo que la poción de Mandragoras. La amiga de Harry no tendrá que esperar mucho.

Severus bufó.

—Para algo debes servir.

Tom rodó los ojos. El hombre simplemente le faltaba el respeto, no fingía ni un poco de bruma. Simplemente era condescendiente.

—Severus. —Advirtió.

—Ese es mi nombre.

—Basta. —Gruñó Harry. El intercambio de los magos le resultaba estúpido. —Esto es una pérdida de tiempo.

—Lamento eso. —Murmuró Tom. —¿Costumbre?

—¿Por qué sería costumbre, Riddle? Nunca me incliné en tu nombre.

—Y aún así, tienes mi marca.

Severus alzó una ceja.

—¿Y qué con eso?

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