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Cuando las lluvias eran fuertes y los vientos fríos, un pequeño niño de cabellos burdeos había nacido.
Su ojos, semejantes a los de un rubi eran casi idénticos a los de su padre y sus cabellos rojisos hacian semejanza a los de su padre.
Pero nada en común con su madre.

Fue un 14 de julio el día en que nació el niño llamado Tanjiro  Kamado.

Su padre, quien se sentía honrado por la semejanza de su primogénito estaba muy alegre y no se despegaba del pequeño. En cambio, Kie, su madre, estaba todo lo contrario. Ese niño, quien no tenía semejanza alguna a ella le parecía un ser horrible.
Al no tener ni su cabello negro u ojos morados, ella no le prestaba atención.
Ver cómo Tanjuro, su esposo parecía encantado con el niño soltó un bufido.

No iba a reconocer a ese niño.

Al año, cuando el clima era fresco y calmado, una niña nació.
De cabellos negros y lisos, ojos rosas y mirada penetrante. Ella sí era hija de Kie.

Tanjuro, por su parte, fue muy dulce con la niña, aún a pesar de que está no tuviera parecido alguno con el. Era su hija.

Pero Kie, quien estaba dispuesta a que le pequeña Nezuko fuera su primogénita, haría todo para ello. No importaba que.

A las semanas del nacimiento de la pequeña, Kie, quien dejo en casa, con Tanjuro vigilando la, salió de casa junto con Tanjiro. Iba con la excusa de tener que hacer unas compras.

Camino hasta el bosque donde se aseguró de dejarlo escondido entre algunos árboles. Al final, después de asegurarse que algún oso o algo por el estilo lo vería, se fue no muy lejos donde monto una escena realmente creíble.

Bajo corriendo la montaña mientras soltaba lágrimas falsas hasta llegar a su casa donde entro casi callendo.

Tanjuro le recibió preocupado y cuando escucho las mentiras de la mujer salió corriendo en la dirección que había dicho.

Una vez allí, lo encontró...

Un cuerpo pequeño, de apenas un año estaba tirado en la nieve con lo que parecía ser sangre rodeándolo.
Sus cabellos rojisos apenas se veían entre todo.

Se agachó para tomarlo entre sus manos, pero antes de eso, se detuvo. No quería tocar el cuerpo de su hijo. Entonces, regreso a su casa con lágrimas desbordando por sus mejillas.

No le iba a contar a su esposa que había descubierto su mentira.
No le iba a decir que cerca de allí había escuchado los llantos de su hijo.

Nadie lo sabría.
Nadie lo haría.

He is my son, not yours Donde viven las historias. Descúbrelo ahora