||• Capítulo 3 •||

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- Míralo es el

- ¿Dónde?

- En el grupo ese, enmedio del chico alto y delgado de pelo obscuro y la chica rubia.

- ¿El de gafas?

- ¿Has visto su cara?

- ¿Has visto su cicatriz?

Los murmullos siguieron a Harry desde el momento en que al dia siguiente salió del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponian de puntillas para mirarlo, o se daban la vuelta en los pasillos, observándolo con atención. Harry deseaba que no lo hicieran, porque intentaba concentrarse encontrar el camino de su clase.

En Hogwarts habia 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar, después, habia puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad no eran sino sólidas paredes que fingian ser puertas. También era muy dificil recordar dónde estaba todo, ya que parecia que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y Harry estaba seguro de que las armaduras podian andar.

Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir. Nick Casi Decapitado el fantasma de la casa Griffyndor siempre se sentia contento de señalar el camino indicado a los nuevos estudiantes, parecía ser el más amable de los fantasmas, pero Peeves el poltergeist se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase, también les tiraba papeleras a la cabeza, corria las alfombras debajo de los pies del que pasaba, les tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, cogia la nariz de alguno y gritaba: TENGO TU NARIZ!

Pero aún peor que Peeves, si eso era posible, era el celador, Argus Filch. Harry y Theodore se las arreglaron para chocar con él, en la primera mañana. Filch los encontró tratando de pasar por una puerta que, desgraciadamente, resultó ser la entrada al pasillo prohibido del tercer piso. No les creyó cuando dijeron que estaban perdidos, estaba convencido de que querían entrar a propósito y los amenazó con encerrarlos en los calabozos, hasta que el profesor Quirrell, que pasaba por alli, los rescató.

Filch tenia una gata llamada Señora Norris, una criatura flacucha y de color polvoriento, con ojos saltones como linternas, iguales a los de Filch, patrullaba sola por los pasillos, si uno infringia una regla delante de ella, o ponia un pie fuera de la linea permitida, se escabullía para buscar a Filch, el cual aparecia dos segundos más tarde. Filch conocía todos los pasadizos secretos del colegio mejor que nadie que Harry conociera, y podía aparecer tan súbitamente como cualquiera de los fantasmas. Todos los estudiantes lo detestaban, y la más soñada ambición de muchos era darle una buena patada a la Señora Norris Y después, cuando por fin habia encontrado las aulas, estaban las clases. Había mucho más que magia, como Harry descubrió muy pronto, mucho más que agitar la varita y decir unas palabras graciosas. Tenian que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbologia, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendian a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debían utilizarlas.

Pero la asignatura más aburrida era Historia de la Magia, la única clase dictada por un fantasma. El profesor Binns ya era muy viejo cuando se quedó dormido frente a la chimenea del cuarto de profesores y se levantó a la mañana siguiente para dar clase, dejando atrás su cuerpo. Binns hablaba monótonamente, mientras escribia nombres y fechas. El profesor Flitwick, el de la clase de Encantamientos, era un brujo diminuto que tenia que subirse a unos cuantos libros para ver por encima de su escritorio. Al comenzar la primera clase, sacó la lista y, cuando llegó al nombre de Harry, dio un chillido de excitación y desapareció de la vista.

Una Historia DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora