||• Capítulo 5 •||

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En el gran comedor Harry no había celebrado en su vida una comida de Navidad como aquélla, un centenar de pavos asados,
montañas de patatas cocidas y asadas, soperas llenas de guisantes con mantequilla, recipientes de plata con una grasa riquísima y salsa de moras, y muchos huevos sorpresa esparcidos por todas las mesas, estos fantásticos huevos no tenían nada que ver con los flojos artículos de los muggles, que Dudley habitualmente compraba, ni con juguetitos de plástico ni gorritos de papel.

Harry tiró uno al suelo y no
sólo hizo ¡pum!, sino que estalló como un cañonazo y los envolvió en una nube azul, mientras del interior salían una gorra de contraalmirante y varios ratones blancos, vivos.

En la mesa de los profesores,
Dumbledore había reemplazado su sombrero cónico de mago por un bonete floreado, y se reía de un chiste del profesor Flitwick, a los pavos les siguieron los pudines de Navidad, flameantes.

Harry observaba a Hagrid, que cada vez se ponía más rojo y bebía más vino, hasta que finalmente besó a la profesora McGonagall en la mejilla y, para sorpresa de Harry, ella se ruborizó y rió, con el sombrero medio torcido.

—Feliz navidad Harry — Ron se había acercado a saludarlos — También a ti Theodore, feliz navidad.

—Feliz Navidad Weasley.

—Feliz Navidad Ron, el sueter de tu madre está muy lindo —Sonrio Harry mostrando la H del suéter que traía puesto—  Agradecele de mi parte.

—Claro, sin problemas, incluso si quieres darle las gracias tu mismo, puedes venir a mi casa, me dijo que te invitara venir este verano.

—Gracias Ron.. lo consideraré.

Cuando Harry finalmente se levantó de la mesa, estaba cargado de cosas de las sorpresas navideñas, que incluían globos luminosos que no estallaban, un juego de Haga Crecer Sus Propias Verrugas y piezas nuevas de ajedrez, los ratones blancos habían desaparecido, y Harry tuvo el horrible presentimiento de que iban a terminar siendo la cena de Navidad de la Señora Norris.

Harry y Theo pasaron una velada muy divertida, con una batalla de bolas de nieve en el parque, a la que se unieron Ron y sus hermanos, más tarde, helados, húmedos y jadeantes, regresaron a la sala común de Slyterin para sentarse al lado del fuego. Allí Harry estrenó su nuevo ajedrez y perdió espectacularmente contra Theo.

Después de un té con bocadillos de pavo, buñuelos, bizcocho borracho y pastel de Navidad, ambos chicos se sintieron tan hartos y soñolientos que no podían hacer otra cosa que irse a la cama.

Fue el mejor día de Navidad de Harry, sin embargo, algo daba vueltas en un rincón de su mente, en cuanto se metió en la cama, pudo pensar libremente en ello: la capa invisible y quién se la había enviado, se inclinó a un lado de la cama y sacó la capa, de su padre... Aquello había sido de su padre, dejó que el género corriera por sus manos, más suave que la seda, ligero como el aire «Utilízalo bien», decía la nota, tenía que probarla, se deslizó fuera de la cama y se envolvió en la capa, miró hacia abajo y vio sólo
la luz de la luna y las sombras, era una sensación muy curiosa «Utilízalo bien.»

De pronto, Harry se sintió muy despierto. Con aquella capa, todo Hogwarts estaba abierto para él, mientras estaba allí, en la oscuridad y el silencio, la excitación se apoderó de él, podía ir a cualquier lado con ella, a cualquier lado, y Filch nunca lo sabría.

Theo gruñó entre sueños ¿Debía despertarlo? Algo lo detuvo, la capa de su padre… Sintió que
aquella vez (la primera vez) quería utilizarla solo, salió cautelosamente del dormitorio, bajó la escalera, cruzó la sala común y salio, anduvo rápidamente por el pasillo, ¿Adónde iría? De pronto se detuvo, con el corazón palpitante, y pensó, y entonces lo supo, la
Sección Prohibida de la biblioteca, iba a poder leer todo lo que quisiera, para descubrir quién era Flamel, se ajustó la capa y se dirigió hacia allí.

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