19. No confiar.

520 95 14
                                    

— ¿Por qué tenemos prisa tio? — Hannah murmuró, tomando su mochila, metiendo en ella algunos colores y los dibujos que su tio Carlos le había regalado.

— Porque vamos a salir de aquí, cariño, pero si perdemos tiempo, no podremos lograrlo. — explicó, dándole una sonrisa, tomando solo una bolsa y metiendo en ella los documentos falsos de Hannah, suyos y de las gemelas, iba a necesitarlos para huir del país.

— ¿De verdad tio? — preguntó ilusionada, con sus ojitos brillando de emoción.

— Te lo prometí, cariño. — sonrió, sacudiendo su cabello. — Te llevaré a la playa.

— Y veré la nieve. — sonrió emocionada.

— Si, princesa, pero debemos salir de aquí primero.

— Vamonos tio. — exclamó, aun sonriente.

— Tengo que tomar a las gemelas, no podré tomar tu mano, ¿puedes sostenerte de aquí? — pidió.

— Si puedo, soy grande.

— Entonces vamonos de aquí cariño.

Charles tomó a las niñas, saliendo del sótano, atravesando con gran velocidad la casa.

Suspiró, abriendo la puerta, sintiendo de lleno la luz del sol golpearlos, dejándolos ciegos por un momento.

Hannah soltó una gran risa, extendiendo sus pequeños brazos, mientras las gemelas tapaban sus ojos con las manos.

Charles cerró los ojos, sintiendo lo caliente del sol golpearlo, era libre, ya eran libres al fin.

— Es caliente, tio. — sonrió. — Me gusta mucho.

— Lo se, cariño, pero tenemos que irnos. — le sonrió. — Lo disfrutaras cuando estemos en la playa.

— ¿A donde vamos ahora? — preguntó la niña.

— A un hotel, cielo. — explicó, alejándose tan rápido como podía de esa casa, no era seguro estar en la calle mucho tiempo, debía encontrar un lugar pronto.

Parecía que la suerte por primera vez estaba de su lado, pues encontraron un hotel pequeño apenas a unas cuantas cuadras de ahí.

El monegasco miró a Hannah, pidiéndole que fingiera que el era su padre, tal y como los documentos lo decían.

— Que lindas todas, ¿españolas? Joder tío, que bellezas ibericas. — la mujer de recepción intentó bromear, haciendo un acento español terrible, logrando hacerlos reír. — ¿Todas son tuyas?

— Si. — asintió, regalandole una sonrisa.

— Vaya que haces niñas bonitas. — sonrió hacia él, dándose el tiempo de escanearlo de arriba a abajo, notando algunas marcas y moretones en su piel. — ¿Estas bien? ¿Necesitas un doctor?

— No, yo... — negó, cerrando los ojos, fingiendo estar apenado. — En realidad, estamos huyendo de mi esposo, el bueno... Dejó de ser un buen hombre y sabía que si no huía ahora, tengo tres niñas, no puedo dejarlas solas.

— Oh querido, lo entiendo. — asintió, dándole una mirada de compasión, cayendo completamente en la mentira.

— ¿Podría pedirle algo mas? — murmuró el ojiverde.

— Claro, lo queue necesites.

— Si alguien pregunta por nosotros...

— No te conozco cielo, jamas te he visto. — le guiñó un ojo. — Ahora vengan, les mostraré su habitación, seguro que les encantará la hermosa vista.

Remember Me ||• Charlos •||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora