Arrepentimiento

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Rui caminó a paso lento, aún no llegaba a casa y ya se estaba oscureciendo. No había dejado de llorar desde que salió de la escuela, incluso unos profesores que estaban ahí se preocuparon de su estado de ánimo.

Tenía por lo menos siete llamadas pérdidas de su madre, ya que este no le avisó sobre su paradero, pero las ignoró todas, sabiendo que probablemente le espere una reprendida.

Ni siquiera en el camino había podido parar de llorar, la gente lo miraba con curiosidad y eso lo hacía sentirse más incómodo y patéticp. Cada cuanto limpiaba sus lágrimas sin éxito, ya que al instante volvían a salir más.

Se sentía terrible, su pecho dolía y le costaba respirar a causa del llanto, necesitaba consuelo, aunque sea un abrazo.

  Luego de un rato caminando como tortuga, llegó a su edificio, sintiéndose cansado al instante, quería llegar y tirarse en su cama a llorar toda la noche.

  Sollozó despacio y subió las escaleras a su departamento, antes de poder sacar las llaves, su madre abrió la puerta de golpe, se veía furiosa, pero al momento en el que vio a su hijo lleno de lágrimas se olvidó de su ira y la reemplazó con una fuerte preocupación.

— ¡¿Qué pasó?! — Preguntó preocupada mientras que entraba a la casa y abrazaba fuertemente a su niño.—

Rui solo seguía sollozando en el cuello de su madre, aferrándose al abrazo como si fuera el último.

  La progenitora suspiró aliviada al saber que el alto estaba sano y salvo en casa, entonces lo llevó al sofá para más comodidad, quitándole la mochila en el proceso.

— Bebé, ¿Qué pasó?— Habló con un tono suave mientras acariciaba su espalda y lo miraba con preocupación.

  A Rui le costó unos minutos hablar, pues el nudo en su garganta no se lo permitía.

— Tsukasa... Ya no quiere... Ser mi amigo.— Habló entrecortado por los sollozos y se hundió más en el abrazo de su madre.

— ¿Por qué? ¿Qué pasó? — Preguntó confundida al escuchar sus palabras, su hijo usualmente le hablaba mucho de ese rubio, pero ella no sabía que Rui en realidad estaba enamorado de él.

El alto no sabía que excusa inventarse, así que solo siguió llorando con mucha pena en el confortable abrazo de su madre.

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Eran las ocho de la mañana cuando despertó, había pasado gran parte de la noche llorando junto a su madre, quien lo apoyó y escuchó en todo momento. Se dio cuenta que era tarde para la escuela, pero aún así no se levantó, no tenía ninguna intención de hacerlo de todas formas.

Encendió su celular y lo primero que hizo fue entrar a su chat con Mizuki. Antes de poder siquiera escribir algo, entró su madre por la puerta.

— Buenos días, cielo.— Se acercó a su niño y besó su frente con cariño.— ¿Quieres ir a la escuela?

Rui hizo un puchero y negó con la cabeza.

— Está bien, luego justificaré tu inasistencia.— Suspiró un poco apenada.— ¿Cómo amaneciste?— Dijo al notar lo rojos e hinchados que estaban sus ojos.—

— Mejor que antes...— Le mintió con una sonrisa.—

— Que bueno que estás mejor... Casi no pude dormir de lo preocupada que estaba por ti.— Le acarició su mejilla con una sonrisa.—

Missing words • Ruikasa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora