Prólogo

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Toda su vida era una rutina, despertaba por el distante sonido de su despertador a las 6:00 de la mañana, se alistaba para ir a su trabajo con su mediocre traje de siempre y se dirigía a la cochera, donde su auto se encontraba. Luego de conducir, finalmente llegaba a las 7:00 de la mañana al banco en el que trabajaba, atendiendo a persona tras persona, así hasta que daban las 2:30 de la tarde, la hora del almuerzo, solo para volver a las 3:30 para seguir trabajando hasta las 5:00 de la tarde, dirigirse a su auto y conducir a casa, donde prepararía una sopa instantánea y finalmente se quedaría dormido en el mueble en una mala posición que le haría tener dolor de cuello a la mañana siguiente. No sabía para qué tenía cama.

Al menos así era casi toda su semana, con excepción de los jueves, y los fines de semana, claro, pero los jueves eran más importantes, era su día libre, y era el día en que se reunía con su mejor amigo, Daemon Targaryen, siempre que se levantaba a las 9:00 de la mañana y no a las 6:00 como acostumbraba a hacerlo, se encontraba con un mensaje de él, indicándole un lugar y una hora. Cuando llegaba, Daemon ya estaba esperándolo, y como siempre, estaba viendo su teléfono, luciendo increíble, con sus zapatos bien lustrados, su pantalón y camisa planchados, y su cabello algo desordenado que lo hacía ver irresistible ante cualquier mujer que lo mirase. Tenía celos, porque él no llevaba unos zapatos caros, ni un atuendo perfectamente planchado, en cambio llevaba unos tenis, un pantalón y un polo deportivo, para verse más casual, una vez trató de ir formal, como su amigo, pero escuchó como unas mujeres decían que parecía una copia mal hecha, desde ahí nunca más intentó vestirse como él, al menos no en su presencia, no en un lugar en donde Daemon pudiera ver que estaba tratando de imitarlo, como siempre había hecho los últimos años, desde que se conocieron.

— Hola Daemon — y ahí estaba, la sonrisa perfecta de su amigo, sus ojos imposiblemente violetas — espero que no hayas esperado mucho.

— No te preocupes amigo, mientras te esperaba hablaba con Rhaenyra, como ya sabes, iremos de viaje a Dorne y está como loca preparando todo — y se rió, una risa contagiosa, brillante, pero para él, la peor cosa del mundo, aún más si esa era la razón por la cual se levantaba cada noche, sudado, asustado luego de haber tenido una pesadilla donde esa misma risa se burlaba de él, haciéndolo sentir tan pequeño y relevante como una asquerosa cucaracha.

— Me imagino, ¿Cómo están los niños? — no quería escuchar a Daemon hablar de su hermosa mujer y lo buena que era, en todos los aspectos.

— Están bien, Visenya sigue en clases de ballet y Viserys en equitación, nada nuevo — lo mejor para los hijos del mejor, pensó.

— Entiendo, mándales saludo de mi parte, en cualquier momento te iré a visitar — por supuesto que lo haría.

Y así eran los jueves, tomaban una botella de vino mientras conversaban de cosas triviales, Daemon como siempre, hablaba de las cosas que pasaban en su vida, los problemas en la empresa, lo estresado que estaba, pero luego cambiaba de humor y hablaba de lo hermosa y cariñosa que era Rhaenyra, de lo bien que Visenya estaba aprendiendo a manejar las puntas, de que a Viserys ya le tocaba montar un caballo más grande, de que no sabía que regalo darle a Rhaenyra por su aniversario, pero al final siempre terminaba decidido en comprar una joya aún más cara que la del año pasado. Así de perfecta era su vida, nació en cuna de oro, heredó una empresa conocida a nivel internacional, se caso con una buena mujer, y tuvieron a la pareja de hijos perfecta. Lo envidiaba tanto, a veces, en lo más profundo de su habitación, dejaba a su imaginación volar e imaginaba que él era el que recibía la empresa, él era el que se casaba con Rhaenyra, se imaginaba como padre de dos preciosos niños, pero todo sería mejor, porque, en su imaginación, él era mejor que su amigo, y estaba convencido de que, si todo lo que era de Daemon, pasara  a manos de él, todo sería mejor, sería un mejor CEO, sería un mejor esposo, sería mejor padre, sería mejor amante.

En uno de esos días, en los que su imaginación estaba por las nubes, se daría cuenta de que quería ser como Daemon, no, él quería ser Daemon Targaryen.

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