Just like you

Capítulo 3

Cuando Rhaenyra despertó en la madrugada, no vio a su esposo a su lado, solo su teléfono en la mesa de noche.

Cuando Rhaenyra fue por el cesto de ropa sucia muy temprano por la mañana, llevó todo a la lavandería y empezó a buscar en los bolsillos de las camisas de su esposo.

Cuando Rhaenyra empezó a buscar en la camisa azul noche, y se dio cuenta de que había otro olor, mas empalagoso que cualquier perfume de ella, o de su esposo.

Cuando Rhaenyra se dio cuenta que no era la única camisa con esa fragancia.

Cuando Rhaenyra se dio cuenta de que todo empezaba a ir mal.

El repetitivo sonido proveniente del teléfono le hacía saber que su llamada aún no era contestada. Hasta que la voz de una mujer se hizo presente.

— Buenos días, se comunica con la empresa textil Valyria, ¿Puedo ayudarle en algo?

— Buenas — suspiró — soy Rhaenyra Targaryen, quisiera hablar con Daemon por favor.

— ¿Tiene cita? — la voz era neutral, pero tosca a la vez.

— No — se estaba empezando a estresar.

— Necesita una cita si desea tener reunirse con Daemon.

— ¿Disculpe?

— Con el señor Daemon Targaryen .

— No — estaba furiosa — no necesito una cita para ver a mi esposo.

El silencio a través de la línea se hizo presente por poco más de un minuto.

— Disculpe, pero no puedo hacer eso

— Señorita, estoy siendo muy amable con usted — el enojo se le notaba en la voz — si desea, comuníquese con mi esposo, él le dirá quien soy.

— Disculpe, pero no puedo correr ese riesgo, podría ser una mujer cualquiera haciéndose pasar por esa señora.

— ¿Perdón? — ya había tenido suficiente.

— Con todo respeto, si es todo lo que desea, me despido.

El sonido de que la llamada había finalizado le hizo enojar aún más, enojada, tiró el teléfono con fuerza al suelo.

Subió lo más rápido que pudo las escaleras hasta su habitación, dispuesta a cambiase e ir a la empresa lo más rápido posible.

Cuando llegó, bajó de su camioneta y caminó con tanta prisa y fuerza por el enojo que el sonido de sus tacones se podría haber escuchado hasta el último piso del edificio si no fuera porque estos no eran lo suficientemente altos.

Cuando entró, lo primero que vio fue a la recepcionista conversando con un señor de avanzada edad, sabía que era ella porque cada vez que la llamaba desde su teléfono personal nunca le contestaba como lo había hecho hace unos minutos, pero ahora que había llamado desde el teléfono de su casa, había sido completamente diferente.

— Señora Rhaenyra, que gusto verla — sonrió la mujer.

— ¿Cómo era que te llamabas? — su voz había salido gélida.

— ¿Perdón?

— Perdonada, ahora — suspiró — ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Mysaria, señora — le estaba viendo fijamente, y eso la hacía enojar aún más.

— Bien, Mysaria — botó su nombre con cólera atorada — ¿me puedes explicar por qué me contestaste de esa forma cuando llamé?

— ¿Era usted?