No había podido ni terminar de jugar el partido, me sentía demasiado culpable por el pobre chico, pero a la misma vez atraído por lo bello que era.
Su rostro parecía el de un hermoso ángel, los pequeños rulos de su cabello negro lo hacía lucir más hermoso, esos ojos oscuros que moría por mirara hasta derretirme y su piel blanca como la nieve, que pedía no tomar sol ni en invierno.
Su imagen quedó en mi mente todo el camino de regreso a casa, incluso su cara de enfado mientras se marchaba y luchaba con su perro para que no me ladrara.
Se había adueñado de todos mis pensamientos, tanto así que no recordaba cómo había llegado a casa de mis abuelos y me miraban extrañados.
— ¿Cómo te fue? Parece que muy bien, tu sonrisa habla por sí sola — dijo mi abuela mientras se acercaba a mi.
— Me fue muy bien, los partidos de Volleyball estuvieron increíbles — le di un beso en la mejilla y solté a Mango en el patio.
— Iremos a comer con los Browns ¿Quieres acompañarnos? Tal vez podrás conocer a su sobrino y podrán hacerse amigos.
— Claro iré, solo me daré una ducha para estar presentable — le sonreí para luego irme a la ducha.
Busqué el outfit más bonito que tenía y me lo puse, cuando salí de mi habitación vi como mi abuela tenía dos ollas sobre la mesa.
— ¿Y eso nonna? — pregunte confundido mientras me entregaba una.
— Llevamos esto para compartir, sabes que no me gusta llegar sin nada entre manos.
Sonreí al ver como mi abuela miraba orgullosa su comida.
Cuando los tres estuvimos listos, caminamos fuera de la casa y dimos unos pocos pasos más hasta estar en la entrada de los Browns. Allí nos recibieron con abrazos gigantes y sonrisas de oreja a oreja.
— Que placer volver a verlos ¿y Harry? — preguntó mi nonna mirando hacia todo lados.
— Está reposando, les dejo saludos. Hoy en la playa una pelota de Volleyball le dio en la cabeza y no se sentía muy bien.
— Que pena — dijo mi abuelo mientras pasábamos al patio.
No podía ser posible, golpe en la cabeza con una pelota de Volleyball y un pug dando vueltas por el patio. Había muchas casualidades o ¿yo solo lo veía así?
— Leo por favor ¿puedes llevar eso a la cocina? — me pregunto Erica con una dulce sonrisa y yo asentí con la cabeza.
Me dirigí dentro con la comida de la abuela y ahí fue cuando lo vi. Con el hielo en una mano y un paño blanco en la otra, cuando se dio cuenta de mi presencia y de quien era soltó el hielo.
— ¿Qué haces aquí? — lo escuche decir algo asustado.
— Vine a dejar la cena en la cocina — dije mientras dejaba las ollas en la mesada.
— ¿Por qué estás tú en la casa de mis tíos? — aún parecía perplejo, debía cuidar mi próximo movimiento para no cagarla desde el principio más de lo que ya la había cagado.
— Lamento no haberme presentado antes, soy Leonardo Bianchi, pero puedes llamarme Leo... soy el nieto de Antonio y Ada — dije con una voz muy suave, extendí mi mano en forma de saludo.
— Harry Brown, sobrino de Nick y Erica — aceptó mi mano algo desconfiado y le dio un apretón.
— Un gusto conocerte Harry, lamento nuevamente lo del golpe ¿te sigue doliendo? — le pregunté y con cuidado me acerqué un poco a él para levantar el paño y los hielos y colocarlos en su cabeza.
— Está bien, no es nada. Apenas es un golpe — dijo mientras él mismo sostenía los hielos.
— Insisto en que debes visitar un médico, puede empeorar, los golpes en la cabeza pueden ser graves.
— Tranquilo, fue simplemente con una pelota, no hay de qué preocuparse.
— ¿Por qué demoras... ¿interrumpo algo? — preguntó Erica con una sonrisa que no pude interpretar pero por el sonrojo de Harry entendí al instante porque nos miraba así.
— No para nada, es más, viniste justo a tiempo ¿donde guardas los analgésicos? Siento la cabeza estallar — dijo mientras se acercaba a su tía.
— Le dije que debería ir al doctor pero dice que no es necesario — dije mientras me movía para dejar pasar a Erica.
— Es algo terco, no lo vas a convencer muy fácilmente — dijo mientras le entregaba la pastilla y un vaso de agua a su sobrino.
Erica se marchó no sin antes regalarnos una sonrisa a ambos. Yo me quedé mirando como Harry tomaba el analgésico y seguía con el hielo en la cabeza.
— ¿Me dejas ver? — pregunte mientras daba un paso hacia el. Cuando asintió con la cabeza me acerqué aún más y removí sus cabellos —. Parece no haber nada, pero con el cabello así de largo es difícil ver el chichón, lo importante es que no hay sangrado.
— Si a mi me dicen don terco a ti te dicen don exagerado — río mientras dejaba el vaso en la mesa —. Gracias por preocuparte pero enserio estoy bien.
— Instinto de médico, aunque sea de animales, de igual manera lo tengo — sonreí y vi como sus ojos empezaban a cerrarse de más —. Ve a dormir, necesitas descansar, trata de evitar pantallas, te hará mejor.
— Gracias doctor animal, hasta mañana — me dio un beso en la mejilla y se marchó.
Yo me quedé viendo por donde se había ido mientras me tocaba la mejilla. Ahí donde sus labios se habían posado, sentía su calor, su esencia y aún podía oler el exquisito perfume que había sentido al acercarme a él.
Su cabello al tacto era tan sedoso como lo imaginaba, sabía que no tenía nada, solo quería encontrar una excusa para acercarme a él un poco más y no me arrepentía de nada.
Jamás olvidaré su sonrojo cuando comencé a observar mientras removía su cabello. Parecía tan apenado.
Sabía que el golpe con un balón podría llegar a provocar lesiones graves, pero él no presentaba ningún síntoma. Así que más tranquilo regrese con el resto de la reunión para continuar la cena.
La pasamos muy bien, los Browns seguían siendo igual de simpáticos que siempre y su hija era una dulzura. Esto se sentía como estar en casa.
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Como en los cuentos de hadas
RomanceHarry, un psicólogo desempleado, intenta escapar de su realidad y su familia, decide visitar a sus tíos para encontrar esa paz que necesita. Leo, un reconocido médico veterinario, huye de su soledad y decide hacer unas vacaciones improvisadas a ca...