Harry

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Las últimas tres semanas habían estado llenas de sexo, en cualquier lugar, incluso lo habíamos hecho asta dentro del mar

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Las últimas tres semanas habían estado llenas de sexo, en cualquier lugar, incluso lo habíamos hecho asta dentro del mar.

Pero ahora estábamos en casa de mis tíos, habían salido de compras con Sarah y con Leo nos quedamos solos en casa. Sabíamos que no era para jugar monopolio.

Los besos comenzaron antes de pasar por la puerta y continuaron hasta el sofá de la sala de estar. Donde me dejó y se quitó la camiseta.

— Cielo, deberíamos subir a mi habitación por si acaso — dije mientras intentaba recuperar el aire que sus besos me robaban.

— Tienes razón — me levanto poniendo sus manos en mi trasero y camino hasta mi habitación donde me dejó sobre la cama.

Me quito toda la ropa que traía y él hizo lo mismo. Ya sin ninguna tela que se interpusieron entre nosotros, comenzó a besar cada rincón de mi cuerpo.

Solo él sabía tocarme y besarme de esa manera, parecía conocer el camino perfecto para llevarme al éxtasis.

Aunque me encantaba estar bajo el disfrutando de sus caricias, había descubierto que me gustaba tener el control de la situación.

Quedé sobre él y con mis caderas comencé a hacer movimientos circulares sobre su polla que cada vez se endurecía más.

— Te encanta hacerme sufrir — dijo en un suspiro mientras sujetaba mis caderas para que no detuviera mi movimiento.

— Me encanta ver cómo con tan solo besarme se te pone dura — le susurre al oído y luego le deje un suave beso en el cuello.

Nunca detuve mi movimiento y sus manos no dejaban de recorrer mi cuerpo para hacerme sufrir a mi también.

Parecía tener una manía con mis pezones, le encantaba chuparlos, pellizcarlos e incluso morderlos. Esto me encantaba, me hacía tocar el cielo con las manos.

Estire un poco mi mano para abrir el cajón de la mesita a un lado de mi cama, pero Leo me lo impidió.

— Hoy seré yo quien tome el control, pequeño — en un movimiento ágil me dejo nuevamente debajo de él.

Se metió dos de sus dedos a la boca y los llenó de baba, para luego llevarlo hasta mi entrada y penetrante. Los movimientos de tijera que hacía con sus dedos dentro de mí hacían que mi erección creciera.

Cuando estaba lo suficientemente preparado para recibirlo, tomó un condón del cajón y se lo coloco.

Sin previo aviso se introdujo completo de una, haciendo que una pequeña lágrima cayera de mi ojo.

— Perdón, no medí mi fuerza — dijo mientras secaba mi lágrima.

— Tranquilo, estoy bien — suspire y comencé a mover mis caderas, él colocó sus grandes manos sobre ellas y comenzó a moverse.

Al principio tenía un ritmo lento y controlado. Pero mis labios no dejaban de pedir por más, haciendo que fuese más fuerte y profundo, tocando mi punto dulce una y otra vez.

Solo precisaron unas pocas estocadas más para eyacular en su abdomen. Aún así, él no se detuvo, siguió con sus estocadas profundas y rápidas por unos segundos, hasta que se vino dentro de mí echando la cabeza hacia atrás.

Se recostó a mi lado y me abrazó por la espalda, haciendo que me agurucara contra él.

— ¿Te he dicho que te ves extremadamente sexy cuando te vienes? Tu cara me da ganas de que sigas teniendo orgasmos — reí y dirigí mi mano a su cabello para acariciarlo.

— Tu cara también es extremadamente sexy, incluso me dan ganas de cogerte hasta quedarme sin una gota de semen dentro mío.

— Eres exagerado.

— No exagero, en serio me pones duro con solo mirarme, no entiendo como lo haces.

— Yo tampoco — reí y él también —. Necesito un vaso de agua — me levanté de la cama y lo mire —, ¿Necesitas algo?

— No gracias, aquí te espero.

Tome mi ropa interior y una camiseta que encontré tirada en el suelo y baje a la cocina. Abrí la heladera y saqué el agua.

— Sabes que, me arrepentí, si quiero agua — dijo Leo mientras bajaba la escaleras pero pude ver su rostro avergonzado antes de poder terminar de bajar las escaleras.

Miré hacia donde él miraba y pude ver como mis tíos nos observaban, a mi sin pantalones y a Leo sin camisa y con una bermuda.

Mis tíos comenzaron a reírse a carcajadas, daba gracias al cielo de que Sarah no estuviera allí en ese momento.

— La próxima vez nos avisan así demoramos más en llegar — río Erica mientras salía de la casa.

— Más te vale que lo cuides — dijo mi tío serio a Leo mientras seguía a su esposa.

— Deberíamos cambiar la forma en la que nuestras familias se enteran de lo nuestro — dijo Leo apenado mientras me abrazaba por la espalda.

— Mejor subamos a mi habitación antes de que Sarah también nos vea — lo tomé de la mano y lo guíe hasta mi habitación.

— Tendríamos que dejar de tener sexo en nuestras casas si no queremos que nos encuentren en pleno acto — río mientras me seguía abrazando por la espalda.

— Un hotel nos saldría extremadamente caro, deberíamos mudarnos directamente allí, no hay día que no tengamos sexo — reí mentas caminaba a la cama y me sentaba en su regaso.

— Eso es por que tu eres demasiado hermoso y no pudo evitarlo.

— Yo tampoco puedo evitarlo y menos si tu te insinúas y me besas como si no hubiera un mañana.

— Me aterra que no lo allá, por eso aprovecho cada segundo que tengo a tu lado — enterró su nariz en mi cuello y ahí se quedó, inhalando mi olor como si fuera una droga.

— Se que pronto te tienes que ir, para seguir con tu trabajo, pero prefiero no pensar en eso. Prefiero pensar que ahora en este momento estamos bien y disfrutando.

— ¿Cómo haces para vivir tanto en el presente? Yo no puedo evitar preocuparme por el futuro.

— Es fácil, no me emociona saber lo que va a pasar, me emociona lo que está pasando ahora. Estás hablando con alguien que no puede ver un futuro, porque nunca quiso uno.

— ¿Estás diciendo... — no lo dejé continuar y lo interrumpí.

— Desde muy pequeño se que son los pensamientos suicidas y no son para nada bonitos. Pero ahora, siento como algo cambio, algo que me hace querer un futuro.

— ¿Que te hizo cambiar de opinión?

— Tu.

⋆ ★⋆ ★

Como en los cuentos de hadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora