𝟎𝟓 | 𝐋𝐚 𝐂𝐚𝐬𝐚 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞

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05 | La Casa Grande

El piso de la terraza arde y Helena sabiamente decide cruzar sus piernas sobre la silla donde está sentada, en lugar de siquiera apoyar sus sandalias en el cemento

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El piso de la terraza arde y Helena sabiamente decide cruzar sus piernas sobre la silla donde está sentada, en lugar de siquiera apoyar sus sandalias en el cemento. Bien puede ser que todo el Palacio de Apolo irradia calor o es solo por el clima cotidiano de Arizona.

El té helado entre sus manos la alivia un poco y mira hacia el cielo. El sol está en lo alto, lo cual significa que está completamente sola, mientras Apolo se encuentra paseando en su carruaje. En tiempo anteriores, ella solía acompañarlo, luego de que Apolo le confesara que su trabajo es uno muy solitario. Cuando Apolo le ofreció ir con él, solo lo miró con desprecio.

Es injusta con él, y lo sabe. Los dioses le han desagradado para después compartir comidas en el Olimpo años después. Desprecia sus actos, pero baila con ellos en las fiestas. Les reclama el no estar allí para sus hijos y luego es la primera en sugerirles pasear por ciertos lugares, sabiendo que allí se enamoraran de algún mortal. El hecho de que los humanos mueren y el tiempo pasa, es la razón por la que al final regresa a compartir momentos con ellos.

O al menos así solía ser.

Pero su relación con Apolo terminó incluso antes de que Troya ardiera. La traición que sintió solo se compara con la que sufrió por parte de su esposo cuando su matrimonio era tan importante como la vida de sus semidioses. La diferencia recae que, pese a todo, ha vuelto a los brazos de Ares de vez en cuando, pero nunca ha podido ver nuevamente a Apolo sin que el rechazo surja en ella.

Hermes se retiró temprano esa mañana. Dijo que tenía que fijarse cómo se encuentra aquella mortal a la que protege. Helena cree que en realidad fue una excusa para dejarla a solas con Apolo. Hermes nunca ha dejado de insistir en una reconciliación, no importa cuántas veces Helena haya amenazado con también romper su amistad.

—Mi Señora, aquí tiene.

Una de las tantas sacerdotisas de Apolo le entrega una bandeja. Ha tenido la consideración, por instancias de Apolo de seguro, a ponerle la pócima en un vaso con sorbete y una sombrillita. Helena resopla, pero toma el vaso y lo bebe, mirando de mal modo a la mortal que se queda aquí. No duda que Apolo también le ha dado la orden de vigilar que tome el remedio.

—Te ayudará a canalizar tu energía —le había explicado, cuando estuvo más consciente—. Te he sentido… y no es nada bueno. Te excediste demasiado, no debes hacer uso de tus poderes al menos por unos días.

Qué humillante para una divinidad que le digan que no puede usar sus propias habilidades. ¿No es eso lo que la diferencian de los ordinarios mortales? Para rematar, Apolo, que no ha creído que ella se tomara en serio sus palabras, ha encantado su palacio para que no tenga manera de salir sin su permiso. Bien podría usar las sombras, pero en ese lugar donde el sol reina, no encuentra nada de oscuridad.

—Largo —le espeta a la sacerdotisa, dejando el vaso en la bandeja.

La joven, no mayor de quince años, le hace una reverencia, con su cabello rubio brillando tanto como el de Apolo. El dios es uno de los pocos que todavía sigue buscando sacerdotisas para atenderlo, como en Grecia.

𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚 | ᵖᵉʳᶜʸ ʲᵃᶜᵏˢᵒⁿ ᶠᵃⁿᶠⁱᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora