𝟎𝟎 | 𝐏𝐫𝐞𝐟𝐚𝐜𝐢𝐨

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00 | Prefacio

Su vestido blanco es salpicado por la sangre de su hermano

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Su vestido blanco es salpicado por la sangre de su hermano.

El corazón de Helena se rompe, aunque se ha rendido con él hace años y no ha encontrado ninguna forma de salvarlo de sí mismo. Puede sentir su alma saliendo del cuerpo sin vida y dirigirse al Inframundo. Ella interviene cuando un héroe suyo muere, para no tener que pasar por el juicio imparcial de Minos, y lo envía directamente a los Elíseos.

En este caso no tiene nada qué hacer. Su hermano no murió como su héroe, ni nunca estuvo cerca de ser uno.

Helena se pone de pie, pasa de largo del cuerpo de la mujer que se ha suicidado con veneno y se arrodilla cerca de su hermano. Lo mira con tristeza, porque siente que eso es su culpa. Si ella hubiera hecho algo más, si acaso le hubiera mostrado las consecuencias de sus actos, su hermano no habría acabado siendo un asesino, un genocida.

—¿Crees que él estaría orgulloso de mí? —Fueron las últimas palabras de su hermano.

Él. Hades. El padre de ambos. Helena caminó a su lado desde aquella mañana y tomó su mano cuando él sujetó con la otra la pistola. No cree que su hermano la viera, no cree que ni siquiera la haya sentido, pero, por supuesto, él supo que ella estaba ahí. Hades una vez se presentó, hace años, ante de él y le aseguró que su hermana lo protegería.

Helena piensa que Hades está orgulloso de él, mas no de ella. No ha podido protegerlo.

Se inclina y deja un beso en la frente de su hermano, sus propias lágrimas se deslizan por el rostro del hombre. Parecen hacer resplandecer su cara, pero sus ojos se encuentran ya sin vida. Ella le cierra los ojos y suspira. Su condición de Princesa del Inframundo le permite saber qué ha sucedido con su alma: no ha habido juicio, fue enviado directo a los Campos del Castigo.

Otro semidiós más al que no ha podido salvar.

Hace años no ha tomado un tiempo para el descanso. Su hermano no es el primero al que visita. Ha estado recorriendo, no solo Estados Unidos, sino también otros países, sosteniendo manos mientras sus semidioses agonizan hasta morir. A algunos, ella misma les ha arrebatado la vida, en un acto de piedad. Cada una de las muertes de sus niños, que en realidad son hombres con armas y poderes, ha sido llorada por ella.

No olvida sus rostros, ni sus nombres, tampoco cuando la luz abandonó sus ojos. Con su hermano se agrega otro nombre a la larga lista. Él es el número treinta y seis millones ciento ochenta y cuatro mil trescientos ochenta y dos. No será el último de la lista.

Helena, quien piensa que no hay nada mejor que ser la diosa de los semidioses, muere cada vez que uno de ellos cierra los ojos para siempre.

Las siguientes semanas son así. Ella, de casa en casa, de hospital en hospital, de calle en calle, estando ahí cada vez que un semidiós muere. Los mortales anuncian el final de la Guerra con un tratado de paz, pero no todos están contentos, no todos están satisfechos, y alguien termina perdiendo la vida cada vez. La guerra terminó, sus consecuencias no. Su vestido, blanco al comienzo del mes anterior, tiene el polvo de Japón y la sangre de los caídos.

𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚 | ᵖᵉʳᶜʸ ʲᵃᶜᵏˢᵒⁿ ᶠᵃⁿᶠⁱᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora