𝟎𝟗 | 𝐋𝐨𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐚𝐯𝐞𝐜𝐢𝐧𝐚𝐧

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09 | Los tiempos que se avecinan

El porche de la Casa Grande se está convirtiendo en un lugar habitual

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El porche de la Casa Grande se está convirtiendo en un lugar habitual. Helena toma asiento en una silla vacía, mirando con cierto aburrimiento a Dioniso y a Quirón jugar al pinacle. Las cartas nunca han sido su juego favorito.

Con una mano haciendo girar la A de oro imperial que lleva en su collar, piensa en lo fácil que sus semidioses la derrotaban en juegos así de simples. Tenía más ventaja cuando se trataba de armas o incluso de correr. Los juegos de carrera eran pan comido cuando solo tenía que aparecerse. Siempre ganaba. Al menos cuando no competía contra el de los pies ligeros.

Helena siente un sobresalto cuando escucha a Dioniso burlarse de Percy, que se acerca junto al sátiro. Guarda el collar dentro del escote del vestido y se inclina para examinar el rostro de Percy. Tiene ojeras bajo sus ojos y su cara se ve gris. No cree que haya dormido bien en la noche.

—Si de mí dependiera —está diciendo Dioniso—, haría que tus moléculas se desintegraran en llamas. Luego barreríamos las cenizas y nos evitaríamos un montón de problemas. Pero a Quirón le parece que eso contradice mi misión en este campamento del demonio: mantener a unos enanos mocosos a salvo de cualquier daño.

Helena pone los ojos en blanco, preguntándose qué habría estado pasando por la cabeza de Zeus cuando decidió mandarlo al Campamento Mestizo.

Ella agradece cuando se marcha, respondiendo al llamado del Olimpo. Puede imaginar a los dioses allí, organizando planes de guerra contra Poseidón, todos dando por hecho la inminente guerra. Ares, el más encantado con la situación, debe estar dándole de comer a los drakons que tiran de su carruaje, preparándolos para estar semanas y hasta meses trabajando sin parar. Basilia y Nicasio, ella les había concedido los nombres, porque Ares no se había molestado en hacerlo luego de siglos de tenerlos.

Un pequeño pinchazo de tristeza hace doler su corazón. Dejó a Ares, pero también a los drakons, los sirvientes fantasmas y el jardín de granadas, todo lo que había aprendido a amar.

Quirón toma la palabra luego de que Dioniso se marcha.

—Siéntate, Percy, por favor. Y tú también, Grover.

—El sátiro puede marcharse —interrumpe Helena—. No es necesario aquí. No tiene nada para aportar.

No tiene sentido ocultar el hecho de que Percy puede verla. Y le parece entonces correcto que el sátiro se marche, así los tres podrían tener una conversación de ida y vuelta. Mas Quirón le pide con la mirada que sea paciente y retoma la conversación, sin hacer mención en voz alta de su queja.

—Dime, Percy, ¿qué pasó con el perro del Infierno?

El niño mira a Helena un momento y se gira hacia el centauro para responder.

—Me dio miedo. Si no hubiera desaparecido, estaría muerto.

—Lo lamento, mi niño —suspira Helena—. Tiberius es un perro juguetón, que es malinfluenciado cuando es convocado para ser una amenaza.

𝐇𝐞𝐥𝐞𝐧𝐚 | ᵖᵉʳᶜʸ ʲᵃᶜᵏˢᵒⁿ ᶠᵃⁿᶠⁱᶜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora