Helena es la diosa de los semidioses, una desconocida para los mortales y un mito entre los mismos semidioses que cuida. Castigada en la Antigua Grecia por romper la leyes de los dioses, Zeus la maldice, evitando que cualquier mortal, incluidos sus...
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Una niña está entretenida jugando con su muñeca en una banca. Su padre mantiene la vista en ella, pero está concentrado en la llamada importante que tiene; algo sobre un rey de Esparta, lo cual le hace poner los ojos en blanco. Los mortales escriben mucho sobre los sucesos en la Antigua Grecia, pero la mayoría de la información que tiene es errónea. No es sorpresa, si realmente creen que ha existido un hombre llamado Homero.
Helena se pone de pie, acomodándose el chal de piel que lleva encima. Es verano, pero la reciente tormenta que ha cesado ha dejado un viento helado. Oyó algunos mortales decir que el cielo se ha vuelto loco y les da la razón. Deja las migajas de pan que le quedan en el piso, donde unos patos que ha estado alimentando se lanzan a ellos. Cuando se acerca a la banca donde la niña está sentada, ella ya ha dejado la muñeca de lado. El viento hace que sus cabellos castaños le tapen la cara.
—Creo que no me gusta New York —murmura hacia su padre—. ¿Cuándo volveremos a California?
Su padre le hace un gesto con la mano para que guarde silencio y continúa con la llamada.
La niña hace una ligera mueca de tristeza, haciendo que Helena le dé una mala mirada al hombre, que por supuesto él no repara. Como hija de un hombre ocupado, entiende esa sensación de soledad al no contar con toda la atención de su padre, como también el deseo de hacerlo sentir orgullo. Durante mucho tiempo Helena se esmeró para ser la hija perfecta de Hades, sintiéndose siempre a la sombra de su hermana Melínoe. La diosa de los fantasmas tiene más en común con el Señor del Inframundo que ella; para empezar, aún no se ha ido de su casa.
Después de las primeras cadenas de oro, lo que pensará su padre dejó de importarle.
Sin embargo, más que esa mirada, Helena no le hace nada al hombre. Es un buen padre, al menos lo intenta. La madre de la niña lo ha abandonado cuando ella era una bebé, dejándolo al cuidado de su hija recién nacida y un padre enfermo. Hizo lo mejor que pudo. Helena siente indiferencia hacia los mortales, pero pone especial atención en aquellos que tienen hijos semidioses, y juzga que este hombre es bueno con su niña.
—Dejarán el póster como está —habla el hombre a su hija, al colgar la llamada.
—El póster es ridículo, papá —responde la niña, alzando la vista hacia él.
—Lo sé. La película será un fracaso como ese póster —confirma el hombre, tomando la mano de su hija y también sujetando su muñeca con la mano libre—. Pero mira, pagará tu algodón de azúcar. ¿Quieres uno?
Cuando la niña sonríe, incluso los patos le prestan atención. En realidad, las pocas personas que se encuentran en el Central Park ese día le prestan atención, y algunas miradas no son inocentes. Helena es protectora con todos los semidioses, pero a los hijos de Afrodita los vigila de más cerca. Su belleza, incluso en la niñez, atrae interés no deseado, de personas con malas intenciones.
