Roier se tambaleó ligeramente y se agarró a la manilla de la puerta. Estaba tan furioso, que la cabeza empezó a darle vueltas de nuevo. En su interior, se sentía traicionado.
Su padre creía realmente que él era el responsable de que su marido se hubiera ido, porque no había usado sus «armas» para mantenerlo interesado en él.
Samuel nunca vería la realidad: los padres de Natalan nunca lo consideraron lo suficientemente bueno para su amado hijo, y de alguna forma él también llegó a
creerlo.-No éramos suficientemente buenos según el puto pendejo de Natalan y su familia: ni tú, ni yo ni Pepito... Esa es la cruda realidad: ¡no éramos suficientemente buenos! ¿Por qué no lo aceptas de una vez? -le increpó-. ¿Qué esperabas que hiciera, que estuviera eternamente agradecido porque el «señor médico» se fijó en mí, un simple secretario? ¿Acaso crees que tenía que haberme dejado pisotear por un anillo
de boda?-¡Eres tan bueno como él y lo sabes! -repuso Samuel desdeñosamente, empujando a Roier hacia el pasillo-. Tan sólo quiero que Pepito y tú no sufráis. ¿Qué daño puede hacer el que un padre quiera un buen hombre para que cuide de su hijo?
Roier miró a Samuel con los ojos brillando de rabia:
-Natalan no era un buen hombre, papá –contestó lentamente -, era un cobarde.
Pepito y yo estamos mucho mejor sin él. Las cosas no nos van tan mal: gano un sueldo decente, vivimos en una casita estupenda, consigo que gastemos poco y, además, me las he arreglado para tener algunos ahorros. Así que no nos va mal.-No, eso es cierto -negó Samuel, dándose golpecitos entre las cejas-. Pero trabajas demasiadas horas y no tienes suficiente tiempo para tu hijo. ¿Quién fue a verlo las tres últimas veces a la función del colegio?: yo. ¿No crees que Pepito preferiría que hubieras ido tú, Roier?
Roier se sentía culpable respecto a aquél y otros momentos, en los que había necesitado la ayuda de su padre porque él tenía que trabajar.
-Bueno, a lo mejor eso ya no pasa.
Estaba pensando en lo que Cellbit había dicho sobre que la gente tenía una vida
fuera del trabajo. Tal vez había alguna posibilidad de acudir a la próxima función de Pepito.El carismático dueño de Souza's and Stoughton Associates era un buen hombre, Roier lo intuía, incluso aunque su comportamiento fuera brusco. A lo mejor, durante su estancia en La Isla Quesadilla, podía hablar con él acerca de reducir su horario para tener más flexibilidad a la hora de atender las necesidades de Pepito...
Había cubierto de sobra su cupo de horas extra desde que Quackity tenía problemas; tal vez la empresa pudiera reintegrárselo haciéndole aquel favor...
Decidió que, tan pronto como se sintiera mejor, se reuniría con Cellbit para
proponérselo. Según las normas, debía presentar su petición en el departamento de Recursos Humanos pero, ¿por qué hacerlo así cuando podía hablar directamente con el jefe supremo?-Lo comentaré en el trabajo -le dijo a su padre-. Voy a tratar de modificar mi
horario para que sea más flexible, o algo así. No te preocupes, encontraré alguna
solución; lo prometo.—Sabes que no lo digo porque no quiera cuidar de Pepito, ¿verdad? Quiero tanto a ese niño como cualquier abuelo quiere a su nieto. Sólo que me parece que él y
tú necesitáis pasar más tiempo juntos. Crece tan rápido, Roier... y no quiero que te pierdas esos momentos únicos, porque ya no vuelven. Sólo quiero que los dos seáis felices.Roier lo abrazó con lágrimas en los ojos:
-Ya lo sé, Papá. Ya lo sé.
-¡Buenos días!
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En la cama con su jefe - Guapoduo
FanfictionSu jefe lo quería en su cama. Cuando Cellbit Souza encontró a Roier De Luque durmiendo en la oficina se puso furioso, convencido de que su empleado había estado de fiesta toda la noche. Él no sabía que Roier era un padre soltero que había estado to...