Capítulo 1✿

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Había un tono apremiante en la voz que, desde la distancia, resonaba en su cabeza e interrumpía su sueño. Irritado, Roier trató de apartarla de su mente. Pero
su sueño se disipaba.

El hormigueo que recorría sus manos lo trajo a la realidad: se había quedado dormido sobre su mesa de trabajo. « ¡Oh, no!». Levantó la cabeza que había apoyado sobre las manos y comenzó a mover los dedos y frotarse las palmas para que la sangre volviera a circular por ellas.

Su corazón latía rápidamente por el sobresaltado despertar, pero se aceleró aún más al percatarse de que, al otro lado de la mesa, un hombre lo contemplaba con expresión glacial.

Su boca se contraía en un gesto de desaprobación. Roier se puso en pie:
-Disculpe, yo...

-¿...estaba malgastando el tiempo de la empresa, quería decir? Que yo sepa, aún queda una hora para el almuerzo. Por lo que me han dicho, la mayoría del personal trae um sándwich y se lo come en su mesa de trabajo. Pero es obvio que usted tiene ideas más relajadas sobre cómo utilizar su escritorio. ¿No es así, señor...?

« ¡Qué hombre tan odioso!». Durante unos momentos, a Roier lo invadieron la rabia y la humillación. Respiró profundamente, se movió el pelo detrás de la oreja, enderezó los hombros y recobró la compostura.

¿Cómo osaba ponerlo en entredicho con esa insinuación de que lo habitual era que durmiera sobre su mesa? Y además, ¿quién diablos era él?

-Sepa usted que es la primera vez que me quedo dormido, señor...

-Usted primero.

Con un gesto de impaciencia, el hombre se pasó la mano por el pelo de color castaño claro con un mechón blanco. Roier se percató que necesitaba urgentemente un corte de pelo y un afeitado.

Salvo por eso, había algo en él que hizo que sintiera un nudo en el estómago. El hombre que tenía ante él nunca pasaba desapercibido, de eso estaba segura. Y no era sólo por su imponente aspecto.

-De luque. Roier de Luque.

-Y dígame: además de estar empleado en esta empresa para, según parece, hacer
más bien poco, trabaja usted para Quackity, ¿no es así?

Roier tragó saliva con dificultad y notó que las mejillas se le encendían.

-Soy su secretario.

-¿Y dónde caralhos está? Tenía uma reunión con él en la sala de conferencias a las diez y media. Vengo desde Brasil: he salido en el primer vuelo para asegurarme de que llegaba aquí a tempo, estoy con jet-lag, y necesito urgente darme una ducha y comer algo. No hay ni rastro de su jefe. ¿Le importaría decirme dónde puede estar, señor De Luque?

Lo que no le importaría decirle al
«señor-don-pen-dejo-soy-mejor» que tenía delante era impronunciable, pero estaba igualmente enfadado con Quackity.

¿Por qué no le había avisado de que iba a tener una reunión a las diez y media con aquel hombre, quien quiera que fuera? La tarde anterior, como siempre antes de marcharse, había consultado concienzudamente la agenda, y a las diez y media no había apuntado ninguna
reunión. ¿A qué estaba jugando?

El corazón se llenó de tristeza. Aquél no era más que otro de los signos del
declive de su jefe. Quackity Nevadas, que antes fué un inteligente arquitecto con una prometedora carrera por delante, desde el divorcio se había refugiado más y más en el alcohol buscando consuelo.

En los últimos seis meses, Roier había sido testigo de su transformación en una triste sombra de lo que había sido. Afortunadamente para su jefe, él era listo y despierto, y le había sacado de apuros en más de una ocasión haciendo un trabajo que, definitivamente, sobrepasaba las funciones de un mero
secretario.

En la cama con su jefe - GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora