Capítulo 14✿

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Cuando Roier apareció en el salón con el desayuno, Cellbit estaba dormido. Sus
piernas, moldeadas por los vaqueros, sobrepasaban el brazo del sofá, su sedoso pelo le caía por la frente y sus rasgos estaban relajados por el sueño.

Mostraba una vulnerabilidad que despertó en Roier todos los instintos de cuidarlo. Dejó el desayuno en una mesita y se sentó en un sillón cercano a Cellbit. No pudo evitar reconocer la verdad: estaba enamorado de Cellbit. Hasta la médula, loco por él.

Cuando Rivers había aparecido aquella mañana en su despacho y le había contado lo que le había pasado a Cellbit, Roier supo que su vida nunca sería la misma si lo perdía. Pero no estaba seguro de estar preparado para comprometerse con él, veía demasiados obstáculos para que su relación funcionara.

Salir con aquel hombre suponía poner en riesgo su felicidad y la de su hijo,
confiando en un hombre que no sabía nada de cuidar de una familia. ¿Qué pasaría si, en unos pocos meses, o quizá semanas, empezaba a sentirse atrapado o aburrido?

Los sentimientos que tuviera hacia él se transformarían en resentimiento. Pero cómo deseaba estar junto a él. Sólo el hecho de saber que él existía le hacía sentirse bien. En la cama, habían compartido una pasión salvaje y Roier se había sentido hermoso y deseado.

Pero, ¿qué pasaría cuando él lo presentara a sus amigos como su antiguo
secretario? ¿lo mirarían por encima del hombro? Y, ¿qué pasaría con su familia? ¿cómo reaccionarían cuando supieran que su guapo y exitoso hijo se había enamorado de alguien que trabajaba en su oficina?

Roier recordó lo desdeñosos que habían sido los padres de Natalan y un escalofrío le hizo estremecer. Nunca más permitiría que alguien le hiciera volver a sentir tan indigno.

Cellbit se movió en sueños y Roier volvió a la realidad. Se puso en pie y volvió a
llevar el desayuno a la cocina. Decidió hacer té y llamar a la oficina para comprobar si había mensajes.

Tan pronto como Cellbit se despertara, vería lo que podía hacer por él, y volvería a la oficina en cuanto fuera posible. Poner un poco de distancia entre ambos le ayudaría a aclararse.

.

..

A las cuatro y media de la tarde, Cellbit telefoneó a Roier a la oficina por tercera vez:

-¿Roier?

-Hola, Cellbit.

Roier tomó su bolígrafo y dibujó una carita sonriente en su cuaderno.

-Necesito que vengas.

-¿Por qué? -preguntó, tensando la espalda ante la idea de que estuviera
sufriendo.

-Quiero verte antes de que te vayas a casa.

-¿Por qué?

Lo oyó maldecir, y tuvo que morderse el labio para no sonreír.

-Preguntas demasiado, ¿lo sabías?

—Es parte de mi trabajo. Estoy entrenado para cubrir cualquier necesidad de mi
jefe.

—Veo que empezamos a entendernos... —susurró Cellbit con voz grave, y riendo
después.

-No ese tipo de necesidad. Además, estás herido. No quiero arriesgarme a que
te hagas más daño del que ya te has hecho tú mismo.

-Guapito, hablar contigo en este tono me hace daño como no te imaginas.

Roier se lo imaginaba, y sintió cómo su cuerpo respondía ardorosamente.

En la cama con su jefe - GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora