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Laura se marchó corriendo, entró a la primera habitación que vio y vomitó en el baño.

No pudo evitar llorar. Alguien iba a por ella, había pensado en la posibilidad de que fuera alguien externo a todo aquel asunto del intercambio, pero el búnker era seguro y la puerta no se abriría hasta el día doce. Eso significaba que alguien que conocía envenenó su copa.

Estaban todos atrapados con un asesino. Bueno todos menos el asesino.

Regresó al salón de estar, donde la esperaban los invitados. Algunos sentados fingiendo tranquilidad, otros mordiéndose las uñas y los demás rezando a sus distintos dioses intentando sobreponer las plegarias sobre el terror. Aunque claro alguien fingía.

Todos alzaron la cabeza cuando Laura llegó.

Apuntó una cosa en su libreta mental: Esa mañana no había rastro de Rachel y tampoco, recordó, lo hubo anoche.

Madeleine interrumpió sus pensamientos.

-Vamos a calmarnos.-Le dijo a los invitados.

-¿Cómo pretendes que nos calmemos? Uno de nosotros ha muerto.-Exclamó Kitty.

-Eso.-Animó Horacio que había bebido de más intentando sobrellevar la situación.

Madeleine le lanzó una mirada furtiva.

-Cariño.-Se giró hacia Laura.-¿Qué libro estás leyendo?

-"Holly", me lo regalaste tú, ¿Eso qué tiene que ver?

-Mucho. Siempre te regalo un libro de detectives en nuestro aniversario. ¿Sabes por qué?

-Sí, en nuestra primera cita te hablé de lo que me dolió la muerte de Poirot, que lo consideraba como un padre. ¿No estarás pensando en...?

-Exacto, tu siempre resolvías el crimen cincuenta páginas antes del detective.

-Eso es una locura, no tengo formación.

-Tampoco la tenía Miss Marple.

Samantha empezó a llorar.

-¿De verdad os vais a tomar esto como una novela? Ha muerto mi marido, joder.

-Sí, y si pensamos que eres la más sospechosa, discutisteis ayer.-Dijo Horacio.

-Oye, no te metas con una pobre viuda.-Espetó Andrew.

Se enfrascaron en una pelea.

Madeleine separó ella sola a los dos púgiles.

-Para empezar la muerte fue envenenamiento, o eso creo, y para eso se necesita traer veneno de fuera osea premeditación. No es un simple crimen en caliente por una discusión..

-¿Veneno? Oh Dios mío, es horrible.-Lloró la viuda.

-¿Qué tipo de veneno?-Dijo Andrew claramente nervioso.

-Cianuro, para ser exactos.

Horacio, que estudió medicina, dijo que el cianuro también estaba presente en las manzanas y que quizás fuera un accidente.

-No, la copa de la que bebió anoche huele también a cianuro.-Se guardó la información de que el veneno iba hacia ella.

-Osea que es oficial que es un asesinato.-Dijo uno. La verdad es que Laura no prestó atención a la frase sino que estaba sopesando qué podría hacer.

-Parad de hablar tan cínicamente, es mi marido.-Dijo Samantha sollozante.

Laura interrumpió el resto del llanto y habló.

-Creo que lo mejor es que vayáis todos a vuestra habitación.

Horacio exclamó:

-Hay un asesino suelto, estamos en peligro.

-Eso, yo era su esposa, cualquiera que quiera hacerle daño a él me lo querrá hacer a mí.

A Laura le dolió ocultarle la información de que su marido fue una víctima colateral, pero era crucial ocultarlo para atrapar al asesino. Al final sí que se había metido en el papel de detective.

-Id a vuestra habitación y no abráis a nadie, excepto a mí. Os interrogaré uno a uno.

-¿Cómo sabemos que no fuiste tú la asesina?-Exclamó Samantha.

"Si yo te contara"-Pensó Samantha.

-Tendréis que confiar en mí, es vuestra única oportunidad de salir vivos de aquí.-Contestó.

"O al menos de salir viva yo"

Se miraron unos a los otros.

-Vamos, Tirando.-Grito Madeleine con la voz de cuando estaba en el ejército.

Una vez se fueron todos Laura se sentó en el sofá.

Cogió la copa envenenada y se la acercó a los labios.

Pensó que, quizás, si le daba al asesino lo que quería no mataría a inocentes.

Pero apartó la idea. Ya era muy tarde para salvar a Michael.

La habían cabreado.

Se dirigió a la habitación de Madeleine.

Picó a la puerta.

Su bella esposa abrió.

Tenía lágrimas aún húmedas en el canto interno de los ojos.

-Pasa.

-¿Ha venido alguien?-Preguntó preocupada.

-No.

Le hizo un gesto para que se sentara.

Antes de hacerlo, Madeleine, se sirvió una copa de vino blanco.

Le ofreció otra a Laura.

-No, gracias.

-Es verdad, no nos podemos fiar de nadie. Mira lo que le pasó a Mike.

En ese momento a Laura se le iluminó la mente, pero fue Madeleine quien pronunció la pregunta.

-¿Crees que el veneno estaba en la botella?

-Había pensado lo mismo.-Meditó.- Pero si fuera así todos estaríamos muertos.

-¿Entonces?

-Supongo que lo habrán mezclado en algún despiste. Quizás durante el apagón.

-Eso me descarta, yo fui a restaurar la electricidad.

-Nunca he sospechado de ti.

-Cariño, por mucho que seas mi esposa, creo que me subestimas. A saber si tenía razones para envenenar a Mike.

La cara de Laura cambió.

-¿Que me ocultas? Ya sabes que no puedes mentirme.

Respiró hondo.

-Michael no era el objetivo.

-¿A qué te refieres?

-A que la copa envenenada era mía.

Madeleine puso cara de horror.

-No me jodas.-Dijo palideciendo.

Hubo un silencio incómodo.

-Bueno, ahora que me has descartado como sospechosa puedo ser tu Watson.-Dijo intentando animar la situación.

-Ni de coña. No quiero involucrarte.

Se dirigió a la puerta.

-Cierra con llave y no abras a nadie.-Dijo despidiéndose, quizás por última vez antes de que el asesino la encontrara.

"No voy a morir hoy"-Se motivó.

Lo siguiente que debía hacer era presentar sus respetos a la viuda e interrogarla.

Sangre Y Placer Bajo TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora