Capítulo 2

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Ahogué un grito y me incorporé de inmediato en la cama

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Ahogué un grito y me incorporé de inmediato en la cama. Me faltaba el aire. Tiré al suelo el enredo de mantas y me quité el jersey con torpeza. Necesitaba respirar.

Encendí la lámpara de noche y me llevé las manos al cuello. Todo estaba bien, no me estaba ahogando. Me lo repetí varias veces.

—Fue solo un sueño —me susurró Ronan—. Estás a salvo.

Miré hacia mi derecha. Estaba a menos de un metro de mí observándome con preocupación.

—¿Quieres contarme qué soñaste?

Negué con la cabeza y abracé mis piernas. No, contarlo sería como volver a vivirlo, así que no quería. Prefería olvidar.

A pesar de que estaba en sujetador, no me sentía incómoda en lo absoluto con su presencia. Ronan había crecido conmigo, me había visto muchas veces en ropa interior. Peor que eso me parecía el hecho de que supiera mis secretos más vergonzosos. Y, de cualquier modo, ¿por qué debía preocuparme al respecto? ¿No se suponía que era solo un producto de mi imaginación?

Ronan se acercó con cautela y se sentó en el borde de la cama.

—Cada vez se ponen peor... —susurré y tragué saliva—. A veces siento que esto nunca se va a terminar. Estoy atrapada.

Sentía mis ojos escocer. Me abracé con más fuerza y fijé la vista en el colchón.

—Yo solo quiero olvidar... Quiero que todo desaparezca para poder vivir con normalidad. Yo solo quiero ser normal, Ronan... Ser normal... ¿es tanto pedir?

Finalmente, me permití llorar. Detestaba hacerlo, me parecía que las lágrimas me hacían ver incluso más patética de lo que ya era. Pero en ese momento no pude evitarlo, simplemente no pude.

—Maya... —Ronan se me acercó y se sentó con las piernas cruzadas frente a mí—. Está bien, déjalo salir.

Sus manos se posaron sobre mis brazos y yo cerré los ojos. A pesar de que no podía sentir su toque, su consuelo parecía el más real que me hubieran dado en la vida.

Permanecimos así un rato, hasta que logré calmarme.

—¿Te sientes mejor? —preguntó y sonrió ligeramente, tratando de animarme.

Asentí y le devolví el gesto como pude.

—¿Intentarás dormir o quieres que hagamos alguna otra cosa?

—Intentaré dormir —respondí con la voz ronca a causa del llanto.

—De acuerdo —respondió y se bajó de la cama. Si bien podía pasar a través de él como si se tratara de uno de los fantasmas que aparecían en las películas, siempre habíamos respetado el espacio del otro—. Te dejaré sola entonces.

—Ronan —lo llamé antes de que desapareciera.

—¿Sí?

—¿Tú... puedes...? ¿Puedes quedarte conmigo hasta que me duerma? Por favor...

Lo que susurran los peces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora