Capítulo 4

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Terminé de leer el capítulo y puse el libro entre Ronan y yo

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Terminé de leer el capítulo y puse el libro entre Ronan y yo. Me incorporé en la cama y apoyé la cabeza en la cabecera. Suspiré profundo. Estaba tan disociada que ni siquiera podía concentrarme en leer sin confundir una línea con la otra.

Ronan también se sentó y se me quedó mirando.

—No lo digas, ¿sí? —le pedí con desgano y él sonrió.

—¿Decir qué?

—Lo que estés pensando. Ya sé que no estoy bien, sé que se me está cayendo el cabello por mechones, que me estoy mordiendo las uñas hasta sangrar, que apenas como o duermo y que he bajado casi cuatro kilos en menos de un mes. Sé que soy un desastre. Lo sé. —Solté casi sin respirar.

Él no borró su pequeña sonrisa, solo negó con la cabeza.

—En realidad, solo estaba pensando en que espero que en esta historia los protagonistas sí queden juntos o no lograré recuperarme del trauma.

Puse los ojos en blanco y solté un bufido.

—Sin embargo —volvió a decir—, parece que eres tú la que no deja de pensar en esas cosas, solo digo...

—Te odio, Ronan, mucho —le dije y sonreí con tristeza.

—Claro que no, eso es imposible, soy tu mejor amigo.

«Y el único que tengo», añadí en mi cabeza.

—No quiero volver a las consultas —confesé. No tenía que aclarar, él sabía bien a lo que me refería.

—Entonces no lo hagas.

—Me estoy quedando sin opciones, la situación se me está saliendo de las manos... —susurré, más para mí que para él.

Asintió y se quedó en silencio unos minutos.

Yo, por otro lado, no paraba de darle vueltas al asunto. La última vez que había estado en terapia me había jurado a mí misma no volver. Era tan doloroso enfrentarme a esas verdades que prefería obviar que no creía poder resistir si tenía que regresar. Pero la ansiedad ya no solo era psicológica, se estaba manifestando nuevamente en mi físico y todos a mi alrededor lo estaban notando, sobre todo después del accidente en la piscina. Ya había pasado una semana y seguía teniendo pesadillas cada noche con eso. Lo único positivo luego de todo eso era que, gracias a ese chico, Dan, habían parado de molestarme en el instituto. No tenía amigos, pero al menos tenía paz.

—Maya... —Comenzó a decir Ronan, como si se le hubiera ocurrido la mejor idea del siglo—. ¿Recuerdas lo que te dijo la psicóloga en la última sesión a la que fuiste?

¿Cómo olvidarlo? Justo por eso había dejado de asistir, en realidad.

Asentí.

—Lo mismo de siempre, que la única forma de superarlo todo y avanzar es volver atrás y enfrentar el pasado. Pero yo no puedo hacer eso, Ronan, duele demasiado revivir ese momento, prefiero mantener esos recuerdos ocultos en mi cabeza.

Lo que susurran los peces ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora