Capítulo 4: Juegos de rol

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- ¡Sigue moviéndote! —le pedía a gritos— ¡Haz que me corra!

Al poco tiempo llegamos juntas al orgasmo; emitimos potentes gemidos al unísono, dejando salir nuestra reciente satisfacción por haber realizado el acto sexual.

Cuando se despegó de mi coño, Maggie se acostó al lado mío.

Ella todavía seguía jadeando por lo sucedido, pero resultaba muy linda así.

- Cada vez que te hago esto me siento más cansada que cuando te meto los dedos —comentó Maggie

- Pero también te sientes bien cuando lo hacemos así. A diferencia de cuando me masturbas, tu también puedes recibir mucho placer

- Es cierto, pero..., a veces quisiera probar algo diferente; no quiero que follar contigo se vuelva algo tan monótono

- ¿Qué te parece si probamos los juegos de roles?

La pervertida se levantó rápidamente, quedando asombrada por mi sugerencia.

- ¿Juegos de roles? —preguntó emocionada— ¿Cómo en el BDSM?

- Sí. Podríamos hacer papeles diferentes para no aburrirnos

- ¿Y qué papeles tienes en mente?

- Pues...

Me quedé pensando hasta que me llegaron varias ideas a la mente.

A continuación, me acerqué a su oído y le comuniqué lo que pensaba. Como era obvio, Maggie estuvo de acuerdo.

Cuando llegó el día siguiente me quedé en mi casa por más tiempo.

No tenía clases (era sábado) y Maggie salía más temprano del trabajo, pero me había dicho con anterioridad que, una vez se desocupara, compraría varias "cosas pervertidas" para nosotras.

Mientras esperaba la tarde me quedé leyendo algún libro.

Al pasar el tiempo, decidí salir a la calle con la excusa de que visitaría a una compañera de clase.

Me dirigí hacia la casa de Maggie y toqué la puerta, pero... en lugar de ver a la mujer ahí, vi cómo la puerta se abría sola.

Pensé en que, a lo mejor, la casa estaba encantada y Maggie era una bruja.

Sin embargo (y pese a aquel divertido pensamiento), decidí entrar a la casa.

Al traspasar aquel umbral que se llama "puerta", encontré a Maggie sentada en uno de los muebles.

Vestía con un provocativo traje de policía (hasta con esposas incluidas) mientras tenía una pierna encima de otra.

Queda aclarar, además, que su mirada no se apartó de la mía en cuanto me vio.

- Al fin llegaste —dijo en un tono serio—. Te esperé por mucho tiempo

Cerré la puerta y decidí acercarme hacia la pervertida.

Pero antes de llegar adónde ella, se levantó y, con la fusta que tenía en la mano, detuvo mi andar, provocando que la viera directamente.

Sentía el cuero de su fusta en mi barbilla. No dejé de ver a la mujer en ningún momento, esperando qué pensaba decirme.

- No creas que tendrás libertad de hacer lo que quieras aquí —me decía—. Una escoria como tú sólo merece pudrirse en prisión

Ahora que sabía que ella estaba siguiendo su papel, me emocioné internamente y decidí seguirle la corriente.

- ¿De qué habla, oficial? No entiendo lo que...

- ¡No te hagas la inocente conmigo, perra!

Me abofeteó con su fusta.

Me Enamoré de una PervertidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora