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Narcissa apuntó su varita hacia Mysie, simulando arrebatarle sus poderes con un gesto calculado. La escena se desplegó como un acto teatral frente a los ojos de los demás mortífagos. Voldemort observaba con atención, satisfecho por la representación de lealtad de Narcissa.

Mysie, por su parte, dejó que un destello de preocupación cruzara su rostro mientras simulaba debilitarse. Aunque sabía que Narcissa estaba desempeñando un papel, no podía evitar sentir una punzada de dolor al ver a Narcissa participar en esta farsa.

—¿Cómo te sientes, Mysie? ¿No crees que necesitas un descanso? —preguntó Voldemort maliciosamente y esta solo lo miró con resignación.

Narcissa continuó con su actuación, manteniendo el semblante serio y concentrado. La tensión en la sala aumentaba mientras los demás mortífagos observaban la escena.

—Excelente, Narcissa. Has demostrado tu lealtad. Ahora, Mysie, sé testigo de lo que sucede cuando te enfrentas a nosotros.

En ese momento, Voldemort dirigió su varita hacia Mysie, pero antes de que pudiera lanzar un hechizo, Narcissa intervino.

—Mi Señor, ¿puedo quedarme con ella? Quiero asegurarme de que no intentará nada en contra de nosotros.

Voldemort, complacido por la iniciativa de Narcissa, asintió.

—Muy bien, Narcissa. Podrás asegurarte de que no cause problemas cuando terminemos. Ahora la Grindelwald y yo tenemos una charla pendiente. Dejadnos solos —ordenó el señor tenebroso.

La puerta se cerró tras la salida de Narcissa, y Voldemort, en un gesto sin palabras, llamó a Bellatrix para que se uniera a ellos en la sala a puertas cerradas. La mujer de cabello enmarañado entró con una sonrisa fanática, mirando a Mysie con los ojos llenos de desprecio.

—Limpia el camino, Bellatrix. Asegúrate de que la traidora no tenga energía para resistir.

Bellatrix, con una expresión maliciosa, se acercó a Mysie. Un susurro entre el Señor Tenebroso y ella anticipó una tortura planeada. Los ojos de Narcissa, quien escondida en la penumbra del pasillo continuo solo podía escuchar parte de lo que pasaba en el lugar, se agrandaron ante la anticipación de lo que estaba por venir.

Bellatrix, con movimientos rápidos, conjuró un hechizo que hizo que Mysie cayera al suelo, inmovilizada. Luego, con la precisión de un verdugo despiadado, sacó una daga y comenzó a tallar en el brazo de Mysie. Las palabras sangrientas "Traidora de sangre" se manifestaron en la piel de Mysie, marcando su carne como un estigma.

Los gritos de dolor resonaron por la mansión, cada lamento cortante retumbaba en el pasillo y en el corazón angustiado de Narcissa. Las lágrimas escaparon de sus ojos mientras escuchaba, impotente, el tormento al que Mysie se sometía para mantener su engaño.

—Lo siento —murmuró Narcissa. —Lo siento mucho —gimió de dolor al escuchar como los gritos de Mysie resonaban en el lugar

Narcissa, consumida por una mezcla de miedo y culpa, no pudo soportar la brutalidad de la escena. Los latidos de su corazón se aceleraron mientras el sufrimiento de Mysie se convertía en una sinfonía de desesperación. Sabía que estaba en deuda con Mysie y que cada grito, cada herida, llevaba consigo la carga de la mentira que había tejido para protegerla.

Régulus, en la penumbra de la biblioteca en la mansión Grindelwald, estaba conectado con Mysie a través del hechizo que habían creado para comunicarse. Cada grito de dolor de Mysie perforaba su alma, como agujas afiladas que lo atravesaban una y otra vez. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras escuchaba impotente la tortura infligida a la mujer que apreciaba más que a su propia vida.

—¡Mysie sal de ahi! —gritó a sabiendas de que gracias al conjuro solo ella podría escucharlo. —¡Olvida ese numerito Mysie sal de ahí!

La desesperación se apoderó de Régulus, su mente se debatía entre el deseo de correr en busca de Mysie y la comprensión de que cualquier movimiento imprudente podría ponerla en un peligro aún mayor. Las manos de Régulus se crispaban, su respiración se volvía entrecortada con cada grito de su amiga.

En su interior, una furia impotente crecía, mezclada con el miedo por el sufrimiento de Mysie. Quería arrancarla de ese infierno, pero las ataduras invisibles del hechizo lo mantenían anclado, obligándolo a ser un testigo silencioso de la tortura que sufría la mujer a la que quería como a una hermana de sangre.

El corazón de Régulus latía con fuerza, una mezcla de ira y angustia envolvía su ser. Las lágrimas resbalaron por sus mejillas, marcando un rastro de su propia impotencia.

Un estruendo ensordecedor sacudió la mansión Malfoy cuando la puerta estalló en pedazos. Entre la humareda que se elevó, surgió la figura decidida de Régulus Black, seguido de cerca por el imponente Albus Dumbledore. Bellatrix, con expresión de incredulidad, se apartó de Mysie, cuya figura yacía en el suelo, maltrecha pero aún consciente.

—¡Mysie! —exclamó Régulus corriendo hacia ella, ignorando momentáneamente la presencia de Bellatrix.

Dumbledore avanzó con paso firme, su mirada penetrante enfocada en Voldemort, quien, en un raro gesto, retrocedió ante la sorpresiva entrada de los refuerzos.

—Régulus, encárgate de llevar a Mysie a un lugar seguro. Yo me ocuparé de los demás —indicó Dumbledore con calma, sosteniendo su varita con destreza.

Régulus asintió y, con cuidado, levantó a Mysie en brazos. Bellatrix, recuperándose de la sorpresa, lanzó una maldición hacia Dumbledore, quien hábilmente la desvió con un movimiento de su varita.

—Tom, esta vez no permitiré que tu oscura magia siga causando estragos —proclamó Dumbledore, enfrentándose al señor tenebroso.

La sala se convirtió en el escenario de un enfrentamiento mágico, mientras Régulus, llevando a Mysie, se retiraba hacia la seguridad. La mansión Malfoy retumbaba con las explosiones de hechizos y la colisión de fuerzas mágicas.

En un rincón, Mysie, aún aturdida, abrió los ojos para encontrarse con Régulus a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó él con preocupación.

—Gracias a ustedes, sí. ¿Dumbledore está enfrentándose a Voldemort? —murmuró Mysie, mirando en dirección a la batalla.

—Sí, y creo que podemos aprovechar este caos para salir de aquí —respondió Régulus, llevándola hacia una salida lateral.

La voz de Dumbledore resonó en la sala, y aunque no podían escuchar las palabras exactas, su tono expresaba la resolución del enfrentamiento mágico.

—Vamos, Mysie, debemos irnos antes de que la situación empeore —aconsejó Régulus, guiándola con rapidez.

Mientras escapaban de la mansión Malfoy, la batalla mágica se intensificaba. Dumbledore, con su habilidad legendaria, resistía contra Voldemort, quien no esperaba una resistencia tan feroz. La magia estallaba en destellos de luz y oscuridad, creando una danza caótica en la mansión.

OVER TIME (Narcissa Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora