46

17 3 0
                                    

El silencio que cubría la plataforma de la Torre Eiffel era abrumador, solo interrumpido por los sollozos de Narcissa y los sonidos apagados de la respiración entrecortada de Regulus y Sirius. Todos estaban sumidos en la desesperación, incapaces de apartar la vista de la figura inmóvil de Mysie entre los escombros. Sin embargo, entre ese pesado silencio, los sentidos de Albus Dumbledore se agudizaron.

Un leve cambio en el aire, un vacío en la atmósfera mágica, fue lo que lo alertó. La presencia imponente de la magia de Gellert, que había sido como una sombra constante a lo largo de toda la noche, se había desvanecido por completo. Albus, con los ojos entrecerrados, respiró hondo y soltó un suspiro profundo. Sabía lo que eso significaba. La magia de Grindelwald, tan poderosa y oscura, había desaparecido de la faz de la tierra. No quedaba duda: Gellert Grindelwald estaba muerto.

Dumbledore se apartó del borde de la plataforma y dio un paso adelante, mirando a los demás, quienes aún no se habían percatado de lo que él había sentido. Su voz, firme aunque con un toque de solemnidad, rompió el silencio.

—Gellert... ya no está —murmuró Albus, en un tono apenas audible, pero lleno de certeza.

Sirius fue el primero en reaccionar, mirándolo confundido. —¿Qué dices?

Albus abrió los ojos lentamente y, con un gesto sereno pero urgente, miró a todos a su alrededor. —Gellert Grindelwald... su magia se ha desvanecido. Ha caído. Mysie lo ha derrotado.

Narcissa, que seguía en el suelo, mirando al vacío, levantó lentamente la cabeza al escuchar aquellas palabras. Sus ojos, llenos de lágrimas y desesperación, encontraron los de Albus con una chispa de esperanza. —¿Qué... qué significa eso?

Albus se inclinó un poco hacia adelante, su expresión grave pero con un atisbo de alivio.
—Significa que la lucha ha terminado. Gellert Grindelwald ha sido derrotado. Pero ahora... debemos llegar a Mysie, y debemos hacerlo de inmediato.

Regulus, que hasta entonces había estado paralizado por la angustia, reaccionó al instante. Sin decir una palabra, se levantó de un salto y, con un movimiento decidido, sacó su varita, preparado para transportarse al lugar donde yacía Mysie.

—¡Vamos! —dijo Sirius con la voz firme, aunque la preocupación era evidente en sus ojos—. ¡No podemos perder más tiempo!

Albus asintió, sacando su propia varita, y en cuestión de segundos, todos estaban preparados. Lily, James y Remus, que hasta entonces habían permanecido expectantes, intercambiaron miradas nerviosas pero decididas. El tiempo apremiaba, y cada segundo que pasaban alejados de Mysie era un segundo de incertidumbre insoportable.

—Al mausoleo, ahora —ordenó Albus con voz firme.

Con un movimiento coordinado, todos desaparecieron al mismo tiempo en un estallido de magia, transportándose con rapidez y precisión hacia el lugar donde los restos del mausoleo se extendían como una cicatriz en la tierra.

Cuando aparecieron en el cementerio, el lugar estaba silencioso, excepto por el crepitar de las piedras aún calientes por la explosión. El paisaje era devastador, pero nada les importaba más en ese momento que encontrar a Mysie. Y ahí, en medio de los escombros, vieron la figura de su amiga, aún rodeada por los últimos vestigios del brillo violeta que había marcado su batalla final.

Narcissa fue la primera en moverse. Sin una palabra, corrió hacia el cuerpo de Mysie, sus pies tropezando con las piedras y el terreno irregular, pero nada la detenía. Se lanzó al suelo junto a ella, temblando, sus manos temblorosas tocando el rostro de Mysie con un miedo indescriptible.

—¡Mysie! —gritó Narcissa, con la voz desgarrada por el dolor y la desesperación—. ¡Mysie, por favor, despierta!

Sirius y Regulus corrieron detrás de ella, sus corazones latiendo a mil por hora, pero fue Narcissa quien la sostuvo en sus brazos. Su pecho subía y bajaba con desesperación, incapaz de asimilar lo que estaba sucediendo.

OVER TIME (Narcissa Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora