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Tras tres meses de entrevistas, viajes y campaña, llegó el día de las elecciones. Todos viajaron a Eyrie, Bután. Para el tan esperado paseo del Qilin.

—Mysie, como me alegro de que volvamos a vernos y de que hayas aceptado —dijo Vicência a esta dándole un abrazo.
—Lo mismo digo, Vicência. Hacía ya mucho tiempo.
—Me alegra que hayas decidido presentarte como candidata. Sé que eres la indicada. Ya está todo listo, el Qilin está con Newt Scamander. Deduzco que lo conoces.
—Sí, sé que luchó contra Gellert. Sé que no hay nadie mejor que Newt para proteger a cualquier criatura.

En ese momento la puerta se abrió y Narcissa entró rápidamente.
—Mysie —dijo, pero frenó al ver a Vicência hablando con esta. —Perdón. No sabía que...
—No, descuida. Mysie me ha hablado de ti. Es un placer conocerte, Narcissa —dijo Vicência con su característica sonrisa.
—El placer es mío —dijo Narcissa.
—O dejó. Supongo que querréis hablar. Nos vemos en la ceremonia —dijo Vicência antes de marcharse.

—Ha llegado el día —dijo Narcissa tomando las manos de Mysie.
—Estás guapísima —dijo Mysie a Narcissa.
—Tú sí que estás guapísima. Pareces una diosa. Tenía que estar a la altura —dijo Narcissa antes de dar un beso a Mysie. —¿Estás nerviosa? Albus está fuera charlando con Newt y Reg.
—Tengo la sensación de que Gellert vendrá. Me siento como aquel día en el Yule Ball.
—Mysie, no estás sola. No tienes de que preocuparte.
—No me preocupa que me haga algo a mí, sino a ti, a Reg o a Albus.
—Sabemos defendernos. Tú solo relájate.
—Lo intentaré.

El momento de salir llegó y Mysie se colocó en el palco a lo alto de las escalinatas junto a los otros dos candidatos. Entre ellos se dirigieron sonrisas de cordialidad y Vicência como jefa suprema hasta el momento comenzó a decir unas palabras.

La mirada de Mysie chocaba con la de Narcissa, quien se encontraba frente a ellos con el resto de apoyo de los candidatos, Régulus y Albus.

Tras un largo discurso y ver que las elecciones estaban igualadas entre los tres candidatos, llegó el paseo del Qilin.

La criatura olisqueó el ambiente y andó ante los tres candidatos observando a cada uno de ellos. Posteriormente se detuvo ante Mysie. Esta miró a la criatura durante un momento y negó levemente con la cabeza. Durante un minuto deseó que el Qilin no se inclinara ante ella, deseó que todo hubiera sido una falsa pues tenía hacer peligrar a quien amaba. Pero sin titubear la criatura le dio una última mirada a Mysie y se inclinó ante la Grindelwald. A continuación, aplausos, fuegos artificiales y vitoreos ante la nueva jefa suprema del mundo mágico. Mysie se inclinó y acarició a la criatura con cariño Justo antes de que Vicência se acercara a ella para abrazarla.

—Te lo dije —susurró Vicência al oído de Mysie. Esta le dedicó una sonrisa y al levantar su mirada pudo ver a Narcissa retirando unas traviesas lágrimas de sus ojos. Mysie avanzó y abrazó con fuerza a Narcissa y posteriormente a Régulus. Tras esto se acercó a Albus.

—Sabía que eras especial —dijo este.
—Gracias Albus, por haber convertido Hogwarts en un hogar para mí independientemente de lo que hubiera hecho mi padre.

Dumbledore sonrió a Mysie, pero antes de que pudiera decir nada. El cielo se ennegreció y una sombra se proyectó ante ellos convirtiéndose en Gellert Grindelwald.

—Felicidades hija mía —dijo él. Cientos de miradas atemorizadas se dibujaron en los rostros de los allí presentes.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella.
—Solo he venido a felicitarte.
—Ya lo has hecho, ahora vete.
—¿Es así como tratas a tu padre? Eso está muy mal. Vengo a hacerte un favor.
—Tú no haces favores.
—Considéralo mi regalo, jefa —dijo. Y tras la última sílaba, un rayo verde salió de su varita dirigiéndose directamente a Narcissa.

Entonces Mysie estiró su brazo y lanzó un conjuro que hizo que el rayo se desviara e impactará en las rocas de los acantilados.

—Veo que has practicado —dijo Gellert viendo que su hija había sido capaz de desviar su hechizo sin siquiera usar varita.

Mysie se colocó delante de Narcissa y miró a Gellert de manera desafiante.

—No creas que temo luchar contra ti —declaró ella.
—Solo acelero el trabajo. Va a morir de igual modo ¿no? —preguntó Gellert. —Es la profecía.
—¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Mysie.
—Se supone que hoy ella ya no debería estar aquí. Se suponía que la dejarías para salvar su vida. Pero no. Te crees más fuerte que las profecías, más fuerte que el destino.
—¡¿Cómo lo sabes?! —reiteró Mysie.
—Porque conozco a mi viejo amigo Albus —declaró Gellert. —Sabía que te mandaría con aquella vieja y sabía que hacer para que te dijera lo que quería que te dijera.
—¿Era todo mentira? —preguntó Mysie conectando todos los puntos en su cabeza. —¡He estado sufriendo por una mentira! ¡Y te haces llamar padre!
—¡Lo he hecho por ti! ¡Para hacerte fuerte! ¡Para que cuando fueras jefa suprema ambos domináramos el mundo!
—¡Preferiría morir antes que ayudarte! ¡El mundo mágico no estará en tus manos! ¡Jamás!

Gellert apuntó con la varita a su hija y esta sacó su varita rápidamente y lo apuntó a él.
—¿Atacarías a tu padre? ¿Lo harías por esa mujer?
—Vete y no me hagas demostrártelo.
—Estoy redimido, no tengo cuentas con la ley. Asesinar a un absuelto no te hará una heroína.
—Es que yo no soy una heroína —declaró Mysie. —No pretendo serlo. Yo no la entregaría para salvar el mundo.
—Oh, que bonito —dijo Gellert irónicamente.

Entonces Mysie lanzó un potente hechizo que por los pelos Gellert consiguió contrarrestar. El Grindelwald se quedó completamente sorprendido pues no se esperaba que su hija fuera capaz de atacarle.

—He dicho que te vayas —declaró Mysie.

Gellert comenzó a atacar a Mysie y esta se defendió hábilmente hasta que ambos quedaron enfrentados por un hechizo que hizo chocar la luz que salió de las varitas de ambos.

—¡Ríndete y vete! —declaró Mysie.
—Jamás —dijo Gellert. —Si quieres que esta guerra termine tendrás que matarme.

La tensión en el lugar era palpable mientras ambos se enfrentaban con las varitas en alto. El aire zumbaba con la energía de los hechizos no lanzados aún. Sin más advertencia, Grindelwald atacó con un rayo de luz azul, pero Mysie lo bloqueó hábilmente, devolviéndole el golpe con una ráfaga de fuego que él desvió por poco.

—Jamás pensé que te convertirías en una decepción, Mysie —dijo Grindelwald, sus palabras impregnadas de veneno mientras lanzaba otro hechizo—. Pensé que serías diferente.

Mysie esquivó el hechizo y contraatacó con una explosión de energía mágica que hizo que el suelo bajó sus pies temblara.

—¡Yo soy diferente! —gritó, su voz resonando con la fuerza de su convicción—. ¡Y haré cualquier cosa para proteger a quienes amo!

La pelea se intensificó, con hechizos volando en todas direcciones, iluminando el lugar con destellos de colores brillantes. Ambos luchaban con una ferocidad que dejaba claro que no se detendrían hasta que uno de ellos cayera. En un momento crítico, Grindelwald lanzó un hechizo oscuro que se retorcía en el aire como una serpiente venenosa, dirigiéndose directamente a Narcissa.

Con un grito de furia, Mysie alzó su varita y desvió el hechizo con un contrahechizo de una complejidad impresionante. Aprovechando la sorpresa momentánea de su padre, lanzó un poderoso desarme que envió la varita de Grindelwald volando por el acantilado.

El silencio se hizo en el lugar mientras Grindelwald se tambaleaba, mirando a su hija con una mezcla de incredulidad y respeto.

—¿Serías capaz de atacarme, Mysie? —preguntó, su voz ahora un susurro, casi dolorido.

Mysie se mantuvo firme, su varita todavía apuntando hacia él.

—Si es para proteger a quienes amo, sí. Siempre —respondió, sus ojos ardiendo con una intensidad que dejó claro que no tenía miedo de enfrentarse a su propio padre.

Grindelwald se quedó quieto por un momento, procesando las palabras de su hija. Posteriormente este fue envuelto por una nube de polvo oscura que lo hizo desaparecer.

Narcissa corrió hacia Mysie y tomó su rostro para que la mirara.
—¿Te encuentras bien?
—Temo que esto no ha terminado —dijo con la mirada perdida.

OVER TIME (Narcissa Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora