Capítulo 6

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Alondra continuó bajando las manos lentamente, cuidando cada movimiento que hacía y que Rainelis no se sintiera abrumada con eso. Cuando sus manos por fin se unieron, pausaron un momento, Rainelis podía sentir lágrimas ardientes recorrer su rostro: se lamentaba tanto haber permitido aquel momento, por Dios, se estaba sintiendo tan bien...

Las cicatrices ardían, no, aún peor: hervían. Sentía todo su cuerpo hervir, perdió fuerza sobre sus piernas y brazos, su corazón dolía e incluso lo podía sentir latir, su estómago quizás tenía una fiesta adentro, porque sentía unas cosquillas extremas. Alondra estaba sintiendo exactamente lo mismo, no sabía cómo se estaba manteniendo de pie detrás de la pelirroja. Sus manos hormigueaban con fuerza y su cuerpo le pedía que besara a la chica.

Pero no quería hacerlo así, no iba a presionar a Rainelis y alejarla de ella tan rápido, le daría su tiempo y espacio. Lo iba a hacer funcionar, o al menos lo iba a intentar. Si algún día la besaba, sería especial y con el permiso de Rainelis. Una gota cayó en el dorso de su mano, haciendo que Alondra reaccionara después de aquellos segundos.

-¿Rainelis? —preguntó en voz baja. Volteó la silla de la chica para verla de frente y se arrodilló.— No tengas miedo: no te haré daño.

Las lágrimas parecían no parar nunca, los ojos de Rainelis comenzaban a arder y, aunque quería separarse, su cuerpo jamás se lo iba a permitir: necesitaba a Alondra. El muro que construyó por años y que le permitió prohibirse sentir algo por cualquier persona, se derrumbó en el momento en que Alondra tocó el dorso de sus manos.

Estaba decepcionada de ella misma: estaba enojada con ella misma. Decidió ignorar todos esos pensamientos por un momento, pensando solo en lo que necesitaba. Y en ese momento, todo lo que necesitaba, y lo que necesitaría para siempre, estaba arrodillada ante ella. Reuniendo fuerzas, entrelazó sus dedos con los de aquella persona: Alondra Michelle. Su cuerpo entero se estaba estremeciendo, si ya estaba hirviendo antes, ahora el dolor había crecido.

-No puedo dejar que me ames Alondra...—dijo entre sollozos. Alondra sintió su corazón romperse ante la confesión de Rainelis.

-¿Por qué no, Rainelis?—cuestionó, intentando ser fuerte. No podía quebrarse frente a Rainelis. La pelirroja comenzó a pensar, ¿cómo le iba  a explicar que no podía amarla porque era una egoísta? Porque sólo pensaba en no lastimarse si algo le pasaba a Alondra. Y ahora que lo pensaba, no era sólo porque tuviera miedo a lo que llegara a pasar, sino porque era una egoísta que no le iba a ayudar en absolutamente nada y Alondra seguramente se merecía a alguien mejor.

-¿Rainelis?— preguntó Alondra, llevando su mano al cuello de la chica.— Rainelis estás sangrando...

La herida detrás de la oreja que ambas compartían, aquella primera herida con la que empezó toda su historia había comenzado a sangrar en Rainelis. La pelirroja la miró preocupada, comenzando a ponerse pálida y Alondra sintió sus manos ceder.

-¿Rainelis estás bien? — preguntó preocupada.

Y no, no estaba bien: con tanta emociones, tantas sensaciones y perdiendo sangre de un momento a otro, Rainelis comenzó a marearse un montón. Alondra observó los ojos de la chica subir y reaccionó de manera rápida: puso su brazo derecho en la espalda de la chica, con su brazo izquierdo tomó sus piernas y la llevó hasta su cama. Rainelis se había desmayado y, de no se por Alondra, quizás se hubiera golpeado en la cabeza. Ladeó su cabeza preparándose para parar el sangrado y curar la herida, al terminar, tomó una bolita de algodón y la acercó a la nariz de la chica.

-Despierta, Rai. No te voy a obligar a nada, pero despierta, mi sol...—dijo, depositando un beso en su frente. Rainelis comenzó a abrir sus ojos débilmente.—llamaré a Alex... te manchaste toda la blusa, te ayudaría a cambiarte, pero sé como te sientes sobre mí.

Scars | RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora