Capítulo 8

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Su cuerpo entero hervía en coraje. No sabía que pasaba, sólo sabía que no le gustaba que Alondra estuviese con aquella rubia. Odiaba aún más la razón por la que se sentía así, porque, en el fondo, sabía por qué lo hacía, simplemente no lo aceptaría. La mesa, al igual que las chicas a las que estaba observando, estaba llena de risas. Chasqueó sus dedos, llamando la atención de sus acompañantes.

-¿En qué momento nos convertimos en perros? — cuestionó Camila

-Wow, Rainelis, estás tan roja que, si estuvieras un poco más fea, podrías ser el diablo en persona. —bromeó Carmen 

-¿Y los cuernos? — preguntó Camila. Carmen llevó su mirada hasta donde Rainelis la tenía puesta.

-Creo que la respuesta está antes sus ojos. —contestó, riendo aún más fuerte. La pelirroja, molesta, rodó sus ojos.

-Cierren la boca, par de cabronas. —dijo, molesta. Carmen seguía riendo a carcajadas. Camila levantó ambas cejas.

-Mira, a mí me puedes decir lo que quieras, pero a mi mujer ni la menciones.—dijo, abrazando a Carmen del cuello.

-Camila, no soy tu muj...

-Lo serás, cállate.— se apresuró a decir, sonriéndole.

Rainelis aún no entendía la relación que había entre Carmen y Camila, apenas llevaban un día de conocerse y parecían llevarse demasiado bien. Pero, de todas formas, ¿quién era ella para juzgar? No había pasado ni media semana que había conocido a Alondra y en un minuto la amaba, y en otro, simplemente quería huir de ella. En otros simplemente quería aislarla de cualquier otra mujer que no fuese ella. Justo como en ese momento.

-Buenos, sí ¿van a ir a pedir o qué van a desayunar? Yo pienso ir a pedir ya.— dijo, sin perder de vista a la morena.

-Yo me voy a desayunar a Carmen.

-¡¡Camila!! — gritó avergonzada.

-No sé que voy a hacer con ustedes, de verdad.—confesó Rainelis, llevándose una mano a la cara.— Ahora vuelvo, iré a pedir mi desayuno. Si se van a comer, espero que sea en otra parte.

Salió de la mesa, dirigiéndose al mismo lugar en el que estaba la morena. Bastó verla con la rubia para sentir ira de nuevo, odiaba que ese tipo de cosas la llenaran de euforia lo suficiente para dejar de un lado todos sus miedos exclusivamente para proteger a Alondra de cualquier otra persona. Al acercarse, otras dos personas se interpusieron entre ella y Alondra, siendo una de ellas su hermano, Alex.

-Hola, ¿Qué tal? Soy tu hermano al que le hablas cuando necesitas, pero dejas plantado porque te conseguiste una amiga. — dijo Alex, sonriéndole.

-Lo siento, Alex.— dijo Rainelis, observando a Alondra.

-No te perdonaré tan fácil.— dijo, jugando. — ¿Quieres decirme que está pasando?—musitó.

-Ni yo sé que está pasando, Alex. — le contestó en el mismo volumen.

-¿Qué tanto miras? —dijo, volteándose.— Oh, ¿Tienes celos Rai? — rio.

-¿Te quieres morir? — preguntó seria. Alex rio bajo.

-Voy a tomar eso como un sí. Bueno ¿te sientas conmigo hoy o ya no soy lo suficiente para tí?

-No eres lo suficiente. Ya tengo mesa, gracias.— contestó guiñándole el ojo.

-Cabrona, ¿con quién estás?— preguntó en tono de sufrimiento.

-Puedes sentarte con nosotras, si quieres. Espera, ¿por qué no estás limpiando la garganta de Jetziel? — preguntó riendo. Alex se agachó para pegar su cabeza con la de la pelirroja.

Scars | RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora