Capítulo Final

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Alaia

Me abraza dejándome soltar el dolor que me causa saber de lo que mis padres fueron capaces. Intento no apoyarme sobre su pecho porque tiene algunas costillas rotas. Apenas desperté, Oliver me avisó que Demian no quiere quedarse en su habitación hasta verme, enseguida vine a buscarlo y solo me bastó verlo para que mis lágrimas cayeran ¿Cómo fui capaz de olvidarlo? Siempre fue él, Demian era el hombre de mi sueño, de mi vida.

—¿Cómo pudieron hacerme eso? —pregunto después de contarle lo que pasó el día que perdí la memoria —Soy una asesina, me regalaron a un hombre para que me... —no puedo terminar la oración por los incontrolables sollozos que salen de mi boca.

—Mi amor, nada de eso es tu culpa, actuaste en defensa propia. —besa mi cabeza estrechándome con su brazo sano. Me aferro a su cuerpo —Ellos no merecían la fabulosa hija que eres.

—Si no lo hubiera matado, mi historia sería diferente.

—Me alegra que lo hayas hecho —se acomoda un poco en la espaciosa camilla.

—¿Recuerdas por qué me llamaste esa noche? —con mi dorso limpio el rastro de las lágrimas.

—Sentía que algo malo pasaba, por lo que quería confirmar que estabas bien. Como no me contestaste, fui a tu departamento y me avisaron que ya no ibas a volver. Te busqué por todos lados, era como si la tierra te hubiera tragado. Ni siquiera estabas en tu universidad o en las morgues.

—Me sentía rara, no sé muy bien cómo explicarlo, así que me retiré un semestre de la universidad. En ese transcurso recibí el correo donde me avisaron que obtuve una beca donde tú te habías graduado.

—Para eso ya me había ido del país —reflexiona. Las cosas pudieron haber sido tan distintas. Pasamos cinco años separados y en todo ese tiempo nunca se olvidó de mí.

—Ahora tenemos dos historias para contarle a nuestros nietos, la primera y segunda vez que nos conocimos.

Suelta una carcajada.

—Las dos son mis favoritas.

—Cuéntamela para ver si la recordamos igual.

—Esa tarde estaba molesto y para despejar la mente decidí ir a la playa, caminé por media hora hasta que vi a una preciosa mujer que buscaba algo entre la arena, me acerqué y la observe por unos segundos, no podía o mejor dicho no quería aparte mi atención de ti. Recogías unas conchas y tarareabas una canción. Volteaste y frunciste el ceño ante mi presencia.


Analepsis

—¿Te puedo ayudar en algo? —cuestiono arrodillada en la arena y con tres conchas en la mano. Me paro lentamente y aquel hombre ladea su rostro.

—Eres muy pequeña —es lo único que responde y mete sus manos en los bolsillos de su pantalón, su camiseta deja a la vista sus brazos musculosos.

—Acabo de cumplir veintiún años la semana pasada.

—No me refiero a pequeña de edad.

—Idiota —me doy la vuelta y empiezo a caminar, escucho su carcajada más cerca —¿Piensas seguirme toda la tarde?

—Es más divertido que estar aquí solo.

Me agacho, tomo un puñado de arena y se lo lanzo, abre los ojos asombrados y se ve el pecho donde queda un rastro.

—A mí me gusta la guerra de arena para divertirme —respondo, jocosa. Me vuelvo a girar y después de dar el primer paso siento un ligero golpe en mi espalda. Voltea y lo veo recogiendo más arena.

CORAZON DE ARRECIFE PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora