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Se tensó, como si esa risa tuviera las mismas probabilidades de terminar en violencia o en paz, y es mejor que le crea, ella le conoce mucho mejor de lo que le gusta admitir. Decido intervenir antes de que esa risa prometa violencia.

-¿Por qué no vas a buscar mis cigarrillos? - pido al chico que está haciendo enojar a quien no debe.

-Ni que fuera tu sirviente. - se queja con esa voz altiva que ocupa cuando algún adulto está cerca.

-Ve a buscar los malditos cigarros. - le pide ella a punto de explotar. Veo como nuestro maestro alza una ceja sorprendido.

Él no sabe que ella ha estado perdiendo la paciencia desde que nos dejo aquí. Ya no es su maldita niña dulce. No ahora que puso en practica todo lo que le hemos enseñado por tantos años y es tan peligrosa como él.

Sonrío ante la perspectiva de sorprender a su maestro. El inmutable líder que ya no sabe lo que tiene en frente.

-Me alegro verlos bien, mis niños. - nos abraza en cuanto el chico se va, y espero que no vuelva pronto.

La veo sonreír como si su sueño se estuviera haciendo realidad, sé que está igual de emocionada por sorprenderlo como yo.

Es momento de que la niña dulce se convierta en la villana para la que fue entrenada.

Cuentos nocturnos para personas solitariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora