3

13 2 0
                                    

La noche en que nos conocimos

Veía las estrellas mientras te esperaba, estaba parado a una cuadra de tu casa con el frío haciendome temblar cada vez que el viento decidía golpearme, como si mi día necesitara más golpes.

Seguía sin entender porque nunca podía recogerte en tu casa, al menos de día, pero respetaba tus decisiones.

Llevaba al menos 20 minutos con la nariz roja por el frío cuando deje de esperarte.

Esperar. Justo fue así cuando te conocí, en una noche incluso más fría que esta. Esperaba. Ya ni siquiera recuerdo que estaba esperando. Corrías en dirección a la que ahora sé que es tu casa, yo estaba sentado en la calle, llorabas y no me viste. Por poco caes si no fuera porque tropezaste con mis piernas y mi cuerpo te detuvo. 

Te levantaste pero no te fuiste, al contrario, te sentaste junto a mí, ya no llorabas. Saqué un paquete de cigarrillos de mi bolsillo y te ofrecí uno. La caja estaba arrugada y no quedaban muchos cigarros, ya los había fumado esa noche. Encendí uno después de que te negaste y a mitad de este cambiaste de opinión.

Mientras lo encendías te dije: "contarle a un extraño es una buena solución, ¿sabes?", me miraste como si estuviera loco y añadí: "es probable que no me vuelvas a ver". Me contaste porque llorabas y corrías, de donde venías y a donde ibas, como y cuando pasó. Yo te escuché, consumiendo hasta el último cigarrillo de la caja.

Cuando te calmaste, caminamos a tu casa, no había rastros de que alguien estuviera despierto dentro. Te despediste y desapareciste por un costado de la casa.

Nunca te dije que te seguí y vi como trepabas a tu habitación con el sigilo de un gato. No creo que sea capaz de olvidad esa noche.

Te volví a ver meses después, cuando me cambié de escuela y nos topamos en las mismas clases durante todo el día.

Fue obvio que me reconociste, te encontrabas demasiado nerviosa con mi presencia, pero ni siquiera me habías dicho tu nombre, o yo el mío.

Al final del día, en la última clase, me preguntaste si tenía algo que hacer, cuando negué con la cabeza preguntaste si podía acompañarte a casa.

Desde allí que no nos separábamos, todo lo hacíamos juntos. Hasta hace una semana.

Toda la semana antes de que me dejaras plantado te alejabas de a poco. No creí que luego de casi tres años juntos, solo te alejaras sin decir nada.

Cuentos nocturnos para personas solitariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora