Capítulo 1.

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Mi vida nunca ha sido fácil, pero, ¿qué vida lo es? Seguro que tú puedes decir lo mismo.

A los pocos días de nacer, fui abandonada por mi madre. Bueno, fuimos, mi hermano y yo. Nos crió nuestro padre, a su manera. A veces, no fue la mejor, pero hizo todo lo que pudo. A los 5 años, nuestra madre volvió a entrar en nuestras vidas. Realmente, no se fue del todo, pero pasó mucho tiempo hasta que por fin pudo vernos como "sus hijos".

Os preguntareis, ¿qué madre puede hacer algo así? Realmente lo pasó muy mal durante todo el embarazo, y no por el embarazo en sí, sino porque pasó más de 7 meses secuestrada, encerrada y maltratada, tanto física como psicológicamente, por un monstruo, porque no tiene otro nombre. La terminó volviendo "loca". No puedo culparla.

Y claro, los padres de los niños pueden ser muy malos, a veces, y en cuanto se enteraron de quién era nuestra madre, no querían que sus hijos fueran nuestros amigos.

Desde ahí, mi hermano empezó a meterse en problemas. ¡Ay! ¿Qué voy a hacer con él?

Por suerte, mi madre mejoró día a día, se casaron y volvimos a ser una familia. Una familia feliz.

Pero claro, mi hermanito, al que tanto le gusta meterse en problemas, no se le ocurrió otra cosa que meterse a policía. Pero no un policía normal, de los que están en comisaría, o ponen multas en la calle... No... Él tenía que ser policía secreto. De esos que salen en las películas, que se infiltran en cosas peligrosas y, algunos, hasta terminan muertos.

Mis padres tienen miedo. Yo misma tengo miedo por él, pero no podemos hacer nada. Él ya es mayorcito para saber dónde se mete.

Mi vida no es mucho mejor. Me enamoré cuando tenía 16 años del chico más guapo, deportista y popular de la escuela. Parece sacado de película, ¿no? Cuando me invitó al baile de fin de curso, no me lo podía creer. Estaba flotando en una nube, llena de ilusiones y sueños. Me compré el vestido más bonito que vi y me arreglé como nunca lo había hecho. Me quedé esperando, y esperando, y esperando... Nunca apareció. Mi primera decepción amorosa.

Pero volví a abrir mi corazón con 18 años. Me enamoré del típico chico malo. Me entregué a él en cuerpo y alma. Soñaba con casarme con él, con formar una familia. ¿Qué persona no sueña con algo así cuando cree haber encontrado al amor de su vida? Pero casarse no estaba en sus planes. Él prefería acostarse con una, y con otra, y con otra, aún estando conmigo. En cuanto lo vi en la cama con aquella mujer, supe que tenía que salir de allí.

Desde entonces he dejado de soñar con esas tonterías. ¿Casarme? No creo que lo haga. ¿Una familia? Ya tengo una familia, mis padres y mi hermano. No necesito más. Estoy feliz como estoy o, al menos, eso intento.

Por desgracia, mi hermano y yo estamos igual de locos. Si él se mete en problemas, yo tengo que ir a salvarlo. Siempre lo he hecho, desde que tengo memoria. Y en esta ocasión, no puede ser de otra forma.

Así que aquí estoy, delante de la puerta de un bar de mala muerte. Vestida como una "chica mala", para llamar la atención de los "chicos malos" con los que mi hermano se ha metido en líos.

Pantalón de cuero, ajustados, blusa blanca, botas negras y bolso negro. Saco mi barra de labios rojo, lo paso un par de veces por mis labios y la guardo. Desabrocho un par de botones de mi blusa y entro con una sonrisa. Allá voy.

Me siento en la barra, sin mirar a ningún lado y pido una cerveza. Siento todas las miradas puestas en mí. Justo lo que yo quería. En seguida, seguro se acerca el típico pringado a intentar invitarme a la copa para terminar en la cama. Pero yo tengo mi objetivo puesto en Erick, el jefe del club de moteros donde se ha infiltrado mi querido hermano.

Amor sobre ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora